La inmortalidad de Tato Bores
"Eso sí: mientras ustedes -políticos y funcionarios- estén ahí haciendo lo que hacen, yo voy a seguir aquí... haciendo lo que hago, ¡pa´ j...! Pero también para cuidarlos." Tato Bores redondeó con estas palabras el 26 de junio de 1980 su célebre monólogo 2000, que construyó desde el humor una síntesis impar de la vida argentina a lo largo de los 35 años anteriores. Y también de la propia vida de Tato como observador burlón y corrosivo de esa realidad.
Eso dice la historia, que registró frases como éstas en un libro ("Good show", de Ediciones de la Flor, con la compilación de los monólogos que para Tato escribió Santiago Varela), a las que se suman muchísimas más, grabadas en la memoria de los innumerables televidentes que el hombre del frac, la peluca y el habano convocaba frente al televisor domingo tras domingo, año tras año, durante casi cuatro décadas.
La frase pudo haberse dicho ayer, igual que esa otra tomada de un monólogo de los años 90, y que los asistentes a la presentación de los nuevos programas de Canal 13 observaban días atrás entre la risa y el asombro:"El gran tema político del momento:la reelección. El presidente Menem, mi gran amigo el presidente Menem, está convencido de que se quiere quedar... hasta el 2005, no sé hasta qué año".
Después de esta frase, se comprende que el anunciado rescate televisivo de Tato Bores (adelantado ayer por sus tres hijos a La Nación ) es un asunto que no se reduce al interés de buceadores de archivos o de nostálgicos evocadores de aquellos buenos tiempos de nuestra pantalla chica.
Vale la pena reafirmar lo que dijeron ayer en estas páginas los tres hermanos Borensztein:"La Argentina de Tato", el programa que ellos preparan junto al realizador Emilio Cartoy Díaz en el mayor de los secretos para ser emitido en abril, aunque parezca increíble, será un ciclo de actualidad. Por más que se componga de tapes grabados durante la larguísima carrera de un hombre que nos dejó el 11 de enero de 1996 y que se había alejado definitivamente la TV tres años antes.
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Cualquiera de los muchos y consecuentes seguidores que tuvo Tato Bores no dudaría en afirmar que un mínimo porcentaje de la actualidad política de estos días le hubiera bastado al gran cómico para hacerse un monumental festín en forma de monólogo.
Pero si se echa una mínima ojeada al párrafo de Bores sobre aquellas apetencias reeleccionistas del Presidente, citado más arriba, no es difícil pensar que de una fina y atenta recorrida por los viejos programas saldrán ocurrencias y reflexiones de una vigencia irrefutable.
Y si la imaginación no alcanza, basta con echar un vistazo a la selección de grandes momentos de los monólogos de Tato publicado ayer en estas páginas. Las específicas (y punzantes) referencias del cómico a la falta de arrepentimiento de los políticos, a la dura situación de los jubilados, a la corrupción judicial, al valor irreductible de la libertad de expresión, a los peligros y amenazas de la censura y a la falta de sinceramiento de las clases dirigentes no parecen cosas de un pasado mirado con candor.
No es todo. El esfuerzo de Bores para que se entienda la diferencia entre un chiste contra un político (con el Presidente a la cabeza)y el respeto a su investidura cobra rotunda actualidad si se lo vincula con una encuesta, conocida en los últimos días, en la que se consigna la profundización del desinterés que por la política manifiestan los jóvenes. Seguramente, entre otras razones, por la confusión entre investiduras y actitudes que muchos hombres del poder exhiben en estos días de tan mutable escenografía política.
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Sobran, pues, las razones para pensar que "La Argentina de Tato" no será un mero homenaje al hombre que llevó el humor político en TV a cimas nunca alcanzadas por ningún otro artista.
Porque se espera que abunden, siempre desde la sátira del mejor cuño, las referencias a la actualidad argentina guiadas por aquel impagable arqueólogo de extrañísimo acento que se preguntaba, desde un futuro que para muchos no sería tan improbable, sobre el "misterio nunca resuelto" de la Argentina. "¿Qué ocasionó el desastre? ¿Quién tuvo la culpa?..."
Y que no falten las menciones a Bores como la figura que fue capaz como pocas de abrir nuevos rumbos en los hasta allí rígidos códigos del humor televisivo. Quizás entonces volveremos a ver sus apelaciones al absurdo, sus increíbles diálogos con Ricutti o Federico Peralta Ramos, su audaz convocatoria, en tiempos complicados, al Tata Cedrón y a su conjunto para tocar en un estudio en penumbras, las opíparas comidas frente a las cámaras o aquel ciclo en el que llegaba y se iba del estudio en la caja de un camión repartidor de galletitas.
Al despedirlo en estas páginas el día de su muerte, Bartolomé de Vedia dijo de Tato Bores que de la mano de la televisión se instaló "en el mito, donde la memoria agradecida de los argentinos irá a buscarlo una y otra vez".
El regreso de una leyenda, a través de "La Argentina de Tato" parece haber surgido de estas pala
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