La lucha de Paulina Karadagian: su duro camino para ser madre, sus dos hijos haitianos y el legado de “Titanes en el ring”
La hija del histórico Martín Karadagian reflexiona sobre el paso del tiempo y rememora cómo fue su deseo de ser mamá
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“Ahora juegan y están fanatizados con el básquet, pero cuando cumplan 18 quieren formar parte de la troupe de su abuelo como luchadores, ya me lo dejaron bien clarito”, cuenta Paulina Karadagian, la hija del “Gran Martín” respecto a Kennedy y Khaled, sus hijos nacidos en Haití y nacionalizados argentinos, cuando recibe a LA NACION en el Centro Armenio.
A un costado, ring mediante, luchadoras y luchadores entrenan porque el domingo 19 de diciembre a las 18 horas los “Titanes en el Ring” protagonizarán ocho peleas en la Sala Siranush, con capacidad para 500 personas, en la que estará en juego entre otras sorpresas la final del Campeonato Intergénero donde se van a enfrentar Nikka Bykov y Vlad Ivanoff.
Claro que tampoco faltarán los clásicos como el Caballero Rojo, La Momia blanca y la Negra, Pepino el payaso, El hombre de la barra de hielo y tantos otros, que desde aquel 3 de marzo de 1962 cuando Canal 9 estrenó Titanes hicieron furor en la pantalla chica, el cine y hasta el mítico Luna Park con las recordadas luchas en el barro, en los tomates, en las sardinas, y hasta Martín enfrentando a un oso y al Hombre Invisible, demostrando su inventiva y poder de creación.
Paulina da indicaciones durante la práctica, supervisa cómo está el tema de las entradas que se adquieren a través de la página oficial, y que pueden ser presenciales o vía streaming, y también mima a Kennedy, su hijo mayor de 13 años, que se lleva apenas dos meses con su hermano Khaled.
Cuenta que el lazo que se ha creado entre los tres es cada vez más intenso y que le empezó a pesar que ambos ya terminaron la escuela primaria, y en el caso de Kenny, haya completado el primero de la secundaria. “Sufro horrores cuando advierto que pasa el tiempo y van quedando etapas atrás como un flash que no te da tiempo de darte cuenta de que algo se fue y no vuelve más. El otro día lloraba y le decía cuando había terminado el año escolar ‘perdoname si fui una mala madre’. Ellos me dicen que nada que ver, que soy la mejor, pero yo no puedo conmigo misma y me sale ser dramática. Me parece increíble que pasaron catorce años desde que de alguna empecé a ser mamá…”, confiesa sollozando.
El anhelo de ser madre
Antes de adoptar a Kennedy y Khalu, Paulina detalla que lo intentó todo para ser madre: “Me había separado, veía que la posibilidad se me alejaba y no me gustó nada. La primera chance fueron dos hermanitos abandonados. Uno tenía una cardiopatía. Yo quería luchar para que se curara. Pero me tocó un juez que me maltrató y no me dejó. Luego fui por lo del donante anónimo, pero no me agradó la inseminación, me sentí rara. Me hablaron de ovo-donación… Al final, me encontré por destino con una mujer que iba a adoptar en Haití y me entusiasmé porque me terminó presentando a la directora del orfanato haitiano que había venido de visita en Buenos Aires por su causa. Fue premonitorio”.
Corría 2007 y Paulina se emociona cuando recuerda porque pasaron hechos más que llamativos: cuando puso en marcha su coche para ir al encuentro empezó a escuchar Kokomo, un tema de los Beach Boys, que en su letra dice: ‘Puerto Príncipe, te quiero ver’. A la altura de Boulogne no encuentra bien en el camino, para intentando ubicarse, mira el nombre de la calle y se queda helada porque se llamaba ‘Haití’.
“Cuando llegué tenía miedo de no agradarle, pero le caí bien. Yo quería un varón, para continuar con el apellido. Me dijo que el niño se llamaba ¡Kennedy James! ‘Es especial, con mirada de sabio’, me confió y no se equivocó. A la hora tenía su foto en el protector de pantalla. Y de inmediato me fui a Haití para verlo. Compré pañales, leche. Surgió la historia de Khalu y adopté a los dos. Fue amor a primera vista”, rememora Paulina, y agrega que los hermanos llegaron con ella a la Argentina en distintas etapas: en mayo y diciembre de 2009.
“Kenny el pegote, Khalu el independiente”
“Kenny es muy pegote mío, voy a todos lados con él, es híper compañero. Khalu es más independiente, se complementan, pelean pero se adoran. Yo los miro y no lo puedo creer. De su abuelo saben todo, vieron y ven videos, películas, fotos. Estoy convencida de que tanto él como mi mamá me ayudaron desde el cielo a concretar mi sueño, que también hubiese sido el de ellos”, reflexiona Paulina entre lágrimas.
A un costado del ring, Kennedy juega y hace saltos todo el tiempo. Paulina explica que los dos son muy deportistas: “Juegan fútbol, hicieron artes marciales y ahora practican básquet en Comunicaciones. Pero los dos quieren luchar y ser campeones del mundo como el abuelo. Cuando empezó, papá hacía un personaje llamado Pantera y entre ellos juegan a ese personaje. Yo ya les dije que si quieren luchar pueden hacerlo cuando cumplan 18 y sean mayores, pero siempre y cuando estudien, si no, nada. Todavía mando, como buena hija única y madre protectora que soy”.
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