Alejandro Fernández Borsani nació el 28 de octubre de 1967 en Montevideo. Años después se convertiría en Pedro Dalton, ilustrador, cantante y compositor de la banda uruguaya Buenos Muchachos y la argentina Chillan las Bestias, escritor, conductor radial y, fundamentalmente, navegante de un personal océano onírico y rockero que va de Nick Cave, Tom Waits y The Doors a Sumo, Mandrake Wolf y Jaime Roos.
Es también uno de los primeros músicos de América latina en volver a tocar con público en tiempos de pandemia. Inicialmente, con un ciclo de nueve presentaciones de Buenos Muchachos; después, con su nuevo proyecto junto al pianista Luciano Supervielle, de Bajofondo. Todos los shows fueron en La Trastienda de Montevideo bajo un estricto protocolo sanitario, es decir un lugar para mil personas ocupado por doscientas, quietas, distanciadas y rociadas con alcohol.
"No aguantaba más. Cuando terminó el último show de Buenos Muchachos respiré profundo y sentí alivio. Me di cuenta de que podríamos seguir haciendo lo que tanto nos gusta y nos da vida. De a poco, es verdad, pero la sensación es la misma. Quería tocar", cuenta Dalton desde su departamento en Pocitos.
Buenos Muchachos se gestó a principios de los noventa. Con ocho discos editados y un nuevo trabajo casi listo, actualmente la banda llena los teatros más grandes de Uruguay y amasa un culto también en Buenos Aires, sostenido en esa nostalgia urbana de una ciudad que le pone el pecho al Río de la Plata y en un ensamble de tres guitarristas y una voz rasposa pintando estrofas visuales de los márgenes.
De chico lo comparaban con Pedro Picapiedra y él completó su seudónimo con el apellido de los hermanos delincuentes de la historieta Lucky Luke. Pero Pedro Dalton se acerca físicamente más a Tom Waits: el peinado hacia atrás, las gafas con marcos negros y la argolla en su oreja izquierda, las paletas partidas por accidente con resultados pop y las patillas al estilo Elvis que muestran algunas canas.
El Topo Antuña (también guitarrista de El Cuarteto de Nos) es otro miembro fundador de Buenos Muchachos. Cuenta que se cruzó con Dalton por primera vez en un curso de fotografía y nunca más se separaron. A Antuña le impresionaba la pieza de aquel Dalton envuelta en dibujos, discos, libros y fotos. "Cuando empezamos a tocar el tipo tenía una potencia increíble, no había manera de no entusiasmarse con eso", afirma desde Montevideo.
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Chillan las Bestias es el resultado de la fusión con la banda porteña Ángela Tullida. Dalton dice que cuando llegó al primer ensayo de sus amigos en Buenos Aires se encontró con algo distinto: no era solo música incidental para acompañar sus versos. "Ahí había canciones", dice el cantante. Así fue que grabaron su disco debut sin nombre en 2014 y un segundo, también sin nombre, en 2017. El disco de la vaca y el disco del mono, así les dicen por sus tapas ilustradas por Dalton. Aquí el gótico rioplatense sigue presente pero la banda de Buenos Aires se queda con el lado más crudo de la composición del cantante uruguayo. Ya tienen nuevo disco: Casi farsante.
Dalton asegura que resolvió el mundo compositivo de sus dos bandas desde una perspectiva territorial. "Lo que hice fue componer las letras de Chillan en Buenos Aires. Sentarme en los lugares por donde andaba y escribir. Como escribo arriba de la música, decantó bien, de la misma manera que con Buenos Muchachos".
"Del otro lado no hay nada bueno para mí", suele decir Dalton cuando habla de consumos problemáticos. Los dejó a todos. La última parada llegó en febrero de este año: el cigarrillo. "Estoy sosteniendo mejor las notas y aguanto más la respiración. Tom Waits sigue teniendo potencia en la voz por disciplina, no por el alcohol. Ya tomé todo lo que había que tomar", cierra.
Antes de la música estuvo la ilustración. Pedro dibujó desde chico. Su abuelo italiano también dibujaba. "A esta rama la estudié mucho", dice Dalton mientras enumera todas las técnicas que desarrolló hasta lograr lo deseado: la figura humana. A través del collage –mezcla digital y pintura– llegó a generar la tapa de El impulso (2017), reconocido disco de La Vela Puerca. Antes, pasó por el taller de Clever Lara y fue el responsable de la tapa del primer disco de Los Estómagos (Tango que me hiciste mal, 1985), la mítica banda del under montevideano. Y también realizó las ilustraciones para una reedición de la obra de Horacio Quiroga.
