La comedia, el eje de una puesta despojada
El murciélago, de Johann Strauss. Director musical: Hernán Sánchez Arteaga. Directora escénica: Ana D'Anna. Vestuario: María Jaunarena. Iluminación: Gonzalo Córdova. Elenco: Mirko Tomas (Eisenstein), Monserrat Maldonado (Rosalinde), Constanza Díaz Falú (Adele), Santiago Martínez (Alfred), Ernesto Bauer (Falke), Gabriel Carasso (Frank), Patricio Oliveira (Blind), Rocío Arbizu (Orlofsky), Carlos Kaspar (Frosch), Lucía Alonso (Ida). Juventus Lyrica. teatro: Avenida. Nuestra opinión: muy bueno
La belleza de las obras de Johann Strauss no solo se encuentra en sus melodías inagotables y danzas de estampa vienesa, sino también en la capacidad de evocar (aún hoy) imágenes festivas. ¿Quién no recuerda bailar, entre la alegría y el ridículo, algún vals de Strauss en una fiesta? Fiel a este espíritu gozoso, Juventus Lyrica abrió su temporada con el mayor exponente de la opereta vienesa. En El murciélago, una venganza desata una serie de enredos, que encuentran su cumbre en una celebración con bailes, champagne y personajes enigmáticos.
D'Anna trabajó una puesta despojada, que en todo momento pone en eje la capacidad de los intérpretes para hacer comedia. La libertad que presenta la opereta para actualizar el humor fue aprovechada con diálogos efectivos. El género también presta albedrío para reemplazar acotadas secciones: en este caso se incluyó (entre otras piezas para voz) el Ave María de Piazzolla, obra ante la que el humor tuvo que salir al rescate, previniendo que se dilate una dudosa instancia de digresión.
El diseño de la escenografía fue particularmente acertado en el tercer acto, en el que las estructuras desnudas y elastizadas instalan el ámbito de una cárcel bajo una imagen liviana y efectiva para la comedia. La orquesta, bajo la batuta de un hombre que conoce profundamente las necesidades de la voz, hizo fluir las danzas y acompañó con enorme consideración al elenco.
Rosalinde fue encarnada por Monserrat Maldonado, que demostró una vez más su maleabilidad actoral y notable caudal de voz. Desde el principio se presentó sobre el escenario con una embriagante frivolidad, digna de su rol, y un vestuario que mutó acertadamente durante la noche. Lucía Alonso (Ida) logró un papel robusto y con un buen despliegue vocal. Tomas (Eisenstein) como el engañador engañado, y Martínez (Alfred) como el enamorado del tedioso lirismo, cumplieron sus roles con rigurosidad musical y enorme comicidad. El resto del elenco tuvo una performance más que correcta durante la noche, inspirando un deleite particular en las secciones en conjunto.
Con un dúo de dirección de enorme experiencia, Juventus Lyrica arrancó la temporada con un acierto que merece un brindis con champagne.
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