La excelencia del showman, en un recital a su medida
Bryn Terfel. Sir Bryn Terfel (bajo-barítono) y Natalia Katyukova (piano). Programa: canciones folclóricas, lieder y arias de ópera. Ciclo de grandes intérpretes internacionales. En el Teatro Colón. Nuestra opinión: excelente
Es sabido que sir Bryn Terfel es uno de los bajo-barítonos más reconocidos de su generación a nivel internacional. Su calidad vocal se equipara a su capacidad dramática, lo que le valió ser un intérprete ideal para los roles wagnerianos más exigentes en su cuerda. Lo que no era seguro, aunque se sospechaba por su histrionismo, era que Terfel es un showman en toda la extensión del término. En su primera visita al Teatro Colón, la presencia escénica y el humor de Terfel enlazaron con fantástica naturalidad un programa hecho a la medida de su biografía. Acompañado por la pianista Natasha Katyukova, en una complicidad que trascendió lo musical y se insertó en lo escénico, Terfel recorrió obras que van desde canciones folclóricas británicas hasta lieder románticos, sin olvidar arias de ópera.
La noche se inició con tres canciones galesas que corresponden a su primera etapa de formación profesional de la mano de su familia. El contraste entre la "Canción del arado rojo", de Idris Lewis, y "Domingo de ramos", de Owen Williams, permitió a Terfel demostrar su versatilidad sin demoras: la primera pieza bordea una alegre arenga, y la segunda, con diáfanas melodías, explora la emotividad del duelo. Seguido a las "Baladas de agua salada", de Frederick Keel, y los arreglos de canciones tradicionales realizados por Chris Hazell (sin olvidar la famosa "Danny boy"), los músicos interpretaron una de las joyas de la noche: "La balada de Mackie el Navaja", de Kurt Weill. Para cerrar la primera sección, "Es el espíritu que niega", de la ópera Mefistófeles (de Arrigo Boito), fue interpretado solo como lo puede hacer un cantante que tiene este repertorio de taco: sin estar en el cenit de su capacidad vocal, pero con sobradas herramientas técnicas, logró sacar al diablo del escenario.
La segunda parte de la noche estuvo protagonizada por lieder románticos de Robert Schumann y Franz Schubert. Las exigencias para el piano mutaron durante la noche, a lo que Katyukova respondió con excelencia. Su sutileza y meticulosidad para configurar melodías se potenciaron en "Mi carruaje avanza lentamente" (Schumann). Terfel logró una exquisita interpretación de la "Letanía para el día de los fieles difuntos", de Schubert, con una gran esmero en el control de las dinámicas que llevó un pianissimo a la sensación de un vibrato mudo. Para cerrar el concierto, el bajo-barítono volvió a la comodidad del hogar con tres canciones en un tributo a su colega John Charles Thomas.
El concierto dejó la sensación de haber formado parte de un exquisito y refinado vaudeville (alejado de cualquier signo bajo o burlesco) en el que la música, la narración, el teatro y algo de danza formaron una unidad exquisita. En este contexto, el encore no podía ser otro que "Si yo fuera rico", de El violinista en el tejado, canción que les dio el broche de oro a todas las artes presentadas por el dúo en el escenario.
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