La hazaña de Trudy Ederle, la primera mujer que cruzó a nado el Canal de la Mancha, en una película de Disney+
Se estrenó en la plataforma una producción que cuenta la historia de una nadadora que cambió la historia
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La historia tiene todos los condimentos para una aventura clásica. La meta ambiciosa, los desafíos de la naturaleza, los obstáculos de la sociedad. Y Trudy Ederle se construye ante nuestros ojos como la perfecta heroína en la piel de Daisy Ridley, con su traje de baño de dos piezas y la espesa crema que protege su cuerpo del agua helada, sorteando las admoniciones de sus contemporáneos, las barreras que una mujer debía enfrentar para dedicarse al deporte, y la temeridad de su aventura, contra todos los vientos y mareas.
Aquella historia que llegó a los titulares de la prensa en el primer cuarto del siglo XX quedó olvidada con el correr del tiempo hasta que el productor Jerry Bruckheimer y el estudio Disney decidieron sacarla a la luz, convertirla en una película con el espíritu de los viejos clásicos, pero con la fuerza realista del cine contemporáneo. Filmada en aguas abiertas, luego de meses de entrenamiento de Ridley y todo el equipo, La joven y el mar captura algo más que la gesta de Trudy Ederle a través del agitado Canal de la Mancha: evoca la historia de una vida común convertida en excepcional, del despertar de una vocación deportiva capaz de conquistar lo que parecía imposible.
“Todo comenzó cuando Jeff Nathanson [guionista de la película], con quien trabajo hace tiempo, buscaba una historia para leer a sus hijas y encontró La joven y el mar en una librería. Se enamoró de la historia y nos contagió su entusiasmo”, revela el productor Bruckheimer en la conferencia virtual de presentación de la película. El proyecto demoró nueve años en concretarse, pasó por varios estudios hasta que Disney decidió darle luz verde y convocó al director Joachim Rønning (Kon-Tiki, Los piratas del Caribe: La venganza de Salazar, Maléfica 2: Dueña del mal) para llevarlo adelante. “Pasa a menudo que ciertas páginas de la historia quedan olvidadas, y algo de eso ocurrió con esta historia que tuvo lugar hace casi cien años”, explica Rønning. “Por ello nos sentimos en la obligación de redescubrir para el mundo la epopeya de Trudy Ederle, aquella que probablemente cambió para siempre a la natación como deporte olímpico para mujeres”.
Trudy Ederle fue la segunda hija de una familia de inmigrantes alemanes en Nueva York. Su padre, Henry Ederle, era carnicero y su madre, Gertrude, ama de casa. Cuando comienza la película, Trudy enferma de sarampión y todos esperan un desenlace fatal. Pero milagrosamente Trudy se recupera, revelando una voluntad de hierro y una temeridad asombrosa. El tiempo pasa y ella y Margaret, su hermana mayor, ansían nadar en las piletas de Coney Island, sin embargo la natación es un deporte restrictivo para las mujeres de los años 20. Ya en la piel de Daisy Ridley, la adolescente Trudy comienza a cargar el carbón para la caldera de las piletas a cambio de recibir entrenamiento de su primera maestra, la exigente Eppy Epstein, interpretada por Sian Clifford. Por entonces, solo su hermana parece tener indicios de destreza, pero será el empeño de Trudy, el poder de su brazada y la asombrosa velocidad que desarrolle en las competencias locales, los hechos determinantes que la colocan en el radar de la Asociación Femenina de Natación, pionera en la institucionalización del deporte femenino pese a todos los prejuicios y desventajas de la época.
“Trudy es probablemente el personaje más entusiasta que me ha tocado interpretar”, revela Daisy Ridley en la conferencia de prensa. “Al comienzo ella no tiene conciencia de todas las barreras que tendrá que sortear, sino que está dispuesta a comenzar el viaje de su vida, a hacer lo que le gusta”. Y lo que le gusta a Trudy es nadar, en las piletas primero, y luego en las aguas que unen Nueva York con Nueva Jersey como primera apuesta para conseguir el auspicio de la asociación en la competencia olímpica. Cada salto competitivo de Trudy en su carrera por la excelencia es un desafío a su propia destreza, que ella conduce frente a una serie de obstáculos que expresan el sentir de la época, en el que la mujer no estaba destinada a un deporte competitivo y menos al peligro de la natación en aguas abiertas.
La primera encrucijada estará en su familia: su padre quiere que sus hijas se casen con un buen chico de origen alemán y trabajen en la carnicería; su madre, en cambio, será quien insista en que no abandonen sus sueños. Luego aparecerán las barreras sociales: las dificultades económicas para financiar el viaje a competencias internacionales, el conservadurismo en los permisos para el entrenamiento de las mujeres en trajes de baño frente a la mirada masculina, las envidias de entrenadores frustrados por sus propios fracasos (notable la interpretación de Christopher Eccleston del entrenador Jabez Wolffe). Todo un abanico de puertas que se cierran frente al ímpetu de Trudy por cumplir su destino.
