Es un relato fascinante e inquietante de trauma generacional femenino, entrelazado con la historia de Túnez, competirá en la ceremonia que se realizará el 10 de marzo
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Rahma y Ghofrane Chikhaoui parecen muy jóvenes en las fotografías que se muestran en el documental Cuatro Hijas (Four Daughters). Solo se ven sus rostros adolescentes, envueltos en hijabs negros. Tenían alrededor de 15 y 16 años respectivamente cuando se involucraron con el Estado Islámico, calificado como una organización terrorista por varios gobiernos occidentales.
Su destino era “ser devoradas por el lobo”, cuenta al espectador Kaouther Ben Hania, la directora del documental, en referencia al cuento de Caperucita Roja. Ben Hania conquistó su segunda nominación al Oscar gracias a Cuatro Hijas, esta vez en la categoría de documental.
En 2021 obtuvo su primera nominación en la categoría de cine internacional por el drama El hombre que vendió su piel (The Man Who Sold His Skin), que trata sobre un refugiado sirio que vende la piel de su espalda a un artista, como si fuera un lienzo, a cambio de una visa Schengen.
En Cuatro Hijas se cuenta la historia de la madre Olfa y sus hijas Eya, Tayssir, Ghofrane y Rahma, a través del recuerdo de los acontecimientos que llevaron a las hermanas mayores a unirse al Estado Islámico. Se trata de un relato fascinante e inquietante de trauma generacional femenino, entrelazado con la historia de Túnez.
Mujeres terroristas
A Ben Hania le interesaba saber qué podría motivar a una mujer joven a unirse a un grupo como el Estado Islámico. “Estamos acostumbrados a que los hombres hagan esto y es bastante nuevo que las mujeres también estén involucradas con el terrorismo. Creo que quería entender por qué las mujeres jóvenes se sienten atraídas por esto”, dijo a la BBC.
“Una de las ideas que encontré muy contradictoria es que Ghofrane y Rahma buscaban libertad. Querían liberarse de la opresión de su madre. Querían demostrarle a su madre y a su padre que eran dignas. Entonces, me resulta sorprendente que los deseos de libertad y de ver otros horizontes hayan podido llevarlas allí”.
Hay muchas fotos de mujeres jóvenes, como las hermanas Chikhaoui, que huyeron para unirse al Estado Islámico durante el apogeo de los ataques terroristas y las maniobras de ocupación del grupo. Un informe de 2018 del King’s College de Londres estimó que 4761 ciudadanas extranjeras estuvieron vinculadas a actividades de esta organización en Irak y Siria entre 2013 y 2018.
Al igual que Ben Hania, los medios de comunicación también están interesados en la idea de la mujer terrorista. Quienes se unen a esos grupos pueden ser juzgadas con tanta dureza como sus pares masculinos.
Una adolescente londinense, Shamima Begum, que se unió al Estado Islámico cuando tenía 15 años, fue recientemente despojada de su ciudadanía británica, aunque sus abogados apelaron con el argumento de que había sido manipulada por esta organización.
“Están los titulares (de las noticias)”, aseguró Ben Hania. “¿Pero qué hay detrás de los titulares? Para esto se necesita tiempo y para eso existe el cine”. Lo memorable de Cuatro Hijas es la forma en que Ben Hania llega a la raíz de por qué las hermanas Chikhaoui tomaron estas decisiones.
Además de invitar a participar a la madre y a las dos hijas menores, la directora pidió a dos actrices, Ichrak Matar y Nour Karoui, que interpretaran los papeles de Ghofrane y Rahma, mientras que la estrella tunecino-egipcia Hend Sabry encarna a Olfa cuando los recuerdos pueden volverse demasiado angustiosos para ella.
Un actor tunecino, Majd Mastoura, interpreta todos los personajes masculinos, un recurso dramático adoptado por la directora para destacar a los personajes femeninos.
Un trágico ciclo de abuso
Ben Hania enfatiza que la cinta no es un “docudrama” ni se parece a un documental como El acto de matar (The Act of Killing), de Joshua Oppenheimer, nominado al Oscar en 2012, que pedía a antiguos líderes de los escuadrones de la muerte de Indonesia que recrearan sus crímenes.
“A pesar de que hay actores, los papeles de actuación son muy pequeños en la película y ellos actúan como personas, comparten sus pensamientos y sus preguntas con Olfa y sus dos hijas”, explicó Ben Hania. “Tal vez podríamos llamarlo un ‘meta documental’ porque es un filme sobre una película que se está haciendo con actores y personajes reales”.
“Comencé filmando un documental en cámara oculta, pero rápidamente me di cuenta de que no era interesante, necesitaba profundizar más en esta historia, así que tomé prestadas herramientas de la ficción, principalmente del cine, para ir más allá y contar esta historia de una manera mejor y más profunda”, detalló. “Llevé actores para que se reunieran con Olfa y las dos hijas menores, los personajes reales, para que ellas pudieran dirigir a los actores y expresar sus recuerdos sobre lo que sucedió”, dijo la directora.
“Es un diálogo, ya ves, entre el actor y el personaje real. Es la historia de la transmisión de la violencia de madre a hija, lo que la madre llama ‘maldición’”.
