La jubilación, un problema en danza
Los bailarines del elenco oficial tienen entre 20 y 60 años, pero cerca de la mitad ya cruzó la barrera de los 40
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Hace unas semanas, en diálogo con LA NACION, Olga Ferri recordaba cuando, tarde para su época, con casi 50 años, se jubilaba. Estaba haciendo El lago de los cisnes y, en un arabesque , se preguntó cuándo llegaría al final. El hecho en sí mismo, descubrirse en medio de la escena pensando en terminar, precipitó su decisión de colgar las puntas. Ahora, 30 años más tarde y en calidad de directora de Danza del Teatro Colón, observa: “Queremos que la gente que esté en edad de jubilarse, a los 40 años, lo haga, pero con una jubilación digna, porque, si no, [el dinero] no alcanza para nada. Yo tuve la suerte de dedicarme a la enseñanza, pero otros compañeros míos, no”, dice la gran maestra que mañana será declarada ciudadana ilustre de Buenos Aires.
El deseo de Ferri es el mismo que tienen hoy muchos bailarines que trabajaron desde niños para ser Romeos y Julietas, seres alados y de carne y hueso, en esta sacrificada y maravillosa carrera: que cuando su cuerpo ya no sea tan joven puedan dejar la compañía en buenos términos. Pero ese anhelo que, por otra parte, se apoya en los pilares de la lógica y la justicia, sigue siendo eso: un deseo.
La jubilación es uno de los problemas más serios que enfrenta el Ballet Estable, cuyo integrante mayor orilla hoy los 60 años. La dificultad previsional entorpece las cuestiones artísticas y, de la mano de otras fallas administrativas, como la desactualizada categorización de sus artistas (pues no hay concurso de cargos desde 1992) y la falta de ingresos de nuevos bailarines, deriva en una compañía clásica grande, sí, pero por la elevada edad media de sus integrantes.
"Hubo un tiempo que fue hermoso", dice Charly en la canción, entre fábulas y castillos de cristal. Y según el relato de diferentes miembros de este grupo consultados sobre "el problema de la jubilación" en esa época existía el llamado 20/40, un régimen especial de retiro que en 1974 estableció que los bailarines se jubilaran con 20 años de servicio y a los 40, como mínimo, aunque podían también optar por continuar en actividad luego de esa edad si querían y se encontraban en condiciones físicas satisfactorias. Pero desde comienzos de los 90 y durante esa década, cuando Buenos Aires aún no era ciudad autónoma, ocurrió una serie de modificaciones en la relación laboral que significó para los integrantes del Ballet Estable del Teatro Colón el cese del cobro por antigüedad, por diferencia de cargo y por presentismo, además del paso de su caja jubilatoria a la Nación (Anses). También se perdieron los registros de los aportes de los empleados, cifras que, por otra parte, se destacaban por su tenor magro, dado que hasta más de la mitad del sueldo solían cobrar en negro. Y, finalmente, en diciembre de 1996, se suspendió la aplicación de la ordenanza municipal 29.604, la del 20/40.
Entonces, ¿cómo se jubila hoy un bailarín clásico de la compañía más importante del país, tradicional y reconocida en todo el mundo? A los 60 y 65 años, según el sexo, con 30 de servicio. Como si los huesos, los músculos o la elasticidad no tuvieran nada que ver en esto... Con todos los percances previsionales ya enunciados, una figura del Colón, sexagenaria, estaría dejando la casa dos décadas más tarde que al tutú y con la jubilación mínima.
Detrás de una posible solución, un sector del Ballet resolvió hace un tiempo pagar los servicios de un estudio de abogados para que confeccionara un proyecto de ley para presentar en el Congreso, pero no prosperó. Y aunque algunas ideas bocetadas dan vueltas entre los integrantes del elenco, los bailarines no trabajan hoy de forma conjunta en la redacción de una propuesta de jubilación acorde con sus necesidades.
Una compañía grande
Mientras tanto, el tiempo pasa y la compañía debe salir a bailar sin la renovación generacional que precisa. Incluido el recientemente nombrado director del elenco Jorge Amarante -que forma parte del Estable desde hace casi dos décadas-, el Ballet del Colón cuenta con 103 integrantes. De ellos, 81 pertenecen a la planta permanente y, según estima el mismo Amarante, la mitad tiene 40 años o más, y estaría en condiciones de jubilarse si, por ejemplo, existiera aún el 20/40. También esta parte mayoritaria del elenco está dividida entre los que de martes a sábados, de 11 a 17, asisten a la Sociedad Hebraica para ensayar, y los que, en cambio, esperan en sus casas a que los convoquen para ponerle el cuerpo a un cortesano, una madre o un rey que los devuelva a la actividad después de, tal vez, varios meses de quietud. Asimismo, están los que ingresaron con el 20/40 y consideran esa modalidad de egreso como un derecho adquirido, y los que, a pesar de estar entrados en años, se resisten a la idea de jubilarse con su actual composición salarial ya que, según comentan, continúa teniendo irregularidades.
La estructura del conjunto contempla a dos bailarines, Julio Bocca y Eleonora Cassano, que gozan de una licencia especial, pero que conservan su vacante, plaza a la que renunció el otro "emérito" de la casa, Maximiliano Guerra. Los diecinueve restantes para alcanzar aquel centenar total son los más jóvenes -de entre 20 y 32 años-, los últimos en llegar a este elenco que no tuvo más incorporaciones desde 2005, contratados "959", que tienen una relación de trabajo temporal, pero con aportes jubilatorios, obra social, ART.
Resulta evidentemente complejo ordenar y optimizar los recursos humanos para que un elenco en estas condiciones pueda abordar con calidad el repertorio del Colón. Para el director artístico, además, el desafío se incrementaría aún más si resolviera considerar la advertencia que hace unos días le hicieron desde la dirección ejecutiva del teatro: poner a los contratados, que fueron tomados para cuerpo de baile, como solistas o principales, podría ocasionarle al teatro futuros juicios, ya que a ellos no se les paga la diferencia de rol. Algunos de estos bailarines manifestaron a LA NACION su preocupación por que se les ponga un techo en sus posibilidades de crecimiento. "La dirección me aclaró cuál era la situación legal de los contratados y que, aunque haya voluntad, no existe la posibilidad legal de pagarles esa diferencia. Igualmente, de otra manera, es muy difícil abordar muchas obras por la cantidad de bailarines que tienen menos de 40. Así que están haciendo roles", respondió Amarante, quien aseguró que en sus decisiones primarán los criterios artísticos y no los administrativos.
"El año más difícil de la historia del teatro", según las autoridades de la danza, encuentra al Ballet Estable atravesando una crisis general imposible de disimular. Buenos resultados sobre el escenario, como los que se esperan ver a partir del próximo viernes, en el Coliseo, podrían equilibrar la balanza, hacer menos amargo el trago. "La situación es sumamente delicada porque, por más que el teatro esté en crisis, no sólo el edificio, sino nuestra jubilación, los reglamentos, la estructura, nosotros, y yo especialmente, estamos abocados a las personas, los artistas -concluye el director del Ballet-. Tenemos grandes valores, grandes profesionales de años y jóvenes, y todos tienen que continuar aprendiendo. No hay que olvidarse de que son seres humanos y que tienen el derecho a que uno les dé el trabajo para el que se prepararon tanto tiempo."
Constanza Bertolini
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