Hay dos claves que definen el espíritu clásico de la película. En primer lugar, la importancia del mundo alrededor de Trudy, más allá de su condición de atleta. La relación con su familia, las tensiones que definen el vínculo con su padre, el compañerismo entrañable con su hermana Meg. “Con Joachim [Rønning] y el equipo tratamos de contar la historia de una familia que se quiere y se conforta frente a la adversidad, pese a sus diferencias”, señala la actriz. “La película combina lo histórico, la hazaña que llegó a los titulares, con lo íntimo, con la familia como eco de la sociedad en la que se conjuga todo, el amor y el escepticismo, la confianza y el temor a que una hija o una hermana salga herida”, completa el director. La confección del guion se nutrió del libro de Glenn Stout –cuyo título original es La joven y el mar: cómo Trudy Ederle conquistó el Canal de la Mancha e inspiró al mundo- sobre la verdadera vida de la deportista, pero fue clave en la película la colaboración entre los actores, desde Kim Bodnia interpretando al padre, Jeanette Hain a la madre, y sobre todo Tilda Cobhan-Hervey como la hermana mayor de Trudy. “La dinámica familiar la fuimos creando entre todos, inspirados en la investigación documentada sobre la vida de la familia Ederle, pero también a partir de los sentimientos y las emociones que son comunes a todas las familias que se quieren y se apoyan para salir adelante”, concluye la actriz.
El otro componente esencial que da fuerza a La joven y el mar es el uso de escenas filmadas en aguas abiertas. Para ello Daisy Ridley se entrenó con la nadadora olímpica Siobhan Marie O’Connor durante tres meses, y realizó gran parte de las tomas en aguas abiertas de la costa de Kavarna, en Bulgaria, sumergida en el océano y rodeada de todo el equipo de filmación, que incluía al director de fotografía Oskar Faura, a la diseñadora de producción Nora Ekberg, y al propio Rønning registrando la acción. “Estábamos todos muy motivados, comprometidos con cada escena, pero una vez que estás ahí siempre hay algo impredecible: Daisy de pronto se aleja y hay que perseguirla 200 metros hasta alcanzarla. Usamos dobles de nado, un equipo de apoyo constante, pero era mejor filmarla a ella en el agua, aunque fuera en planos abiertos donde no se distinguía su rostro. Y eso es porque nadie nadaba como ella lo hacía, evocando el estilo y el ímpetu de la verdadera Trudy”, señala el director, experimentado en el trabajo en aguas abiertas desde el éxito de Kon-Tiki (2012).
Para Ridley, los meses de entrenamiento también fueron de constante incertidumbre. “¿Podré hacerlo?”, se repetía una y otra vez cuando se acercaba la fecha de inicio del rodaje. Tenía que perfeccionar la brazada de crawl, que fue la que usó Trudy pese a las advertencias de sus puritanos entrenadores que no querían ver a las mujeres alzando los brazos e insistían en el nado de pecho. “Traté de perfeccionar la brazada emulando el estilo crawl de Trudy, pero luego de hacerlo en la pileta llegó el momento de pasar a aguas abiertas”, recuerda la actriz. “Cuando me sumergí por primera vez en el agua fue estremecedor, por la temperatura, por las corrientes marítimas, porque Trudy nadaba con traje de dos piezas así que yo también tenía que hacerlo, y porque repartía mi atención entre lo que hacía, el lugar de la cámara, y el de los que estaban alrededor. Fue increíble porque la vida de pronto imitaba al arte, al libro sobre Trudy que había leído, y yo representaba a Trudy pero también estaba ahí en el agua, era mi cuerpo el que nadaba y sentía todo lo que ocurría”.
La travesía de Trudy Ederle por el canal de la Mancha comenzó el 6 de agosto de 1926 y duró 14 horas y 31 minutos. La hizo acompañada de su padre y su hermana en un barco de asistencia, y del excéntrico nadador inglés Thomas William Burgess, quien fue el principal promotor de esa experiencia, interpretado en la película por Stephen Graham. Esa fue la historia que se escribió en los diarios de la época, la hazaña que se trasmitió por radio entre Europa y Estados Unidos, donde los compatriotas de la atleta esperaban el desenlace. La joven y el mar narra el arduo camino para conseguirlo, los obstáculos que debió sortear desde su infancia, la enfermedad y las presiones familiares por su condición de inmigrantes, hasta los entramados institucionales que negaban a las mujeres la oportunidad de destacar en deportes de riesgo, hasta entonces reservados a los varones. La película encuentra en aquella travesía algo más que el puntapié inicial para un rol protagónico de la mujer en un deporte como la natación, sino que revela la capacidad de Trudy para perseguir sus sueños pese a las resistencias, a los contratiempos, a la sociedad en la que le tocó vivir.
Lo importante de la historia de Trudy es que más allá de que ella quiere cumplir su sueño, quiere nadar pese a las prohibiciones de su época, porque es mujer, porque no es una atleta profesional, porque tiene que hacer su camino desde abajo, cargando el carbón de la caldera como compensación por su condición de clase, su juventud o su falta de técnica, también está representando a todas las mujeres que vienen tras ella. “Al comienzo –concluye Ridley en la conferencia organizada por Disney- sentía que Trudy hacía lo que hacía para triunfar, por su personalidad competitiva, su espíritu temerario. Lo hacía por ella misma. Pero cuando se embarca en el desafío del Canal de la Mancha aparece otra dimensión. En ese viaje lleva a otros con ella y ese es el viaje del que también me siento parte, en el que todos estamos con ella”. Un viaje hacia la otra orilla, sin importar el frío y las corrientes, los contratiempos y los bancos de niebla, un viaje de coraje y trascendencia.
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