La filmación de una improvisada película se vuelve sátira sobre el escenario en Motorhome
Thelma Fardin y Nicolás Riera protagonizan esta comedia que se ríe de las anécdotas propias de los rodajes; experiencias que se cocinan a fuego lento en las largas esperas de los tiempos del cine
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Autoría: Alfredo Staffolani y Nicolás Riera. Dirección: Alfredo Staffolani. Intérpretes: Nicolás Riera, Thelma Fardin, Lili Popovich, Alfredo Staffolani, Irune Porcel y Nicolás Di Pace. Voz en off: Facundo Arana. Escenografía: DaJaus. Vestuario: Rodrigo Lorente y Gustavo Alderete para La Polilla, Thelma Fardin. Iluminación: Ricardo Sica. Música original: Guma Music Creators. Video: Mateo Rojas. Sala: Metropolitan (Corrientes 1343). Funciones: miércoles, a las 20.15. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: buena.
Las tres edades, de Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob; Rodando, de Alejandro Acobino y Germán Rodríguez; ahora Motorhome, de Alfredo Staffolani y Nicolás Riera (casual o no, la reflexión se dio de a dos): cuando el teatro mira al cine, aunque sea de modos muy diferentes, aparece la ironía, fluye el humor. Este último estreno en el Metropolitan (una sala donde convive la masividad con el off) sería un ejemplo transparente de este punto de vista porque parodia el rodaje en exteriores del western “El indio bueno”, una fallida producción independiente.
La idea surgió cuando Riera (que también produce y actúa) y Staffolani (que también dirige y actúa) se juntaron a contar anécdotas propias de la filmación pero desde el lugar del actor no protagonista: el de reparto, el doble, el que hace “bolos” (actuación ocasional o esporádica), el novato que recién empieza y el que ya está de vuelta con lo que puede. Esa experiencia se cocina a fuego lento en las largas esperas hasta que toca intervenir, salpicadas de mucha charla, de intercambios impensados en otro contexto, de intimidades variadas en el motorhome, de comidas que dependen del catering presupuestado, en fin, de convivencia forzada a como dé lugar.
Estas características se potencian hasta el delirio porque estamos ante un proyecto de película muy improvisada, con una directora sin ninguna experiencia -pero egresada con honores en la FUC (Universidad del Cine), dice-, soberbia y maltratadora que consiguió los fondos gracias a los padres para intentar su objetivo. Este personaje, llamada Cruz, lo interpreta Thelma Fardin, otra gestora de la obra (interviene en el vestuario) junto con Riera.
Todos juegan, y se divierten, con estos prototipos exacerbados donde no faltan chistes o guiños internos: el protagonista de la película, Agustín (Riera), tuvo su minuto de gloria en la adolescencia cuando integraba una banda donde hacía playback y ahora padece la caída del pelo; Nico, el que hace el bolo (Staffolani) y sufre la distancia entre los estudios, sus expectativas y la realidad; Marito (Nicolás Di Pace), el doble de luz de Facundo (actor que nunca sale del motorhome) y que carga resentimientos sobre la ruina de su carrera; Thalia (Irune Porcel), asistente todo terreno, agradecida por la oportunidad y punching ball de la directora; y Estela, la actriz con mayor recorrido, atrevida y ofendida a la vez por lo que le toca y que, en manos de Lili Popovich, logra los mejores momentos de la obra. El que no aparece en escena es Facundo pero sí sus mensajes por WhatsApp, voz en off a cargo de Facundo Arana (guiño: los espectadores se enteran de que su personaje toca el saxo).
Cada uno tiene un breve monólogo a público, momento que funciona como un descanso a la velocidad de los diálogos, un cambio de tono, un corte a la vorágine pero sin aportar información. La obra empieza y termina con una pantalla gigante con imágenes y créditos de “El indio bueno” más otros dos fragmentos, durante el desarrollo, del material filmado por la directora que, por supuesto, es ostensiblemente malo. Salvo los mensajes de Facundo y los temblores de la naturaleza (la acción se desarrolla en una zona alejada, en Cuyo) que quedan muy por fuera, como forzados y no integrados al resto, Motorhome funciona: es tan desmesurada como ágil y sus pinceladas satíricas sobre los placeres y disgustos de una filmación resultan divertidos para cualquier público pero, en especial, muy disfrutable para los artistas y técnicos que conocen esa trama de cerca.
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