La actriz saudí que brilla en Netflix, vive en Estados Unidos y planea radicarse en la Argentina
Dina Shihabi nació en Arabia Saudita, forjó su carrera en Nueva York y deslumbró con el papel protagónico en la serie de Netflix; durante su corta estadía en Buenos Aires se enamoró de la ciudad y su gente
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Mientras revuelve su café, Dina Shihabi mira maravillada la Ciudad de Buenos Aires. Su mirada se pierde en el paisaje porteño al mismo tiempo que recuerda sus días en Beirut. Rápido, el trabajo la enfoca. Acomoda su vincha verde y se perfila para una foto. Uno, dos, tres movimientos resumen años de preparación, aunque la sonrisa y el entusiasmo de conocer un lugar nuevo no desaparecen en toda la entrevista. Toma un sorbo de un cortado con leche de almendras y acepta un segundo cuando el momento se vuelve oportuno. Y es que a esta actriz nacida en Arabia Saudita, que brilló por su papel en la serie Archivo 81 (Netflix), le quedan pocas horas en Argentina y tiene que exprimir cada experiencia al máximo. Le queda un rato, pero sabe -y promete- que va a volver.
Dina nació en 1989 en Riyadh, Arabia Saudita, y si bien desde muy chica supo en qué se quería convertir y a qué lugares quería llegar, jamás imaginó estar sentada en un café del barrio de Palermo para una entrevista con LA NACION. Cuenta anécdotas, se ríe y se entusiasma cuando mira un video de los hinchas de Boca en pleno partido. Argentina tiene algo que la cautiva y cada aspecto que conoce la atrapa más. Pero para llegar a este momento tuvo que recorrer un largo camino: pasó de ser bailarina profesional a escapar de un conflicto bélico; de estudiar en Nueva York y trabajar como recepcionista, barista y moza, hasta mudarse a Los Ángeles y trabajar para Netflix. Varias vidas en solo 32 años.
Shihabi siempre fue una persona atlética. Su fanatismo por los deportes comenzó cuando era muy chica, donde ya demostraba mucha habilidad. En cada oportunidad que tenía, entre clase y clase, jugaba al fútbol con sus amigos o aceptaba la primera propuesta para una carrera o una competencia. Sin embargo, todo cambió rotundamente cuando a sus seis años el Gobierno saudí prohibió que las mujeres practicaran cualquier tipo de deporte. “Fue muy traumático. Mis padres hablaron conmigo y decidieron mudarnos a Dubai que era una ciudad muy nueva todavía”, recordó en diálogo con este medio. Allí existía otra legislación, más libertad para las mujeres y “una energía especial”.
Como muchas cosas en la vida, a veces se trata de estar en el lugar y el momento indicado y así fue para Dina. Con cada mudanza, su realidad se reiniciaba y empezaba en el “punto cero” y, sin saberlo, se acercaba cada vez más a cumplir sus sueños. “Un par de años después empecé a tomar clases de baile en la compañía de Sharmmilla Kamte. Estuve desde los 11. Me dieron confianza y fue ahí donde mi profesora me dijo que tenía un talento natural para la actuación y que debería pensar en dedicarme a eso”, contó.
A su vez, remarcó: “Amo bailar. Esos años como bailarina profesional fueron mágicos, sentía que había encontrado mi destino y mi propósito. No me importaba nada, incluso me escapaba del colegio para ir a las clases de baile”. Cada vez que habla de la danza, sonríe y se entusiasma. En medio de la charla, dejó un corto pero firme silencio, tomó un sorbo más de café, se acomodó el pelo y siguió con su relato.
Otra mudanza, un conflicto bélico y su llegada a Nueva York
Su vida en Dubai terminó momentáneamente cuando sus padres decidieron trasladarse a Beirut, Líbano. “Estaba devastada. Yo pensaba ‘pero soy bailarina en Dubai, me están arruinando la vida’. Pero cuando llegué, todo cambió. Empecé a salir todas las noches, me enamoré, quedé fascinada con la gente. Era emocionante y Dubai no tenía eso. Líbano tiene cultura, historia y estaba viviendo momentos dorados”, resumió.
