La decisión más difícil de su vida: el día en que Sylvester Stallone vendió a su perro para hacer “Rocky”
El actor atravesaba un difícil momento económico antes de filmar la película que lo llevó al estrellato, por lo que debió separarse de su amigo más fiel y querido; la estrafalaria suma que pagó para recuperarlo
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De las cosas más difíciles a las que Sylvester Stallone tuvo que enfrentarse en su etapa previa a alcanzar el éxito con su emblemático personaje de Rocky Balboa, probablemente lo más duro y doloroso que vivió fue separarse de su mejor amigo.
A diferencia de otros actores, que consiguen posicionarse en el universo del cine en su niñez o adolescencia, al neoyorquino nacido en 1946 le llegó la oportunidad a sus 29 años. Y no fue necesariamente por un golpe de suerte, sino por su notable creatividad y su admirable firmeza a la hora de negociar algunos pormenores sobre su rol, que al final marcarían su vida para siempre.
Un contexto difícil
En sus jóvenes 20, Stallone vivía con su novia y las cosas no resultaban para nada fáciles. Al menos en el plano financiero y profesional. Su sueño de ser actor parecía alejarse cada vez más, una frustración que compartía con su pareja, que también aspiraba a ser actriz. Mientras tanto, los trabajos que la futura celebridad tomaba eran ni más ni menos que para cubrir los gastos básicos de su rutina.
Estaba “verdaderamente en la quiebra”, según describió el propio protagonista hace algunos años, cuando contó, como en otras ocasiones, la realidad que vivía antes de acariciar el éxito.
Pero quien más adelante sería reconocido como “Rocky Balboa” tenía un compañero muy especial, de quien aprendió el oficio que le terminó salvando la carrera y el sueño. “Estos somos Butkus y yo, cuando él todavía era un cachorro. Estábamos los dos flacos, hambrientos y viviendo en un departamento de mala muerte sobre una parada de subte”, describió Sylvester en una publicación de Instagram en marzo de 2017.
Allí, se observaba un Stallone joven, con la mirada algo triste; sobre sus piernas, su pequeña mascota de raza Bullmastiff; y a un costado del sillón, un block de hojas con algunas anotaciones que significaban algo más que palabras en un simple cuaderno.
“No teníamos mucho que hacer más que pasar tiempo el uno con el otro y ahí fue cuando empecé a aprender el arte de escribir guiones”, relató además sobre una pasión y talento que comenzaba a desarrollar.
Lo cierto es que tenía algo más de 100 dólares en su cuenta de banco y su situación parecía no mejorar. Corría el año 1975. A Stallone no le quedaba otra opción que vender las joyas de su esposa, Sasha Czach. Según algunas versiones, lo hizo a escondidas.
Pero más tarde le tocaría a él. El aspirante a actor seguía siendo rechazado en los castings y el dinero faltaba. No salía casi nunca de su casa. Prefería quedarse y apoyarse en el compañerismo de Butkus. Así lo relató él mismo en su recuerdo en las redes, antes de confesar que “años más tarde, cuando las cosas se pusieron aún peor”, tuvo que venderlo por 40 dólares en frente a una tienda de 7-Eleven.
Ya no podía ni comprarle la comida por lo que pensó que, para protegerlo, debía ofrecerle un hogar donde sí pudieran cuidarlo y, de paso, sacar algo de rédito económico por eso.
Un giro inesperado
La noche que le salvó la vida a Sylvester Stallone fue una histórica para el boxeo mundial. Esa noche, a sus 28 años, milagrosamente vio por televisión el emblemático combate entre Chuck Wepner y Muhammad Ali. Wepner rozaba sus últimos años como boxeador y Ali ya era uno de los más grandes de todos los tiempos.
Si bien la pelea la terminó perdiendo Wepner por KO, esa noche pasó a la historia porque ambos personajes ofrecieron un inigualable show deportivo. Y Stallone quedó tan fascinado con lo que sus ojos habían visto que se vio inspirado a escribir ni más ni menos que el guion de Rocky.
En ese entonces, Sylvester y Butkus todavía estaban juntos. De hecho, el actor llegó a decir que fue idea de su perro escribir la película. “Pero no se lo digan a nadie”, les pidió, en broma, a sus seguidores. Después llegó la triste despedida. Es que Stallone no sabía que sus renglones serían vendidos más tarde por 350 mil dólares.
Paradójicamente, aquellas palabras que escupió en su block de notas tras la noche del 24 de marzo de 1975 se traducirían en un éxito que conquistó Hollywood y que él mismo acabó protagonizando.
El esperado reencuentro
Ahora que había conseguido recomponer su situación económica -más bien transformarla por completo, dado que en su haber se puede decir que tenía una fortuna- a Stallone le faltaba algo más importante: recuperar a su mejor amigo.
Para ello, volvió al 7-Eleven donde había vendido a Butkus, con la esperanza de encontrar al hombre que ahora gozaba de la compañía del Bullmastiff. Tuvieron que pasar tres días para que finalmente se cruzara con el nuevo dueño quien, después de escuchar las razones por las que su vendedor quería recuperarlo, se negó a entregárselo.
“El nuevo dueño sabía que yo estaba desesperado y me cobró 15.000 dólares. Valió la pena cada centavo”, relató Stallone sobre el acto de amor más grande que tuvo para con su compañero de cuatro patas.
Butkus, quien murió en 1981 por un ataque al corazón, marcó la vida de su dueño. Así lo describió en un recuerdo que compartió después de su partida, donde decía: “Cuando tenía 26 años estaba totalmente en quiebra, sin rumbo alguno, con dos pares de pantalones que apenas me entraban, zapatos con agujeros y sueños de ser exitoso... Pero tenía a mi perro, Butkus, mi mejor amigo, mi confidente, que siempre se reía de mis chistes, me aguantaba en mis malos humores y era el único ser vivo que me amaba por quien yo era”.
Así, Rocky le permitió a su protagonista no solo salvarse económicamente y ganar el Premio Oscar a Mejor Película -además de ser nominado a Mejor Actor-, sino recuperar eso que muchas personas en el mundo valoran tanto: la amistad entre el hombre y sus mascotas.
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