La gran exclusiva: entretenido retrato del desprecio y la dependencia mutua entre la prensa británica y su realeza
La película tiene grandes interpretaciones de Keeley Hawes y Billie Piper, como la secretaria privada del príncipe Andrés y la productora que negoció al entrevista con la BBC que terminó condenándolo al ostracismo
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La gran exclusiva (Scoop, Reino Unido/2024). Dirección: Phillip Martin. Guion: Peter Moffat (basado en el libro de Sam McAlister). Fotografía: Nanu Segal. Edición: Kristina Hetherington. Elenco: Billie Piper, Gillian Anderson, Rufus Sewell, Keeley Hawes, Romola Garai, Richard Goulding, Jordan Kouamé. Duración: 102 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
En 2019, la noticia de la detención del magnate Jeffrey Epstein, y su posterior suicidio en la cárcel a la espera del juicio por abuso y tráfico de menores, causó revuelo en la noticias. El hecho policial trajo a la primera plana de los diarios viejas fotos del acusado en sus mansiones, en sus viajes exclusivos por lugares paradisíacos y en compañía de personalidades que quedaron en la órbita del delito y debieron salir a dar explicaciones. Ese fue el caso del príncipe Andrés de Inglaterra, hijo favorito de la reina y atareado en asuntos protocolares, quien se vio involucrado en denuncias y fue señalado por su conocimiento y posible participación en los actos criminales del millonario.
El escándalo, coronado con una entrevista en el programa Newsnight, de la BBC y el posterior desplazamiento de Andrés de sus funciones públicas, es un hecho público. Sin embargo, ahora es la ficción la que aborda esa arista de la vida de la corona y del caso Epstein desde un ángulo diferente, que no es el del true crime (presente en la serie Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico), ni el del melodrama de la realeza (de hecho el tema estuvo ausente en The Crown), sino la tarea periodística de quienes hicieron posible la entrevista, la llevaron adelante y consiguieron una de las exclusivas más importantes de la prensa británica de los últimos tiempos.
Ese es el eje de La gran exclusiva, estreno de Netflix que se inspira en las memorias de la periodista Sara McAlister para contar el backstage del reportaje realizado en noviembre de 2019, conducido por la presentadora Emily Maitlis. En tanto el material original puede ser consultado en Internet, el abordaje de la ficción intenta recrear ese “detrás de escena” y, sobre todo, explorar las complejas intenciones de ambos lados. En definitiva, desmenuzar la actividad periodística, pero al mismo tiempo comprender a un personaje de la envergadura del duque de York en el enfrentamiento de sus responsabilidades ante el escrutinio público. De allí que la historia oscile en sus dos extremos: por un lado, la construcción de la exclusiva por parte de McAlister, su olfato y percepción aún en un equipo como el de Newsnight, que no la consideraba protagonista, y por el otro, los entresijos de la decisión del príncipe y el misterio persistente alrededor de su conciencia de lo ocurrido.
Todo comienza con una escena en 2010, cuando el reportero gráfico Jae Donnely (Connor Swindells) captura al príncipe y a Epstein caminando en Nueva York. Epstein estaba en libertad condicional luego de su condena en 2008 y el hecho llegó a los medios sin demasiada repercusión. En un salto hacia el presente, ingresamos en la cocina de la producción de Newsnight y en la búsqueda de una primicia para la nueva emisión. Sara McAlister (Billie Piper) es atrevida y algo extravagante, resistida por algunos compañeros del equipo y relegada en el esquema de poder. Emily Maitlis (Gillian Anderson) es la estrella, Esme Wren (Romola Garai), la productora responsable. La idea de una exclusiva con el príncipe tiene una doble entrada: por un lado, la necesidad del equipo del Palacio de Buckingham de promocionar la actividad pública de Andrés con jóvenes emprendedores y mejorar su imagen; por el otro, el interés de McAlister de conseguir una noticia atractiva que la posicione en su mesa de trabajo. Esa necesidad mutua empuja la reunión entre la periodista y Amanda Thrisk (Keeley Hawes), secretaria privada de Andrés y enclave perfecto para un contacto que se irá agitando luego de que las noticias del arresto y suicidio de Epstein salpiquen nuevamente al hijo de la reina.
La película no pretende más que definir a sus personajes y el rol que llevan en esa dinámica que da cuerpo de ficción a la entrevista. Si bien Gillian Anderson y Rufus Sewell medirán sus espadas ante cámara, lo que en verdad interesa es el contacto subterráneo que posibilita la reunión: la mutua dependencia de Sarah y Amanda, que ven la una en la otra la oportunidad de triunfar en su trabajo, y también en la defensa de aquello en lo que creen. La primera, la verdad periodística; la segunda, la integridad del príncipe. Esa es la mejor arista de la película, que en su transparencia no reniega de su condición de producto televisivo, sostenido por las buenas interpretaciones y por una tensión dramática bien administrada, pero que encuentra cierta distinción en esa complicidad muda que parece unir a las que podríamos imaginar enemigas. Las miradas cruzadas de Billie Piper y Keeley Hawes en el backstage de la entrevista, sus negociaciones mientras intentan dejar conformes a los dos lados del discurso público, son los momentos de mayor brillo para las actrices y también los más honestos para comprender la compleja dinámica entre el periodismo y el poder político en una era que empieza a evidenciar el efecto de las redes sociales en la volatilidad de la opinión pública.
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