Lo que se desprende de la película es que Olfa Hamrouni sufrió abusos cuando era joven. Recuerda que cuando era adolescente trató de proteger a su propia madre y a sus hermanas de la violencia sexual, golpeándose a sí misma.
Cuando se casó con el padre de sus hijas, su propia hermana instó al novio a tratar a Olfa con rudeza para consumar el matrimonio de una vez. Pero, Olfa le dio un puñetazo al novio y usó esa sangre para manchar las sábanas, como evidencia de que habían tenido sexo.
Más tarde, Olfa crió sola a sus hijas y se volvió violenta con ellas, por temor a que se convirtieran en lo que en la película llama “putas”. Por ejemplo, Olfa recuerda haber golpeado a Ghofrane cuando se tiñó el pelo y se afeitó las piernas.
Al final de la película, la madre le dice a la cineasta que es “como el gato, que teme por sus bebés y se los come. Yo tenía tanto miedo por ellas que no pude protegerlas. No me las comí, pero las perdí”. “Olfa se refiere a este ciclo generacional como ‘la maldición’”, explicó Ben Hania. “Lo que ella vivió cuando era niña y adolescente fue exactamente lo mismo que le hizo a sus hijas”.
“Durante la película comprendió lo que estaba pasando con ella y cómo esta herencia de trauma afectaba también a sus hijas. Lo bueno es que en un momento dado los actores le dicen: ‘Todos hacemos esto. Transferimos a nuestras hijas lo que heredamos de nuestras madres y finalmente llegamos a la generación que dice: ‘¡Basta!’ Ya no queremos esto”.
“Las hijas mayores tuvieron una reacción muy violenta y dijeron ‘no’ a este ciclo, tal vez las dos menores se salven. Ellas son la esperanza en esta película”, afirmó Ben Hania.
Autoridad sobre la madre
Buscar seguridad para su madre fue lo que quizás motivó en parte a Ghofrane y Rahma a usar primero hijabs y luego niqabs, el velo que solo deja los ojos al descubierto y que, según la película, rara vez se llevaba en público antes de la Revolución Tunecina de 2011. Sin embargo, la radicalización se convirtió en una forma de afirmar la autoridad de las jóvenes sobre Olfa.
“Lo que les ofreció la radicalización fue la posibilidad de revertir la dinámica de poder con su madre. Pueden sermonear a su madre y a las personas que las sermonean sobre su sexualidad”, señaló.
“Lo paradójico de esta historia es que el patriarcado no son todos los hombres interpretados por Majd Mastoura, sino que es Olfa como la guardiana del patriarcado. Ella era quien presionaba a sus hijas”, sostuvo la cineasta. “Y como ellas eran chicas hermosas, tuvieron que refutar que se volverían malas o se convertirían en ‘putas’, como se dice en la película. Cuando tienes esta acusación perpetua por ser mujer, tienes que buscar la manera de defenderte”.
La época de los monstruos
Ben Hania advirtió que la adolescencia también era un período propicio para la radicalización de Ghofrane y Rahma. Después de la inestabilidad de la Revolución Tunecina de 2011 y el ascenso del Estado Islámico, muchos tunecinos se sintieron atraídos por la idea de unirse al grupo en Libia, Irak y Siria. Se estima que hasta 6000 tunecinos se unieron a la organización en 2015.
“Pienso en esa cita del filósofo italiano Antonio Gramsci que dice: ‘El viejo mundo está muriendo y el nuevo mundo lucha por nacer. Ahora es la época de los monstruos”, aseguró la cineasta.
“Estaba hablando de una Europa entre dos mundos, pero también se podría decir de la Primavera Árabe y el surgimiento del Estado Islámico. En el crepúsculo, aparecen monstruos”, explicó. “La revolución y la Primavera Árabe sacudieron las dictaduras de la región, pero el nuevo mundo, el fruto de esta revolución, la libertad y la democracia, aún no estaban allí. Entonces, tienes a todos estos monstruos jugando mientras el nuevo mundo tarda en llegar. Las hijas de Olfa estaban en este lugar con los monstruos”.
Los nombres de Ghofrane y Rahma Chikhaoui fueron noticia en Túnez en 2015, cuando se supo que se habían unido al Estado Islámico. Olfa aparecería en la televisión tunecina diciendo que había advertido a las autoridades que sus hijas se estaban radicalizando, incluso había pedido que encerraran a Rahma para evitar que huyera.
Más tarde, las jóvenes fueron capturadas en Libia y en 2023 fueron condenadas a 16 años de prisión. Fatma, la hija de ocho años de Ghofrane, crece en una prisión libia con su madre.
Ben Hania dijo que su película todavía se proyecta en los cines de Túnez, casi seis meses después de su estreno. Sin embargo, los planes para permitir que las hermanas regresen a Túnez para ser juzgadas, o para permitir que Fatma salga de prisión, hasta ahora no han tenido éxito. Quizás el momento más conmovedor del documental es cuando le preguntan a Eya Chikhaoui qué les diría a sus hermanas si pudiera volver a verlas: “Esta familia te destruyó, no permitiré que me destruya a mí”.
*Por Emma Jones
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