Una sensación opresiva rodea a sus personajes nocturnos, que expresan –otra vez– tremenda nostalgia. Un día llegó al primer boceto de sus características figuras humanas con cabezas de animales: "Lo hice cuando vivía en Buenos Aires. Tiene como 150 centímetros de largo, le fui agregando hojas. Todavía tengo ese original, fue un lugar de marca. Es un dibujo muy importante para mí, de los mejores que hice. Le digo El barra porque los animales están acodados en un bar", cuenta.
"La rambla ya no era anestesia", canta Dalton en "Vamos todavía uruguayo", junto a Riki Musso de El Cuarteto de Nos. Esto suena desde Isla de Encanta (2019), un disco antológico que editaron en vinilo a partir de la experiencia radial que Dalton lleva adelante con el periodista Nelson Barceló por Radio Nacional de Montevideo. El cantante de Buenos Muchachos invita allí a distintos colegas para versionar canciones de unos y otros.
Barceló es autor, además, de Rengos con Nike (Estuario Editora, 2014), un collage biográfico que retrata la carrera de Buenos Muchachos. El periodista no duda cuando piensa el rol del artista en la historia del canto en su territorio: "En Uruguay hay cierta tradición en la gravedad de la voz y, más allá de las diferencias técnicas, desde Zitarrosa hasta Jaime Roos, Pedro tiene un lugar entre las voces más representativas y sentidas de la música nacional. Su expresividad sobre el escenario amplifica esa tensión dramática. Es un cantor que le pone el cuerpo a cada palabra".
Además de canciones y cuatro libros de poesía, Pedro arrastró durante buen tiempo algunas anotaciones narrativas. Hasta que en un verano se llevó un cuaderno a sus vacaciones y regresó con el primer boceto de la novela La cara del ángel (Piloto de Tormenta, 2010).
"En este momento de mi vida las cosas que hago duran un ratito. Las hago profundas y con mucho corazón, pero duran poco. Y la escritura narrativa no es eso. Cantar y dibujar son las cosas que hago hace muchos años. Lo otro es experimentación. Escribir es complejo y a mí me gusta mucho leer", dice el artista que actualmente anda por los mundos literarios de Roberto Arlt, Murakami y Roberto Bolaño.
También lee seguido a Patti Smith, de quien fue anfitrión en su último show en Montevideo. Para esa experiencia, a Dalton se le ocurrió armar su presentación junto a uno de los músicos más talentosos de la región: Luciano Supervielle. Se juntaron en julio de 2019 para ensayar martes y jueves a la mañana temprano y tocar en noviembre con un proyecto de música experimental que mezcla Bach y Beethoven con sus universos personales. Acaban de regresar hace apenas unas semanas, donde agregaron un set con canciones de Gustavo Cerati, Charly García y Massive Attack.
"Una de las cosas que más me fascinan de Pedro es que compone canciones, escribe poesía, es ilustrador, tiene distintos acercamientos al arte, pero siempre se nota su multidimensionalidad", cuenta Supervielle. El músico de Bajofondo afirma que se aprende mucho de una sensibilidad tan amplia. "Empezar a componer juntos significó un desafío de confrontar, en el buen sentido, vivencias artísticas muy diferentes".
En 1987 Eduardo Mateo y Fernando Cabrera grabaron un disco en vivo donde incluyeron "Por ejemplo", una de las canciones más hermosas del Río de la Plata. Si bien Dalton en sus inicios punk se sentía en la vereda de enfrente respecto del "canto papu", a la distancia reconoce entre sus huesos también parte de esa música. Aun así, la imagen de Buenos Muchachos interpretando "Por ejemplo" junto a Fernando Cabrera no deja de ser potente y novedosa. Ahí está la turbina del rock más oscuro y la maestría de la poesía formal. El video lo publicaron hace poco. De repente, Dalton les sube el tono a los versos, Cabrera abandona su terreno lírico para seguirlo y se pudre todo. Están juntos y la energía satura los micrófonos. Es tan intenso que, ni bien terminan, Dalton se para y abraza a Cabrera.
"Soy consciente de que ese día pasó algo", dice Dalton mientras comienza a guardar los materiales que fue mostrando en esta entrevista. Se queda callado. No hay repregunta. Levanta la cabeza y entre los dientes partidos cierra: "Verlo conmocionado fue increíble. Había que ir para ahí y fuimos juntos. El instinto artístico es eso: tratar de llegar a un lugar desconocido".