La gran esperanza de Cuarón
GUADALAJARA, México.- Alfonso Cuarón no puede quejarse de su suerte. Todavía está más cerca de los 30 que de los 40 y ya Hollywood le abrió sus puertas, le confió un tema importante -"Grandes esperanzas", de Charles Dickens-, los medios de una gran producción y un elenco cuidadosamente equilibrado entre las figuras jóvenes de moda -Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow- y los nombres largamente consagrados -Robert De Niro y Anne Bancroft-.
No ha habido pausas en la trayectoria de este mexicano movedizo, afable y tan carente de pelos en la lengua que ha declarado: "Si tu productor odia una idea tuya, es señal de que vas por buen camino".
Todo comenzó con su primer largometraje mexicano, "Sólo con tu pareja". Esa humorada irónica sobre el amor en los tiempos del SIDA, que en los Estados Unidos se conoció como "Love In The Time Of Hysteria", llamó la atención de productores de Hollywood que también sabían de la seriedad profesional que el joven cineasta había mostrado al desempeñarse como asistente de dirección en films norteamericanos rodados en México. Puede suponerse que también habrán tenido en cuenta el sentido comercial de Cuarón: la película fue la más taquillera de la temporada mexicana de 1992.
Así que le confiaron un proyecto -"La princesita", sobre una novela de Frances Hodgson Burnett, que es al mismo tiempo fantasía infantil y reflexión adulta. El no los defraudó. Sin estrellas conocidas y con un presupuesto que lo obligaba a hacer malabarismos, sacó adelante una producción de gran refinamiento visual cuyo encanto sedujo a considerable número de espectadores y a muchos críticos: los de Los Angeles, por ejemplo, le dieron el premio que reservan a cineastas de la nueva generación. El siguiente paso fue en TV: un episodio de la serie "Fallen Angels", de la cadena Showtime, con Laura Dern y Alan Rickman. Otro éxito, otro premio: el Cable ACE a la mejor dirección. Entonces le propusieron "Grandes esperanzas", que lo trajo a Guadalajara para su proyección en la apertura del Festival de Cine Mexicano. En esa oportunidad se desarrolló la charla.
Versión irresponsable
¿Dickens? -dice que frunció el ceño cuando el productor Art Linson le hizo llegar el libreto-; ya hay una versión de "Grandes esperanzas", la hizo David Lean y es una obra maestra. ¿Para qué insistir?
Ahora cuenta que su primera reacción fue el rechazo. Y que sólo se convenció de que podía ponerse a considerar el proyecto cuando le aseguraron que se trataría de una versión muy libre. "Una versión irresponsable", dice él. Y le llevó mucho tiempo concretar el film -el proyecto le llegó en noviembre de 1995, la filmación empezó en mayo de 1996-, porque hubo diversas reescrituras del guión. Tantas que siguieron durante todo el rodaje.
"Grandes esperanzas" fue una película muy difícil -reconoce- pero no porque Hollywood le haya puesto obstáculos sino por ese proceso de reescritura. "Un 30 por ciento de lo que se ve en la pantalla es fruto de la improvisacion; el guionista (Mitch Glazer) entregaba páginas cada día. Improvisar es muy bueno pero no para hacerlo siempre. ¿Qué sucede? Al final de la jornada te encuentras con que has logrado una buena escena, pero después te pones a pensar que para llegar a esa te hará falta otra anterior que la explique y también una posterior para darle continuidad. Es muy estresante: todo se convierte en un rompecabezas y uno no sabe bien si tiene todas las piezas."
Tensiones y libertades
¿Ningún tropiezo con el estudio? Sólo por cuestiones de presupuesto. La película resultó más cara de lo que el estudio hubiese deseado ("Costó al fin lo que les dije que iba a costar, pero ellos deseaban que fuera un poco más barata"). Reconoce, sí, que cuando los ejecutivos veían el material les gustaba y lo apoyaban. "Pero nadie da el dinero así como así; era constante la presión con el asunto de los días de filmación y del gasto. No son exclusividades de Hollywood, eso sucede en cualquier parte. A mí me dieron una libertad creativa que yo les agradezco mucho; tal vez no una libertad económica, pero sí una libertad creativa."
Libertad que también utilizó con su libretista para transformar la novela de Dickens, la historia de un muchacho del pueblo que por una circunstancia excepcional asciende a un nivel social superior. Aquí, el aldeano Pip de la novela cambia de nombre, de ambiente, de oficio, de época. Se llama Finn, anda entre pescadores de La Florida y tiene un gran talento para el dibujo.
Cuarón prefiere empezar la historia por el principio: "Cuando buscas material para un film hay muchas maneras de encontrarlo -dice-. Muchas veces tomas material propio, como la próxima película que haré. En otros casos, buscas la buena adaptación, el guión que ya está escrito, perfecto, listo para filmar. Y en otros, buscas una excusa, esa línea donde tú vas a tender tus propias ropas".
-¿La encontraste en esta adaptación?
-Sí. Cuando la obstinación de Art Linson venció mi resistencia y empecé a leer este guión, me pareció que me daba una excusa en este sentido. Como yo estoy aprendiendo a hacer cine y había dejado líneas pendientes en "La princesita", quise llevarlas al extremo solamente para exorcizar esa curiosidad. Concretamente: en "La princesita", aunque la historia parte de un punto de vista único, el de la niña, por convenciones del relato tuve que abrirme a otros puntos de vista aquí y allá. En "Grandes esperanzas" quería que fuera algo muy rígido, que sólo hubiera un punto de vista, el de Finn, y que no fuera realista sino emocional. Todo lo que se ve en la pantalla es la proyección emocional de lo que está viviendo Finn, es como si se viera la película a través del velo de su memoria, y la memoria -ya se sabe- es mentirosa y selectiva.
-¿Qué fue lo que fuiste incorporando al guión a medida que avanzaba el rodaje?
-Primero los cambios empezaron cuando establecí que quería que todo fuera contado desde ese punto de vista único. Quería además un tono muy sensual; me interesaba la dinámica sexual en una relación de pareja contemporánea, que hubiera cierto erotismo. Y hubo que ir incorporando esos elementos, lo cual planteaba problemas por el carácter del personaje de Estella, siempre huidiza; tenía que hallar la forma para que los personajes hicieran el amor sin hacerlo, y ésa es la intención de la escena del retrato: es ella entregándose a él de la manera que puede.
Información cruzada
Otros cambios fueron produciéndose a partir del trabajo con los actores. "Como todo el mundo conoce la novela y es una obra que admite tantas lecturas -dice Cuarón-, había demasiadas informaciones cruzadas; cada uno tiene su propia interpretación, también los actores. Muchas veces los poníamos a improvisar; el guionista tomaba nota y escribía una escena que tomábamos como base. Pero en el set seguíamos improvisando. De Niro, por ejemplo, es un caso especial: cuando se mete en el personaje, empieza a soltarse improvisando, y lo que entrega es muy sabroso. Toda la escena del loft, cuando su personaje reaparece, es fruto de la improvisación. Como fuimos muy irresponsables con la novela y no me sentía con obligaciones hacia Dickens, nos dimos la libertad de hacer lo que quisiéramos."
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