La despareja The Marvels profundiza las dudas más inquietantes sobre el futuro de Marvel
Lejos de sus mejores tiempos, cuando los personajes centrales tenían mayor carnadura y compromiso, la nueva película del estudio expresa a través de la transformación de una fan en superheroína el tipo de identificación que busca entre sus seguidores.
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The Marvels (Estados Unidos/2023). Dirección: Nia DaCosta. Guión: Nia DaCosta, Megan McDonnell y Elisa Karasik. Fotografía: Sean Bobbitt. Música: Laura Karpman. Edición: Catrin Hedström y Evan Schiff. Elenco: Brie Larson, Iman Vellani, Teyonah Parris, Zawe Ashton, Samuel L. Jackson. Duración: 105 minutos. Distribuidora: Buena Vista. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
La pérdida cada vez más grande de interés por lo que pasa en las películas de Marvel coincide en el tiempo con lo que ganan los llamados influencers al intervenir y participar de ese mundo. El ejemplo más explícito de esta relación de causa y efecto funciona como eje narrativo de la despareja, irresuelta y vacilante The Marvels. La figura central de esta aventura es Kamala Khan (Iman Vellani), una adolescente de Nueva Jersey que vive con su familia pakistaní y sueña con sumarse al equipo de los Avengers de la mano de su ídola Carol Danvers (Brie Larson), ni más ni menos que la Capitana Marvel.
La máxima fantasía de la comunidad de seguidores incondicionales de la marca se convierte así en realidad. Buena parte de la trama de The Marvels se dispara desde el momento en que Kamala, que en su origen no es otra cosa que una genuina, entusiasta y soñadora exponente del fandom, es ungida con los superpoderes que certifican su pertenencia plena al Universo Cinematográfico de Marvel (MCU).
La experiencia puede llegar al extremo del entusiasmo para los fans desde el momento en que Kamala descubre que puede intercambiar funciones, poderes y personalidades con su admirada Carol Danvers y también con Monica Rambeau (Teyonah Parris), a quien conocimos en Capitana Marvel (2019) con 10 años como hija de la capitana Maria Rambeau, la mejor amiga de Carol. Todas para una y una para todas.
Esa reciprocidad no aparece de manera natural ni adquiere sentido a partir de lo que hacen y sienten los protagonistas. Se nos revela a través de una explicación alambicada y llena de giros pseudocientíficos, una de las tantas que irán apareciendo cada vez que la trama llega a algún punto sin retorno que obliga a “recalcular” la trama. Un ejemplo al pasar: “nuestros poderes de luz están entrelazados y por eso cambiamos de lugar cada vez que los usamos al mismo tiempo”. Todo hay que sobreexplicarlo, nada de esto se desprende de lo que vemos, sino todo lo contrario.
Confuso viaje a la dispersión
Tal vez el propósito de The Marvels pase por afirmar el valor y el poder de la amistad femenina como condición de cualquier triunfo en el mundo real y en el fantástico. A ese propósito se comprometen las tres superheroínas. Tienen tareas, mandatos y misiones por cumplir en una línea a la que cuesta encontrarle un hilo conductor. El confuso viaje llega al extremo de la dispersión durante la escala en un planeta musical llamado Aladna, cuyos pobladores cantan en vez de hablar. Con todo este material el Taika Waititi de Thor: Ragnarok se hubiese hecho un festín, pero en las manos más indecisas e inexpertas de Nia DaCosta el resultado es casi kitsch.
Tampoco ayuda mucho la ausencia de un antagonista de peso. Zawe Ashton no tiene la energía suficiente como para transmitir toda el ansia de venganza que tiene su personaje, la aguerrida Dar-Benn. Toda esa blandura, en el fondo, cobra sentido cada vez que vemos la escasa altura que muestra en este regreso la Capitana Marvel. Parece difícil lograr como aquí que una actriz con tanto brillo natural como Brie Larson luzca tan pálida e inexpresiva, casi como una figura decorativa que de tanto en tanto toma impulso para lanzarse hacia la estratósfera y sumarse al ruidoso dispositivo espacial diseñado a puro CGI.
Todo lo que pasa en este entramado intergaláctico se parece mucho a lo que vimos en las películas más recientes de Marvel. Casi no hay imaginación en las sucesivas batallas que los personajes libran en medio de una avalancha de pirotecnia visual. Como si antes y ahora todas esas escenas estuviesen hechas por un mismo equipo dominado por la rutina y un profesionalismo por lo menos apático.
A esta altura ya ni siquiera alcanza con el viejo gancho de las escenas post-créditos. Lo mejor de Marvel parece haberse quedado en el pasado, cuando los superhéroes experimentaban con los pies sobre la tierra y una carnadura de la que hoy carecen aquello de que un gran poder entraña una gran responsabilidad. Alcanza con comparar el lugar que ocupan los familiares de Peter Parker en las películas del Hombre Araña con el de los padres y el hermano de Kamala Khan en The Marvels. De seguir así las cosas, solo quedará reservado el festejo de cada bonus track y cada nueva entrada en ese revoltijo llamado “multiverso” a quienes puedan acreditar su identificación exclusiva (y excluyente) con el fandom y el ingente trabajo de los influencers. El resto se quedará cada vez más lejos de este mundo.
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