La diversidad artística de un joven transgénero con temple de acero
Franco Orcellet está en silla de ruedas, pero eso no le impidió crear su propia historia de amor con música de Cerati
Escribió y protagoniza Amor infinito, una obra teatral inspirada en la música de Gustavo Cerati, pero no acepta que lo rotulen como actor, prefiere que lo conozcan como el rapero creador de rimas que derriban los estereotipos y prejuicios que gran parte de la sociedad tiene en torno a las personas con discapacidad.
Franco Orcellet no es un Querubín rodante, bajo ningún punto de vista. Tampoco podría decirse que se camufla de íncubo para componer sus letras musicales con tintes sexuales, no, pero sin duda se puede afirmar que es un artista con diversidad funcional con la capacidad nata de moverse a gusto en el escenario que la vida le proponga.
Nació en octubre de 1990, y la primera piedra a sortear en el camino fue la parálisis cerebral por hipoxia que la mala praxis realizada por los médicos que no atendieron a su madre en cuanto rompió bolsa le ocasionaron de rebote, dejándole un edema en el cerebro e impedimentos al caminar y usar sus manos. Su nombre femenino fue efímero, una vez que comenzó a transitar su camino la identidad de género que a todos nos atraviesa lo bautizó como Franco Ignacio. Acostumbrado a seguir su instinto comenzó a tomar clases de teatro y canto, y al no encontrar el lugar adecuado para dar rienda suelta a su arte sin ser encasillado en prejuicios ajenos decidió resolverlo sin rodeos y crear su propia oportunidad.
"Amor infinito es una obra creada por el deseo de ser parte del teatro musical y no encontrar respuesta por parte de docentes y escuelas que me quisieran formar integralmente -afirma Franco para proseguir con crudeza-. Las actividades planteadas para personas con discapacidad son restringidas a los lugares de discapacidad, y mayormente es para el ámbito deportivo, y no el artístico. Los profesores de arte no se forman tanto, solo siguen un 'manual' de como se es 'artista' y cuando viene alguien en silla de ruedas no saben adaptarse. Están seteados para ver el error, y no el logro. Si querés bailar y se te tuerce un pie, ya no es estético para una obra, si desafinás, no podés cantar. No ven dónde empezaste y dónde estás ahora, solo corrigen".
Aunque haya escrito y protagonizado una obra teatral, Orcellet no acepta que lo rotulen como actor: "Ante todo soy cantante, dado que nací cantando, lo hago desde que tengo memoria aunque no sea ni afinado ni correcto por mi discapacidad, pero mi conocimiento y mi trabajo corporal están centrados en que pueda cantar cada día mejor. Podríamos decir que soy rapero. El teatro, en general, no me gusta, aunque cuando El fantasma de la Ópera, llegó a la Argentina, en 2009, me provocó un clic. Por primera vez estuve atento durante más de dos horas que dura el show y sintiendo que quería hacer eso: cantar, bailar, actuar, todo junto. Pero nunca quise ser actor per se, siempre fue por la música".
Franco tomó clases de danza en la UNA, y sintió que lo frustraba crecer y nunca poder mostrarlo más allá de su entorno cercano. Actualmente asiste a clases de canto y rehabilitación respiratoria con Flor Regina, con quien trabaja para mejorar su capacidad respiratoria y dicción. Fue cuando su maestra llevó adelante su propio proyecto teatral que el alumno se preguntó por qué no escribir y protagonizar él también una obra.
"Te miro bailar y me inspiro, entro en masturbación mental aunque dicen que de sexo no debo hablar, que mis ruedas giran y no puedo fantasear. No soy un ángel, tampoco un demonio... Estoy sentado pero puedo ser tu novio". Las letras de Orcellet son contundentes al igual que su dramaturgia. En Amor infinito expone sin tapujos su pensar y sentir en la historia de Facundo y Luna, dos jóvenes usuarios de silla de ruedas conectados a través de la música de Gustavo Cerati que se enamoran perdidamente y están alejados por los miedos y los prejuicios sobre su condición.
Él mismo interpreta a Facundo, un joven con discapacidad que se anima a desafiar los estereotipos y etiquetas que conlleva para otros el vivir con esa característica ya sea de nacimiento o luego de haberla adquirido. La coprotagonista de esa historia de amor es Josefina Delgado, licenciada en Arte Dramático de la USAL que en 2016 tuvo un grave accidente que le causó una lesión medular a nivel cervical, por lo que actualmente se traslada en silla de ruedas, por lo cual Amor infinito resultó una motivación para su recuperación y la posibilidad certera de retomar su vida artística.
El resto del elenco está compuesto por Gustavo Torres y Silvia Djeska como los padres de Facundo, quienes muestran una postura cotidiana permisiva y sobreprotectora, respectivamente. Además se destacan las actuaciones de Florencia Porta y Joaquín García en la piel de Mili y Thiago, los mejores amigos de la pareja central, quienes simbolizan a la perfección la contención y lealtad que se encuentran intrínsecas en esos vínculos y entrelazan su propio romance con el de los protagonistas, para que el nudo de la historia dirigida por Ricardo Carranza encuentre la rima que duerme con todas las palabras para usar el amor como un puente y llegar al desenlace.
"Este militante es rodante, pero puede ser buen amante. Permite demostrarte que la silla es solo un accesorio, que está para tu disfrute y eso no se discute. Hoy pasás a mi dormitorio, o si te divierte más saco los frenos y tenemos sexo giratorio...", la respuesta que tendrá esa propuesta lírica de Franco Orcellet y el final de Amor infinito son incógnitas que podrán develarse por última vez hoy, a las 21.30, en Cirujismo Espacio Cultural, ubicado en Dean Funes 1267. Las entradas se consiguen en la boletería del lugar y cabe destacar que las personas con discapacidad ingresan sin cargo.