El 14 de febrero de 2018, un ex estudiante de 19 años viajó en Uber hasta su vieja escuela secundaria, caminó todo el campus para entrar a un edificio de tres pisos en el que asesinó a 17 personas e hirió a otras 17. Fue el sexto de 24 tiroteos que hubo en escuelas de Estados Unidos durante 2018, pero el ataque a la Escuela Secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, fue un catalizador para un movimiento de alcance nacional. Los estudiantes de la escuela movilizaron a más de medio millón de personas a Washington para la Marcha de Nuestras Vidas e impulsaron el apoyo para 67 nuevas leyes sobre armas.
La tarde del tiroteo, Alex Dworet llamó a su madre desde una ambulancia para decirle que una bala le había rozado la nuca. Anikka y Mitch no habían escuchado nada de su otro hijo, Nick, pero con 3.000 estudiantes en Stoneman Douglas, las chances de que sus dos hijos hubieran recibido disparos parecían imposiblemente bajas. Esa noche recibieron la noticia.
Nick tenía 17 años cuando falleció, era capitán del equipo de natación, soñaba con competir en las Olimpíadas de Suecia, de donde es originaria su madre. Dos semanas antes, había firmado una carta de intención para nadar para el equipo de la Universidad de Indianápolis.
Para los Dworet, fue un año de aceptar gestos con buenas intenciones, aunque incómodos. En el armario donde Nick solía guardar comida chatarra, hay una canasta de regalos con Kit Kat que les mandó Hershey tras escuchar que a él le encantaba esa golosina. Ryan Lochte, el nadador olímpico, fue a Florida para una carrera en la que nadó en honor a Nick.
"Te invitan a eventos muy lindos, reuniones y así, te sentás y ves todas estas cosas hermosas, y te das cuenta de que la razón por la que estás ahí es que tu hijo no está", dice Annika.
Alex cumple 16 en febrero, la edad legal para tatuarse en Florida. Planea tatuarse la huella del pulgar de Nick en el brazo, enmarcada por las palabras "Brothers Forever".
"Nos gustaba mucho andar en auto", recuerda Alex. Iban a la tienda a comprar Oreos o helado juntos.
Annika no quería que Alex volviera a Stoneman Douglas. Pero él insistió. "Yo siento que si hubiera ido a otra escuela, si hubiera entrado en pánico, todo el mundo habría dicho: ‘¿Qué estás haciendo?’", dice Alex. "Pero si me pasa en Douglas, todos entienden." La escuela ofreció pequeños arreglos: avisos cuando va a haber prueba de alarma contra incendios, y decidir dónde se sienta en el aula. El papá dice que Alex necesita sentir que tiene una vía de escape.
Pero algunos estudiantes de primer año no saben cómo fue ese día. Les parece gracioso tirar una pila de libros al piso o explotar una bolsa de papas fritas para asustar a los sobrevivientes. "Son chicos", dice Mitch. "Cuando sos chico no te das cuenta –no podés darte cuenta–, no sabés lo que nosotros atravesamos."
Los Dworet poco a poco pueden hablar de los cambios que les gustaría ver en la seguridad en las escuelas y la reforma en la posesión de armas. "Mi esposa es enfermera, yo soy agente inmobiliario. No somos expertos", dice Mitch. "Pero aprendimos mucho acerca de las fallas, y nosotros somos el resultado."
Tatuado en la piel
Mitch se tatuó a su hijo Nick en medio de una brazada de mariposa. El cuarto de Nick estáprácticamente intacto desde su muerte. "Cada día es un nuevo recordatorio de lo que pasó", dice Mitch. "Todavía sigue pasando."
Trauma colectivo
"Aunque no estábamos ahí, una tiene un trauma virtual", dice Annika. "Los ruidos fuertes nos afectan. Las muchedumbres nos afectan. Y a veces decidimos no ir a lugares porque es muy abrumador."
Por Tessa Stuart
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