La era del plagio: ¿Cómo componer música pop bajo sospecha constante?
No es fácil ser compositor de música pop en estos tiempos. El público casi nunca ve tu nombre. Para casi todas las canciones, con excepción de los súper hits, las regalías por la reproducción de la música en Internet o plataformas son infinitesimales (al parecer, las grandes compañías tecnológicas quieren que siga siendo así).
Y, encima, está la sombra del caso legal contra "Blurred Lines".
Cuatro años después del juicio por derechos de autor de esa canción, en el cual se ordenó a los principales compositores – Robin Thicke y Pharrell Williams – que pagaran cinco millones de dólares al considerar que copiaron el éxito de Marvin Gaye "Got to Give It Up", el caso sigue muy presente en la industria musical y entre los compositores independientes. Ahora les queda la duda: ¿en qué casos un homenaje tonal se convierte en plagio?
Consultados, abogados especializados en propiedad intelectual y ejecutivos de la industria musical dijeron que ese caso ha contribuido a un aumento de las demandas por derechos de autor. En septiembre de este año, Ed Sheeran irá ante los tribunales para defender "Thinking Out Loud", una canción ganadora del Grammy que se dice que copió a otro clásico de Gaye, "Let’s Get It On". Hace dos años, Sheeran llegó a un acuerdo fuera de las cortes para otra demanda, por la acusación de que el megaéxito "Photograph" tenía demasiadas similitudes con "Amazing", del compositor y cantante británico Matt Cardle.
Las consecuencias del fallo de "Blurred Lines" (que fue ratificado el año pasado después de una apelación) han sido especialmente duras para los compositores que trabajan en las sombras a pesar de que sus creaciones lanzan a otros al estrellato. Las repercusiones para ellos han sido ineludibles: han afectado la división de regalías, los costos jurídicos y de seguros e incluso el proceso para componer.
Evan Bogart, quien ha escrito temas para Beyoncé, Rihanna y Madonna, describió que ahora se cuestiona mucho cuando está en el estudio debido a la preocupación de que una melodía o letra posiblemente cruce una línea que él ni siquiera puede distinguir.
"No debería estar pensando en precedentes jurídicos cuando intento escribir un coro", dijo Bogart.
Muchas de las acciones legales por posible plagio no llegan hasta un juez. En cambio, se resuelven de forma discreta (a menudo con acuerdos de confidencialidad de por medio) y solo quedan en evidencia por las letras pequeñas en los créditos autorales.
Está el caso de "Friends", el éxito del DJ y productor Marshmello y la cantante Anne-Marie. Cuando la canción apareció por primera vez en las listas de popularidad, en febrero de 2018, se les daba el crédito a tres personas: Marshmello, Anne-Marie y Nat Dunn, una cantante y compositora australiana. Para junio, cuando llegó al puesto número once de la lista de Billboard y varias versiones tenían más de 640 millones de reproducciones en canales de YouTube, aparecían otros cinco nombres en la lista de créditos.
Entre la fecha de lanzamiento de la canción y la época en la que se volvió éxito internacional, los tres autores originales de "Friends", a quienes se les dio el crédito como compositores, fueron acusados de plagiar una canción de 2017 llamada "Obvious", del productor Eden Prince e interpretada por la cantante Cassie.
Entre los compositores de "Obvious" estaban Eden Prince, tres miembros de una agrupación musical británica llamada The Six y otra cantante, Jasmine Thompson. Ellos aseguraban que un verso de "Friends" (Haven’t I Made it Obvious, Haven’t I Made it Clear?) era copia de un verso similar de "Obvious" (Did I Make it Obvious, Did I Make it Clear?).
Nat Dunn, una de las compositoras de "Friends" con el crédito inicial, afirmó al ser consultada que le parecía "ridícula" la acusación de plagio, pero que sus abogados le habían aconsejado no pelearla para evitar los tribunales, donde el resultado sería impredecible. "Todos dijeron: ‘Aclarémoslo y hagamos que desaparezca’", recordó. "Llegué a un acuerdo legal a regañadientes –añadió–. Me ha pasado que estoy escribiendo y un abogado o musicólogo me dice: ‘Suena un poco como aquella canción vieja; te van a acusar’".
Las controversias por derechos de autor no son una novedad en la industria musical. En los Estados Unidos se remontan al menos hasta 1844, con una demanda referente a la publicación ilegal de las partituras de "The Cot Beneath the Hill", de W. J. Wetmore.
De vez en cuando, un caso obliga a toda la industria a hacer alguna modificación. En 1976, por ejemplo, los compositores tuvieron que reconocer que existe el plagio involuntario después de que un juez falló que George Harrison había basado "inconscientemente" su primer éxito como solista, "My Sweet Lord", en el clásico de un grupo musical femenino llamado The Chiffons, "He’s So Fine".
Harrison escribió en sus memorias que después del veredicto sentía una "paranoia respecto de componer, que se fue acumulando" cada vez más, expresó el ex-Beatle.
De acuerdo con muchos abogados y ejecutivos, el caso de "Blurred Lines" es el punto de inflexión más reciente en hacer que las reglas tácitas de la composición entren en debate.