Lamentablemente, el 14 de febrero de 2005 y en medio de un ataque suicida, el primer ministro Rafik Hariri fue asesinado y la vida en esa región nunca volvió a ser la misma. “Teníamos que quedarnos en nuestras casas por dos semanas, evacuar... las escuelas estaban cerradas, había disturbios en la calle. Se volvió muy peligroso y nos tuvimos que volver a Dubai. Me sentí muy triste, Líbano cambió mi vida y me abrió la mente para ver otra forma de vivir”, se lamentó. El trajín de la Ciudad de Buenos Aires le recuerda a Beirut. El movimiento y “la sangre y pasión de la gente”, dice, son muy similares: “Venir a Buenos Aires me hizo darme cuenta lo que significa vivir, el cuerpo siente como fuego”.
Con 18 años, tres mudanzas y un conflicto bélico encima, le hizo caso a aquella profesora que le recomendó la actuación y se mudó a Nueva York. Sus padres siempre la apoyaron. Si bien reconoce que es difícil encontrar tanto respaldo en una cultura como de la que viene, se emociona al saber que su familia siempre priorizó su felicidad por sobre el qué dirán. En la Gran Manzana conoció algo que nunca había visto y experimentó una extrema libertad. “En Medio Oriente por ser mujer estás muy protegida, pero en Nueva York me sentí viva e independiente, libre y salvaje, sentí que podía hacer cualquier cosa”, precisó.
Sus primeros años se dedicó por completo a los estudios y la preparación: ocho horas diarias divididas entre baile y actuación. Pero conforme tomó más envión y se adaptó al movimiento estadounidense, aceptó algunos trabajos secundarios hasta que logró convertir a la actuación en su actividad principal.
El desafío de filmar en plena pandemia
“Fueron dos años de mucho sacrificio, no hay atajos en este trabajo”, explica. El café ya se terminó y el calor porteño empieza a jugar su partido. Palermo empieza a tener más movimiento y mientras que a un costado se enciende la máquina de espresso, Dina no pierde la concentración. Recuerda sus primeros años y lo complicados que fueron. “Es un negocio difícil, hay mucho que hacer y yo nunca tuve a nadie que me guiara, tuve que descubrirlo sola”, reconoce. Costó, pero se pudo y hoy sabe que no se equivocó (pese a que sus padres intentaron convencerla de que estudiara algo como “plan B”).
Su llegada a Netflix se dio hace varios años y en medio de la pandemia de Covid-19 y un aumento de casos, comenzaron las grabaciones de Archivo 81. “Estaba muy asustada. Nos testeaban todos los días, todo el equipo tenía tapabocas todo el tiempo. Es hermoso como logramos todo esto en circunstancias tan locas”, narró. Tras haber sido seleccionada en un casting, se enfrentó al enorme desafío de protagonizar una serie para el gigante de streaming. Melody Pendras, su personaje en la ficción, es una joven huérfana que hace lo imposible por encontrar respuestas sobre su madre biológica. En el afán de conseguirlo, se topa con una secta y un secreto mayor que un simple paradero.
“Creo que Melody y yo somos bastante similares. Es gracioso, cuando mi hermano veía la serie me decía que me veía a mí. Usualmente interpreto a gente muy distinta, algo que es mi parte favorita. Si bien con Melody hay bastantes diferencias, está esa parte mía de querer ayudar a todos, asegurarme de que estén bien y ser querida”, reflexionó en diálogo con LA NACIÓN. Más allá de la ficción, reencontrarse con su amigo de la adolescencia Mamoudou Athie (que se pone en la piel del protagonista Dan Turner) en el set la ayudó a que la experiencia sea aún más memorable. Tanto así, que sus escenas favoritas son “en las que Dan y Melody se encuentran en los sueños”.
