La desgarradora carta que Maju Lozano le dedicó a su mamá, que murió en las últimas horas: “Le dije que se vaya”
La conductora compartió en redes sociales unas sentidas palabras que escribió el fin de semana, mientras estaba junto a la mujer en la habitación de una clínica
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El lunes 29 de mayo murió Ana María Lahitte, la mamá de Maju Lozano. La mujer de 83 años estaba internada y durante el fin de semana, la conductora compartió en Instagram una desgarradora carta de despedida que escribió, mientras la acompañaba en sus últimas horas.
“La vida es una gran sala de espera”, comenzó Lozano para reflexionar sobre el momento que atravesó. “Estoy acá con mi madre a mi lado, esperando la muerte, su muerte, que es también, un poco, la mía”, señaló y aseguró que se trató de algo que le resultaba “insoportable y enloquecedor y por momentos olía a paz y ternura”.
En la misma línea, explicó que los pensamientos que plasmó en un escrito ocurrieron mientras escuchaba la pausada respiración de su madre, el ruido del monitor que informaba su estado y el goteo de la vía que le propiciaba medicina: “Ya le dije que se vaya, ya hice todo lo que te recomiendan los médicos y psicólogos. Los curas y las enfermeras. Pero, la muerte es esa cosa extraña con tiempos propios. La inmanejable muerte”. Asimismo, se planteó la pregunta de que en no sabía si prefería estar sola cuando ocurriera el deceso o sí que quería que esté su hermana presente.
Por último, remarcó que la muerte se aleja de aquella que se muestra en las ficciones, sin un momento romántico. En su caso, aseguró que no tenía nada por decirle a su madre y el silencio entre ellas fue el escenario que le gustó, en esa “despedida”.
El lunes por la tarde, a dos días de su carta, Maju compartió un video de hace un tiempo en donde se ve a Ana María muy alegre rodeada de gente. “Ahora si mamita, a bailar en paz. Te amo con toda mi alma”, escribió para darle el último adiós en redes sociales.
La carta completa que Maju Lozano le dedicó a su mamá
La vida es una gran sala de espera. Vivimos esperando que nos toque el turno...el turno del amor, del desamor, del trabajo, del descanso, del fin de semana, del feriado, del almuerzo, de los amigos, los enemigos. Esperamos y desesperamos, y esperamos sin esperar nada. Y así la vida y así la muerte.
En estos momentos me encuentro en la sala de espera más dura que me ha tocado esperar. Estoy acá con mi madre a mi lado, esperando la muerte, su muerte que es también, un poco la mía.
No es una espera como la esperaba, no es tan cruda como la pensé... por momentos es insoportable y enloquecedora, y por momentos huele a paz y a ternura. Estoy sola, recostada a su lado, esperé mucho este momento, estaba abrumada con tanta gente velándola en vida. Ansiaba estar a solas con ella. Escucho su respiración que por momentos se detiene y son segundos de inmensa incertidumbre y un poco también mi respiración se detiene y es una pausa eterna y volvemos a arrancar.
El goteo de la morfina cae lentamente y el monitoreo hace un juego de luces que creo me encanta, hay algo en el ritmo de ese goteo, las luces y la respiración de mi madre que me resultan fascinantes. Van a ritmo y eso me gusta, me gusta lo que sucede en el silencio de esta espera.
No sé qué la detiene, se lo he preguntado infinitas veces pero tampoco sé si ella lo sabe, quizás una vez más esconde un secreto. A mí no me gusta ese olor, tampoco sé si a ella le gusta, pero ahí está entre sus manos. La miro y sé que ya no es ella, es tan coqueta que estoy segura de que no le gustaría verse así. Si pudiera le pondría rubor en sus mejillas, no le gusta verse pálida, no traje rubor, no pensé que lo necesitaría.
Respira, se detiene y respira. Por momentos quiero que se detenga, pero cuando se detiene la miro y le digo ‘mami, no seas vagoneta’. ¿Qué será lo que la detiene? Ya le dije que se vaya, ya hice todo lo que te recomiendan los médicos y psicólogos. Los curas y las enfermeras. Pero la muerte es esa cosa extraña con tiempos propios. La inmanejable muerte. Me pregunto qué prefiero, me pregunto si quiero que venga ahora que estamos las dos solas o cuando venga mi hermana y estemos las tres como siempre lo hemos estado. Me pregunto si me daré cuenta, si la habitación se pondrá fría y oscura o tibia y luminosa.
Es extraña la vida, casi siempre lo es, pero cuando la muerte anda rondando todo se detiene un poco. Todo en este cuarto lo está. Afuera todo sigue igual. El mundo no se detiene, aunque el tuyo sí, pero está bien que así sea. No tengo reproches hacia mi amada madre, no tengo caso nada que decirle, pensé que sería como en las películas, que le hablaría mucho, que acariciaría sus manos y besaría su frente. La muerte no es tan romántica. La muerte es la muerte y se la vive cómo puede.
Es raro vivir la muerte, me parece contradictorio. Es mi madre y no siento que sea necesario decirle nada más, ella sabe todo, ella es mi mamá y a las mamás no hay que explicarles nada, porque las mamás son sabias o al menos la mía lo es, y eso me tranquiliza, me gusta saber que ella sabe que la amo. Me gusta este puente silencioso que se ha creado entre las dos. Me gusta la música de su respiración pausada, y ese leve sonido del aparatito que la asiste.
Me gusta la paz que hay en el cuarto, cuidarla en soledad, unidas en la espera de su muerte y no duele tanto por ahora...estoy preparada en la espera para cuando ella lo esté. Tranquila mami, acá estamos para cuando vos lo decidas. Vení cuando ella te llame, muerte, vos ya sabés el camino”.
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