"La felicidad de poder soñar"
A boca de jarro: Robin Wood
Es raro no cruzarse con ellos en lugares de espera (consultorios, estaciones), incluso en librerías respetables compartiendo anaqueles con autores sofisticados, encuadernados en ediciones cuidadas. Y desde los años 60, en bibliotecas y museos de arte venerados como objetos de culto por los intelectuales. Se llaman Nippur de Lagash, Savarese, Helena, Jackaroe, Gilgamesh, Amanda, Martin Hel, El Peregrino, Holbeck, El Cosaco... la lista es larga. "Soy el padre de medio centenar de personajes y he escrito más de 5000 guiones de historietas desde 1965, en que me compraron Una historia para Nippur, mi primer texto", apunta Robin Wood recostado en la barra de un hotel del centro de Buenos Aires.
Wood, uno de los mayores autores de guiones para historietas del mundo, está de paso en la ciudad. Nació en Paraguay, es ciudadano argentino y vive en Copenhague, Dinamarca. "Cosas de un planeta globalizado, pero la realidad es que no puedo estar mucho tiempo en ningún lugar. Soy un viajero impenitente, un trashumante, como se suele decir. Cuando comencé a escribir guiones me compré una mochila y una Olivetti portátil y me fui a caminar por el mundo. Durante quince años anduve de un lado a otro. Enviaba mis textos por correo. Esto me permitió tener vivencias que enriquecieron mis textos, pero, por otra parte, tengo que reconocer que no conozco a buena parte de los excelentes artistas que dibujaron mis textos."
–¿Por qué guiones para historietas?
–Quedaría bien decir que la culpa es del semiólogo Umberto Eco, que valorizó la historieta, dándole categoría de arte. Pero la historia es mucho menos grandilocuente. Un día, en una reunión, conocí a un dibujante fabuloso que se llamaba Luis Olivera. Nos pusimos a hablar y descubrimos que teníamos una locura común: la sumerología, esto es, pasión por la cultura sumeria. Hablamos de la saga de Gilgamesh, uno de los primeros poemas épicos del mundo, escrito en caracteres cuneiformes sobre doce tablillas de arcilla, en el año 2000 antes de Cristo.Y terminamos elucubrando qué podríamos hacer.
–¿Qué encontraron?
–Apareció la historieta como posibilidad y así nació Nippur de Lagash. Pero antes que continuemos le voy a responder una pregunta que usted, seguramente, me hará dentro de un rato: Robin Wood no es un seudónimo, es mi verdadero nombre. Es una buena historia, ¿le interesa?, pero tendría que remontarme a Australia, dos siglos atrás.
–Cuéntela.
–En 1896, 500 socialistas fabianos, o utópicos, a raíz de una famosa huelga de esquiladores, decidieron, comandados por William Lane, abandonar el país y establecer una comunidad de acuerdo con sus principios. Entonces comenzaron a estudiar lugares del mundo para hacer realidad su sueño. No era fácil, pero un buen día descubrieron Paraguay, una nación que había quedado diezmada después de la guerra contra la Triple Alianza. El gobierno paraguayo daba muchas facilidades a los que querían establecerse. Allá fueron y en 1900 fundaron Nueva Australia.
–¿Cómo era la vida en la comunidad?
–Lane era un idealista: acuñó una moneda, the new australian peso, prohibió el alcohol y las relaciones con mujeres que no fueran de la comunidad. Con los pioneros viajó una pariente lejana, prima de Jack London, Mary Gilmore, una de las grandes escritoras australianas contemporáneas. Bueno, unos cuantos años más tarde, en 1944, nací yo en la comunidad. Agrego otros datos: cursé hasta 6º grado, pero a los 10 años leía a Baudelaire, Hemingway y Steinbeck.
–¿Cómo crea sus personajes?
–Es difícil de explicar. A algunos los encontré en la matinée de un cine de barrio. Por ejemplo, el más famoso, Nippur de Lagash, es el Charton Heston que aparece en Ben Hur, el film que William Wyler realizó en 1959. El Peregrino es otro actor, Nick Nolte, interpretando (si no recuerdo mal) la película Cuarenta y ocho horas.
–¿Y los villanos?
–¡En crear villanos soy un peligro! Entro en un lugar y descubro alguien con aspecto de ser bondadoso, sensible y tierno. Pues bien, a mi mente no le agrada que las cosas queden así: comienza a desdibujarlo, a rehacerlo y al rato aparece convertido en un engendro siniestro, smoking blanco, clavel en el ojal y mente perversa. Lo peor es que la víctima puede descubrirse protagonizando atrocidades en una publicación que no sólo lee todo el mundo, sino que se traduce a otros idiomas.
–¿Sus guiones tienen mensaje?
–Toda mi obra tiene un mensaje profundo: que la fantasía existe, pero que se da en estados diferentes, despierta o dormida. Los que la tienen despierta, artistas, inventores, juglares, gente con capacidad para soñar, son felices. Porque tienen esperanzas. Los que la tienen dormida son como zombis. Van y vienen, acumulan cosas, dinero, poder, prestigio social, pero en el fondo, y por más que lo nieguen, no son felices.
Serena
"A veces me preguntan si alguno de mis personajes es autobiográfico. En realidad, todos lo son de una u otra manera; todos guardan fragmentos de mi vida. Sin embargo, hay uno que es totalmente autobiográfico: se llama Serena, lo curioso es que es una mujer. Si siguen la historia de Serena verán que es casi igual a la mía. Nace cerca de la frontera de Paraguay y pasa parte de su infancia y adolescencia en un orfanato. Yo nací en Paraguay y pasé varios años en el Instituto San Martín de Tours, un orfanato de la localidad de Tigre."
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