La fibra secreta de la telenovela
Con autores como Abel Santa Cruz, Alberto Migré o Celia Alcántara, entre otros, la Argentina lideró durante mucho tiempo la industria de la telenovela en toda la región, siempre dentro del contexto marginal propio de los géneros muy populares. Más tarde, tal vez con el advenimiento de la corrección política, se instaló una especie de ambición de "mejorar" la telenovela, y finalmente se creó un género similar en clave de comedia. Se han hecho grandes producciones con elencos espectaculares y muchos puntos en común con la novela, como la frecuencia diaria y los conflictos sentimentales. Pero la comedia tiene una estructura propia, horizontal, y la novela en cambio se apoya en el ciclo tradicional del melodrama. La comedia puede deslumbrar, acompañar, sorprender y hacer reír, pero no toca la misma fibra emocional que una telenovela. Dulce amor, de Enrique Estevanez, tuvo un éxito inesperado en 2012 porque era una sencilla novela de amor, como las de antes, sin pretensión alguna de darle dimensión intelectual, histórica o sociológica.
No es lo mismo "mejorar" una novela que hacerla bien. Aunque no parezca, es una cuestión ideológica. Es la típica sospecha del público educado ante los hechos más populares de la cultura, como la cumbia, los programas de Tinelli y, naturalmente, la telenovela. De hecho, puede aplicarse a la televisión en general. No creo que nadie en Brasil se jacte de no ver televisión, o incluso de no tener televisor en la casa.
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