Los trabajos que siguen, su visión de la industria y... ¿con planes de vivir en la la Argentina?
Mientras aguarda a que Netflix confirme si se hará una segunda temporada de Archivo 81, ya tiene algunos trabajos en carpeta. Entre agosto y octubre en Estados Unidos se estrenará Painkiller, una serie que relata la crisis de los opiáceos y donde interpretará “un papel muy distinto al de Melody”. Además, comenzará a filmar en junio una película de la que no quiso dar detalles y está “escribiendo su propio proyecto”.
Más allá de en qué pueda trabajar o cuál papel interpretar, le gusta ayudar. Se reconoce como una persona dispuesta a dar consejos y responder preguntas, sacarse una foto o firmar un autógrafo. Le gusta, sonríe y se alegra si la reconocen en la calle. Se entusiasma por conocer algo nuevo y la apasiona el choque de culturas y el conocer nuevas personas. Quiere actuar, dirigir y producir su propia historia; le gustan los personajes históricos y entiende lo difícil que es cumplir algunos sueños. Reconoce, también, que sus inicios no fueron fáciles pero que la industria está cambiando.
“Cuando empecé, solo podía interpretar a mujeres árabes y ahora le di vida a Melody en Archivo 81 y a esta mujer en Painkiller. No son árabes, son solo personas y no importa de donde vienen, creo que eso es muy importante. Ver a alguien de Arabia Saudita que no tiene que hacer algo por ser árabe sino por ser la actriz indicada. El mundo es gigante, cualquiera puede ser protagonista de un show y me siento muy feliz de que esto pase en mi carrera. Es lo que siempre quise y lo que le dije a mis representantes cuando firmé con ellos”.
Dina Shihabi fue la primera mujer saudí en ser aceptada en Juilliard y en la Universidad de Nueva York, como así también la primera en protagonizar una ficción de Netflix. El cambio le sienta bien y se siente referente frente a miles de mujeres que aspiran a lo mismo.
Pero así como su vida estuvo marcada por el cambio, lejos está de haber encontrado su lugar en el mundo. En Los Ángeles conoció a quien hoy se convirtió en su amiga y que, curiosamente, se casó con un cordobés que conoció en Costa Rica. La ceremonia se celebró en la Ciudad de Buenos Aires y como no podía ser de otra manera, la actriz dijo presente: armó las valijas, tomó un avión y sorprendió a sus fans al compartir una foto en Instagram con un saludo en español. Apenas cinco días le alcanzaron a Dina para enamorarse por completo de la Argentina y su gente.
—¿Qué opinás de la Argentina?
—Viajé por el casamiento y ahora no me quiero ir. Voy a tratar de mudarme para Argentina, quiero venir a vivir acá.
—¿Qué fue lo que más te gustó del país?
—Caminar por la ciudad. Sentí la energía y conocí mucha gente; hay mucha pasión. Amé todo sobre esta ciudad y me voló la cabeza, sin dudas es la mejor en la que estuve.
—¿Mejor que Los Ángeles?
—Mucho mejor, por lejos. Quiero volver, en esta época pero el año que viene. Quedarme dos meses, escribir, viajar, sumergirme en la cultura. Me parece que ya fue suficiente, que ya terminé mi ciclo en Estados Unidos. Quiero vivir en un lugar donde sienta la cultura, hablar otro idioma y aprender español.
—¿Hubo algo que no te haya gustado?
—No, no hubo nada. En Argentina viví momentos muy especiales, me siento honrada y muy feliz. Es un recordatorio de lo grande que es el mundo; siempre estoy concentrada en el trabajo, viajando y me olvido que el mundo es gigante. Venir acá hace algo en vos, sentís que el mundo está lleno de posibilidades y se siente genial.
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