La bohème, de Giacomo Puccini: el feliz retorno de una de las historias de amor más bellas
La bohème, de Giacomo Puccini / Elenco: Monserrat Maldonado (Mimí), Nazareth Aufe (Rodolfo), Ernesto Bauer (Marcello), María Belén Rivarola (Musetta), Luis Loaiza Isler (Schaunard), Walter Schwarz (Colline), Sergio Carlevaris y gran elenco / Dirección musical: Mario Perusso / Puesta en escena y escenografía: Marcelo Perusso / Vestuario: Ramiro Sorrequieta / Iluminación: Rubén Conde / Buenos Aires Lírica, Teatro Avenida. 11, 17, 19, 13 de agosto / Nuestra opinión: muy buena.
La bohème es, sin lugar a dudas, una de las óperas más célebres de la historia de la música. No sin razón.
Puccini y sus libretistas tuvieron dilaciones y entredichos: debieron adaptar el texto original (publicado periódicamente en forma de cuadros) y encontrar entre ellos un hilo conductor originalmente ausente fue todo un desafío. El amor entre Mimí y Rodolfo constituyó ese hilo magnífico, le dio a la ópera el arco dramático tan deseado y a la vez que permitió entretejer comedia con tragedia. El libreto, sumado a las melodías y orquestación de Puccini, hicieron de la obra una obligación para los melómanos y una puerta de entrada a la ópera para el público general.
La puesta de Buenos Aires Lírica para esta temporada es clásica, inteligente y equilibrada; tamizada por una afinidad manifiesta a la estética de las obras del pintor Toulouse-Lautrec. Es destacable la astucia con la que Marcelo Perusso hizo uso del espacio escénico, generando planos en profundidad y altura. El elaborado trabajo de balance con las luces, fría y cálida, acentuaba con delicadeza y precisión los quiebres dramáticos entre los actos. Las proyecciones fueron sutiles y justificadas, con el corte de luz a la altura de la acción, situación enormemente gratificante para la audiencia que no tuvo que adivinar qué ocurría detrás de la cortina.
La soprano Monserrat Maldonado, quien ofreció este año una gran Aída, demostró una vez más su caudal vocal y musicalidad poniéndose en la piel de Mimí. Nazareth Aufe fue un Rodolfo con gran presencia escénica, y cautivó al público desde el principio de la obra con su aria “Che gelida manina”. Ernesto Bauer y María Belén Rivarola resolvieron con gran capacidad técnica y teatralidad las partes de Musetta y Marcello. Por su parte hicieron lo mismo Luis Loaiza Isler (Schaunard) Walter Schwarz (Colline); este último interpretó el aria “Vecchia Zimarra” con particular emotividad.
La Orquesta Académica de Buenos Aires, bajo la batuta del maestroMario Perusso, acompañó con solvencia las acciones dramáticas, dando muestras que de que hay condiciones (al menos artísticas) dadas para un presente sólido y un futuro prometedor en las orquestas nacionales.
Con todos los componentes (coro femenino, coro de niños, banda militar) de esta eterna y laboriosa obra BAL logró una puesta cohesiva, con sensibilidad a los contrastes jocosos y nefastos de esta historia que comienza con un joven amor a primera vista y finaliza con una tragedia rodeada de pobreza. Sin necesidad de grandes héroes, con escenas pintorescas y efusivas en contraste a una pobreza gélida que cala los huesos, vuelve a la vida una de las historias de amor más bellas de la música.
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