La lección universal de Akira Kurosawa
Es cierto que la gloria de Akira Kurosawa no necesita confirmación, pero no deja de ser triste que un obstáculo -como los muchos que debió superar en vida y que no le impidieron concretar una obra artística fenomenal- enturbie en Japón la celebración del centenario de su nacimiento. La Fundación Kurosawa, en la ruina, suspendió los actos previstos, incluida la exhibición de un documental sobre teatro Noh que el maestro dejó inconcluso en los ochenta, y de una compaginación de escenas que había filmado en 1968 para Tora, Tora, Tora , antes de abandonar el proyecto por sus diferencias con Fox. Claro que por muchos homenajes que se le tributen y por muchos monumentos que se le consagren, la deuda no quedará saldada. Nunca se tuvo conciencia de la dimensión del maestro. Le faltó apoyo. A él le interesaba como manifestación artística y no estaba dispuesto a vender su oficio al mejor postor, aunque debiera padecer largos períodos de inactividad. Supo acostumbrarse a esos altibajos, aunque nunca posó de genio incomprendido.
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Nacido hace hoy un siglo, su primera vocación fue la pintura. Entró en el cine como guionista y asistente y desde sus primeros films mostró estilo vigoroso, habilidad narrativa y gran sentido plástico. A los 40 años, cuando ya había realizado una docena de films no siempre exitosos, se sentía terminado. "Todo el mundo me decía que no", recordaba de esa época, cuando la crítica japonesa juzgó Rashomon (1950) oscura y confusa, y su siguiente film, El idiota , según Dostoievski, resultó otro fiasco. Hasta que llegó la noticia de su triunfo en Venecia y con él el interés de Occidente por el cine japonés. ...l abrió camino: detrás vinieron Mizoguchi, Ichikawa, Ozu, Kobayashi. Desde entonces hasta 1962, pudo hacer un film por año. Y qué films: Vivir, Los siete samurá is, La fortaleza oculta, Bondad humana? Entre la meditación sobre el sentido de la vida, la pintura crítica del Japón de posguerra, la traslación de Shakespeare al Japón feudal y los grandes films de samuráis, Kurosawa pudo encontrar el equilibrio entre los temas intemporales que agitaban su espíritu humanista y las aventuras de formato más accesible en las que deslizaba provocativos planteos éticos.
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Pero su afán perfeccionista extendía los tiempos de rodaje y los presupuestos y alarmaba a productores de mirada corta. La infortunada ocurrencia de fundar una compañía productora y el fracaso comercial de Dodes´ka den lo llevaron a intentar el suicidio en 1971. Veinte años estuvieron cerradas para él las puertas de los estudios japoneses hasta que la Unión Soviética le tendió una mano (rodó Dersu Uzala , que ganó el Oscar), y los colegas que lo admiraban -Lucas, Coppola, Spielberg, Scorsese, el francés Serge Silbermann- completaron el rescate. Renació con la pujanza de siempre y la sabiduría de la madurez: deslumbró con la grandeza shakespeariana de Kagemusha y con su visión de Rey Lear en Ran , film al que muchos juzgaron su testamento. Pero todavía faltaban por ejemplo, sus fascinantes Sueños y la serena sabiduría de Madadayo .
Era el más occidental de los directores japoneses, pero su cine -aunque nunca tuvo la pretensión de enseñar- es una lección universal de compromiso, de belleza, de sabiduría. "Los muchos años que he vivido -decía- me han sensibilizado llevándome hacia adentro. Todos los seres nos parecemos necesariamente." ...l estuvo empeñado en hallar esas coincidencias. Y siguió buscándolas, humanista convencido, hasta el final.
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