"No me queda duda de que ha habido un efecto escalofriante –dijo la litigante Christine Lepera–. La gente le ha dado mucho peso a esto… mucho más del que merece. Los acusados podrían mostrarse más proclives a no defenderse ante un tribunal".
Como señalan los compositores con frecuencia, hay una cantidad limitada de notas en la escala musical y la influencia es fundamental para el arte. Harvey Mason Jr., compositor y productor, afirmó sobre "Blurred Lines" que el caso "perturbó a muchas personas que se dedican a escribir canciones, porque gran parte de lo que inspira a la gente creativa es el trabajo que precede".
El caso también cambió las reglas para los abogados. Edwin F. McPherson, litigante que no estuvo de acuerdo con el veredicto de "Blurred Lines", aseguró que ese fallo alteró cómo se determina qué casos de derechos de autor van a juicio. "En el mundo normal, diría que la posibilidad es mínima –dijo McPherson–. Pero ahora debo agregar una advertencia cada vez que asesoro a un cliente: porque está el caso de ‘Blurred Lines’".
En el juicio sobre violación de los derechos de autor con esa canción, quienes administran el patrimonio de Marvin Gaye sostuvieron que había pasajes musicales específicos que habían sido plagiados. Los abogados de Thicke y Williams replicaron que solo habían creado una pieza con un ritmo y estilo similares, algo que los músicos (y los abogados en derechos de autor) habían considerado juego limpio desde hacía mucho tiempo.
La jueza Jacqueline H. Nguyen, parte del tribunal de apelaciones del noveno circuito norteamericano que mantuvo el fallo, explicó en un texto adjunto que disiente sobre la decisión porque el veredicto permitió a quienes demandaron en nombre de Gaye "lograr lo que nadie había logrado antes: reclamar derechos de autor por un estilo musical".
En lo que respecta a los compositores, el efecto del caso ha irrumpido en sus sesiones en los estudios. Las disqueras y empresas constantemente quieren revisar las canciones nuevas en caso de que hagan eco, aunque sea mínimo, de alguna obra pasada.
"Me ha pasado que estoy escribiendo y un abogado o musicólogo me dice: ‘Suena un poco como aquella canción vieja de un artista cuya administración sucesoria está muy activa; te van a acusar’ –contó Mason Jr., quien ha trabajado con artistas como Whitney Houston y Kelly Clarkson–. Entonces modifiqué algunas notas".
El buen compositor no imita, roba
Ningún músico (famoso) a lo largo de la historia ha estado exento de ser acusado de plagio. Si hasta Vicente López y Planes y Blas Parera fueron denunciados por el plagio de una parte del Himno Nacional Argentino (1812), supuestamente tomado de la "Sonata Dos Pianos", que Wolfgang Amadeus Mozart compuso en 1781.
Al tratar de explicarlo, algunos teorizan sobre las melodías que "están en el aire" en determinada época, ya sea por cuestiones culturales o sociales, aquí, allá y en todas partes; otros buscan razones científicas utilizando un término como la criptomnesia, creado por el psicólogo suizo Theodore Flournoy, que hace referencia a la existencia de recuerdos ocultos en la conciencia (la persona no sabe que los tiene y no recuerda de dónde los obtuvo y por lo tanto cree que son originales) y que se popularizó cuando George Harrison fue diagnosticado con esta enfermedad, luego de ser acusado de plagio por el grupo The Chiffons tras el lanzamiento de su primer gran éxito como solista, "My Sweet Lord"; está también la casualidad, por supuesto; y hay quienes aceptan haber estado "inspirados por" o quienes sostienen con hidalguía que lo suyo se trató tan solo de "un homenaje".
La música ya está hecha
A partir de los años 80, con la popularización del "sampleo", tanto en el hip hop como en la música electrónica, las disputas por plagio o uso indebido de partes de canciones de otros llevaron este tema a un nuevo estadio, que poco después parecía haberse resuelto con la correcta (y legal) transcripción en la información del disco de cada uno de los "samplers" (los créditos de un disco como Paul’s Boutique, de Beastie Boys, tendrían que considerarse como un género literario en sí mismo y, por supuesto, una guía musical hecha por expertos).
Pero en esta era digital, con una discoteca virtual infinita al alcance de un clic, escapar del plagio (consciente o inconscientemente) parece una utopía para cualquier músico, especialmente en el universo pop, donde los éxitos se fabrican cada vez más siguiendo una ecuación matemática o atendiendo al pie de la letra el manual del hit ya probado.
"La música ya está hecha", aseguró alguna vez Charly García , y remató parafraseando a Igor Stravinsky, quien sostuvo que "un buen compositor no imita, roba": "Cuando le robás a uno, sos un mediocre, y cuando les robás a todos, sos un genio", concluyó entonces el músico argentino, que, con su ironía brutal, llegó a preconizar que Prince había compuesto "Purple Rain" robándole los acordes de "Canción para mi muerte". Say No More.
Columna de opinión de Sebastián Ramos
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