Netflix: La excelencia de Annette Bening y Jodie Foster en Nyad, una gran historia sobre el espíritu de superación del ser humano
Las actrices brillan con luz propia en la adaptación de la historia real de la experta deportista que a los 60 años se propuso unir a nado los 170 kilómetros de aguas abiertas que separan a Cuba de Key West
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Nyad (Estados Unidos/2023). Dirección: Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi. Guión: Julia Cox. Fotografía: Claudio Miranda. Música: Alexandre Desplat. Edición: Christopher Tellefsen. Elenco: Annette Bening, Jodie Foster, Rhys Ifans, Anna Harriette Pittman, Eric Miller. Duración: 121 minutos. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Nyad es una gran película sobre el espíritu indomable de superación del ser humano que cumple a la perfección con la gran paradoja del streaming. Por tratarse de un estreno directo en Netflix, que se aseguró la exclusividad de su lanzamiento, en principio no será posible verla en los cines y el público se pierde la ocasión de disfrutar un relato tomado de la vida real que tiene su razón de ser cuando se ve en pantalla grande.
Llevar al relato audiovisual, como en este caso, la búsqueda de una hazaña mayúscula en el mundo de la natación en aguas abiertas adquiere todavía más sentido cuando aparece ante nuestros ojos en toda su magnitud el vasto escenario marítimo que funciona como hermoso marco de la historia. Nyad sabe aprovechar de la mejor manera esa extraordinaria escenografía natural con espíritu dramático y los contornos necesariamente reducidos del streaming (por más pulgadas que tenga el dispositivo reproductor) nunca podrán capturarla en plenitud.
Así como desaprovecha la potencia visual y expresiva que tiene la pantalla grande como receptáculo natural para contar este tipo de aventuras, el streaming ofrece en este mismo caso una ventaja indiscutible: gracias al poder de llegada extendido que tienen las plataformas de streaming, y sobre todo Netflix, una película como Nyad consigue el reconocimiento masivo que en este momento el estreno en cines está lejos de asegurar.
Esa también es una buena noticia, porque revaloriza frente a una audiencia masiva, multitudinaria y globalizada un modelo de relato cinematográfico genuinamente clásico que los algoritmos desplazaron del interés de los programadores. Además de entretener y emocionar con los recursos más nobles y honestos que tiene el cine entendido como gran espectáculo, Nyad llega a la pantalla para cumplir con una misión pedagógica.
No podía haber mejor elección para iniciar el relato que contarlo desde la perspectiva de su verdadera protagonista. Diane Nyad es una de las más grandes nadadoras en aguas abiertas de todos los tiempos. En la compilación de imágenes de archivo que vemos al comienzo de la película, ella muestra sus proezas, su temperamento indómito, su voluntad de no rendirse jamás frente a cualquier desafío en apariencia imposible. Y con más de 60 años, como si fuera poco, se propone a mediados de la década pasada superar todo lo imaginable para su actividad: cumplir el sueño alguna vez frustrado de cubrir a nado los casi 170 kilómetros que separan a Cuba de Key West, atravesando las complicadísimas aguas del Estrecho de la Florida.
En esos segmentos periodísticos empieza a configurarse el retrato que nuestra protagonista tendrá en esta dramatización de una serie de hechos reales verdaderamente extraordinarios y dignos de conocer. Annette Bening nos muestra a una Nyad convincente, que exhibe en el rostro y en todo el cuerpo la edad del calendario. A sus 60 años, en la tranquilidad del retiro, no quiere dejar de imponerse objetivos que alienten, como le ocurrió toda la vida, la superación de sus propios límites. Es una mujer de espíritu intransigente, incapaz de aceptar limitaciones sociales o afectivas cuando se le mete una idea en la cabeza. En su caso, la alegría se expresa en la afirmación de su terquedad.
La única que parece entender ese temperamento es Bonnie (Jodie Foster), su compañera y amiga de toda la vida, con quien además mantuvo una breve relación amorosa “hace 200 años”, según recuerda Nyad. Hay entre ambas una sucesión memorable de diálogos llenos de información, memoria afectiva y toda serie de sentimientos encontrados que la cámara atrapa con una naturalidad asombrosa. Los realizadores Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi consiguen una proeza parecida a las que logró Nyad en el pasado: trasladar a la ficción todas las tensiones y las emociones que rodean a los protagonistas de desafíos extremos y casi inverosímiles como Free Solo, el notable largometraje documental sobre las personas que escalan sin arneses o cables escarpados muros montañosos, expuestos todo el tiempo al riesgo de caer al vacío.
Ese thriller de la vida real, como caracterizó LA NACION a esta producción ganadora del Oscar que consagró a Chin y Chai Vasarhelyi, se traslada del montañismo a la natación en aguas profundas. Y cruza las fronteras entre la realidad y la ficción. Nyad sueña con ser la primera en unir a pura brazada Cuba y Key West también sin protección. No quiere nadar dentro de una jaula para resguardarse del ataque de los tiburones y otros peligros marinos. Nadie la convencerá de lo contrario.
La película es la crónica de la búsqueda de esa hazaña. Como si homenajeara en silencio al cine de Howard Hawks, Nyad pone en primer plano a un par de mujeres muy valerosas, acompañadas de un equipo competente y profesional (con el excelente Rhys Ifans a la cabeza) que vive ese desafío deportivo también como una gran aventura. Todo lo que ponen en juego las protagonistas aparece también hábilmente conectado con un pasado marcado por traumáticas experiencias de abuso. Ese factor, que en otras manos menos inspiradas se hubiese convertido quizás en un fin en sí mismo cargado de ingredientes testimoniales, aquí se pone al servicio de la acción. Nos ayuda a entender el por qué de esa fibra fuera de lo común que lleva a la protagonista a no detenerse frente a cualquier obstáculo.
Nyad registra todos los pasos del recorrido con admirable atención a los aspectos más humanos sin perder de vista las coordenadas de la exigencia deportiva. Cada avance y retroceso en el camino hacia la meta final está narrado con precisión, sin énfasis y con las dosis de emotividad necesaria para mantener la tensión, sostener el suspenso y evitar al mismo tiempo cualquier desvío, distracción o subrayado. Chin y Chai Vasarhelyi saben que una narración de este tipo tiene que despojarse del lastre y concentrar la atención en la peripecia de sus protagonistas. Así, el relato se hace entretenido y apasionante de principio a fin.
La historia no llegaría tan lejos sin el aporte esencial de sus protagonistas. Bening entendió a la perfección cómo personificar a Nyad. Concibe al personaje como un ejemplo de valor, concentración, firmeza y obstinada tenacidad, mucho más que una deportista veterana dispuesta a ponerle el cuerpo a un compromiso que parece estar más lejos de sus posibilidades. Lo de Foster es todavía más portentoso: en su interpretación hay energía, compromiso, sensibilidad, humor y un talento poco común para mostrar con gestos mínimos todo lo que significa la amistad y el amor hacia otra persona. Toda esta excelencia interpretativa, además de recibir nuestro aplauso, merece ser reconocida con un lugar de privilegio para ambas en la próxima temporada de premios.
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