La buena Estrella sobre el cielo de Fito Páez
Muy bueno. Concierto de Miguel Angel Estrella (piano), junto a Fito Páez (canto y piano), Guillermo Vadalá (bajo eléctrico) y la Camerata Bariloche, dirigidos por Gerardo Gandini. Idea original: Miguel Angel Estrella, Fito Páez, Cristián de Gainza, Nora Raffo y Juanita de Carlisky. Música original de la obertura, arreglos y dirección general:Gerardo Gandini. Coordinación general: Cristián de Gainza y Fernando Travi. Producción general y ejecutiva: Fernando Moya y Cristián de Gainza. En el Coliseo Podestá de La Plata. Hoy, en el Luna Park, y el domingo en el Teatro Colón.
Quizá no fuera este concierto sino la ocasión para mostrar, simplemente, el maridaje Beethoven-Fito Páez, Yupanqui-Haydn, Rosita Melo-Couperin, Satie-Piazzolla, Bartok-Gandini sin ningún tipo de conflicto personal ni secuela de divorcio. Tal vez un acercamiento forzoso de muchos jóvenes fanáticos de Fito a la belleza de la música clásica, y de los amantes de lo clásico a los felices hallazgos de los creadores aledaños al rock.
Acaso un momento para comprobar otra vez que, más allá de la mera curiosidad de escuchar en un solo concierto a Fito junto a músicos clásicos como Estrella, Gandini y la Camerata, el mejor código para reunir estéticas y estilos musicales de distintos orígenes y épocas es la calidad de la mano de la excelencia.
O, quién sabe, la oportunidad para confirmar el grado de solidaridad de los oídos argentinos para apoyar una obra de bien (educación por el arte y ayuda sincera al prójimo) como la que impulsa Música Esperanza, con la amorosa guía del querido maestro Miguel Angel Estrella.
El arte de combinar
Lo cierto es que frente a tan atípica como ecléctica convocatoria, el Coliseo Podestá congrega a un público heterogéneo en el que predominan jóvenes, mezclados con gente de la generación intermedia. Por eso no resulta del todo extraña la calma chicha que reina en el recinto, bajo la mirada atenta de los venerables del bel canto y otros ilustres, desde la deteriorada cúpula.
La primera explosión del público es con la obertura de Gandini, heredera de Bartok y Stravinsky, que precede y acompaña los primeros compases de la Camerata Bariloche, y cuyos momentos calmos son confiados a los dos pianos de cola, en uno de los cuales se ubica Fito Páez con un espléndido traje colorado.
Un apagón -que será la ominosa introducción a una secuela de soplidos del sonido- parte en dos la obertura, que reanuda sin más trámite Gerardo Gandini, artífice de estas confluencias de pentagramas.
La contrapartida será la voz del oboe de Andrés Spiller, con la que Gandini se ha regodeado con unción en casi todos los arreglos.
La obertura engancha con la "Pieza en forma de habanera", de Ravel, cuyas cadencias hispanocaribeñas (exploradas también por Manuel de Falla) hacen migas enseguida, en el piano de Estrella, con el impetuoso tango "El choclo".
La lección de Fito
El tiempo de Fito Páez -sin duda el punto de atracción de la mayoría- llega con "Un vestido y un amor" y "Yo vengo a ofrecer mi corazón", convertidas en clásicos en la voz de Mercedes Sosa. Su pequeña, su diminuta voz trepa hasta los umbrales de la desafinación. Y pese a la tibieza del oboe y a la calidez de las cuerdas ese hilo del canto queda casi sumergido en la trama orquestal.
Pero cuando Fito recobra su tesitura (cercana a la de barítono) llegan sus mejores momentos, como el de "Mariposa Technicolor". Pero es sobre todo en la zamba "La pobrecita", de Yupanqui, y la chacarera "La Telesita" (anónimo), cuando Fito da una lección de cómo amar y respetar el folklore con delicados trazos de la melodía; un ejemplo que se extiende a la música ciudadana cuando desgrana exquisitamente el vals "Desde el alma".
La buena Estrella
La impronta de Estrella brilla también en esta noche, junto a la Camerata Bariloche. El pianista entrega un fogoso Concierto en Re mayor, de Haydn, y un no menos apasionado Rondó de la Sonata "La tempestad", de Beethoven, dentro de una visión libre del espectro estilístico clásico y romántico.
Por su parte, la Camerata acompaña otra vez, con envidiable entrega, las nuevas búsquedas de la música popular envueltas sin complejos en el ropaje clásico.
Los arreglos de Gandini han incursionado con acierto en los estilos, aun cuando se deje llevar, a veces, por sus impulsos creadores, como en la "Milonga del ángel", de Piazzolla.
Un solo escollo encuentra este lanzamiento de conciertos: la amplificación. La distorsión del sonido, tanto para el piano como para las cuerdas, convierte casi todo en plástico. El público del Teatro Colón será el privilegiado de estos encuentros.
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