Kingsman: espías como los de antes
En el film que se estrena pasado mañana, Colin Firth interpreta a un agente secreto al estilo de las primeras películas de James Bond, que combinaban intriga, acción y humor
"Siento que estoy en el film que me pasaba viendo durante mi infancia. Estuvimos esperando toda la vida para hacerla", decía Colin Firth en julio del año pasado en Comic-Con, durante la presentación de Kingsman: el servicio secreto, el film que Fox estrena pasado mañana en la Argentina. En ese momento, durante una de las conferencias de prensa más divertidas de la convención de San Diego a la que asistió LA NACION, a su lado, Samuel L. Jackson asentía entusiasmado, compartiendo con su colega la nostalgia por "aquellas historias de espías que no te deprimían".
Ésa fue la idea que llevó a la creación del cómic de Mark Millar en el que la película está basada, una suerte de colaboración entre el escritor y el director Matthew Vaughn. Cuando Vaughn estaba trabajando en el film Kick-Ass, también basado en una historieta de Millar, ambos compartían sus recuerdos de las primeras películas de James Bond, las tardes mirando las series El agente de CIPOL y Los vengadores, relatos que combinaban la aventura, la acción y el humor.
"Ahora vas a ver una de James Bond y te encontrás al personaje deprimido, llorando en el ducha", comentaba entre risas Firth, al que pocos imaginaban como posible héroe de acción.
"Me cansé de esperar a que me llamaran para hacer de Bond", decía el ganador del Oscar por El discurso del rey, en San Diego. Resignado a no ser nunca el más famoso espía al servicio de su Majestad, cuando le propusieron protagonizar Kingsman no dudó.
Aunque eso implicara seis meses de entrenamiento para lograr ser convincente como una máquina de matar y no el tipo cuyo papel más físico hasta ahora había sido "tirarle del pelo a Hugh Grant". Y a pesar del escepticismo propio y de lo demás, Firth logró su objetivo. En la película, una carta de amor en extremo violenta, zarpada y muy divertida a las viejas películas de espías, el actor reconocido por sus personajes románticos interpreta a Harry Hart, un agente secreto que sin perder la compostura ni despeinarse demasiado es capaz de contener y golpear a un grupo de irrespetuosos gángsters de barrio. O de dar rienda suelta a su habilidad para el exterminio en una de las escenas más irreverentes de un film que está lleno de ellas.
"Me puse a estudiar todas esas viejas películas, especialmente las de James Bond. Y en todas descubrí que lo que yo necesitaba era empujar los límites de cómo contamos las historias hoy para divertirnos un poco más. Kingsman está pensada para divertirnos. Estamos pasando momentos duros en todo el mundo en la actualidad y la idea acá es brindar dos horas en las que te puedas olvidar de todo", decía Vaughn, el director que ya en su film Kick-Ass, sobre un chico común y corriente transformado en improvisado superhéroe, había intentado la rara combinación de homenaje pop, humor, autorreferencias de género y mucha acción. Una mezcla que esta vez funciona muy bien aunque muchos hayan tenido dudas. Especialmente el estudio encargado de financiarla.
Después de todo, a quién se le ocurre contratar al simpático Michael Caine como el antipático y snob jefe de la organización y a Samuel L. Jackson para interpretar al villano, un millonario megalómalo con una idea bastante retorcida sobre cómo lograr la paz mundial, y hacerlo seseoso y alérgico a la sangre.
"En el estudio me preguntaban: «¿Qué es esto, Austin Powers?». No fue fácil equilibrar la parodia con todos los demás elementos. No es una comedia, pero está llena de risas. El objetivo era que fuera entretenida pero no boba", explicaba el director a la revista Entertainment Weekly además de confesar que éste es el tipo de historia en la que siempre soñó trabajar. Casi un opuesto del estilo de films sobre espías y héroes que se realizan en los últimos tiempos.
"La gente quiere divertirse. Ese escapismo del momento. Un buen ejemplo es el éxito de Guardianes de la galaxia. Creo que Christopher Nolan y su trilogía de Batman inspiraron a un tipo de superhéroe muy oscuro y deprimente. Y me parece que el público ya tuvo suficiente de eso", comentaba hace unos meses Vaughn, y tan convencido está de la necesidad de recuperar aquel viejo sentimiento de liviana diversión que hasta lo incorporó al guión de su película.
En una de las más graciosas escenas del film los personajes de Jackson y Firth comparten una cena y algunos gustos también. "Dame una trama ridículamente diabólica, como en los viejos films de Bond", dice el malvado de Kingsman mientras el héroe coincide en cuánto se extrañan las películas de espías que eran divertidas en lugar de las que tenemos ahora llenas de agentes depresivos y preocupados por la política del mundo real. Mucho más que un guiño a la sombría serie de Jason Bourne y al Bond de Daniel Craig, casi el opuesto del 007 de Roger Moore que influenció tanto al director como a su coguionista. Jane Goldman.
Aunque el film está repleto de referencias más o menos sutiles a los clásicos del género -todos los agentes del servicio secreto independiente lucen unos anteojos que recuerdan a los que usaba Michael Caine cuando interpretaba al espía Harry Palmer en la serie de films de los años sesenta, Archivo confidencial, Funeral en Berlín y Con el mundo a sus pies, tampoco insiste en ellas a la hora de presentar a su elenco joven.
Es que mientras Harry Hart y sus colegas intentan defender al mundo del malvado y poderoso villano también deben ocuparse de salvar su propia organización buscando nuevos reclutas capaces de seguir la tradición de británicos caballeros espías. Así aparece Eggsy, interpretado por el carismático Taron Egerton, hijo de un colega muerto en una misión secreta, que poco parece tener de caballero y mucho de matón de esquina y sin embargo ingresará al riguroso entrenamiento de la agencia. Pero antes será el novato que mirará fascinado cómo una sastrería puede esconder una organización de espías, un mocasín transformarse en un arma mortal y un encendedor en una granada.
"Cuando era un nene amaba todas estas cosas. Fantaseaba con que mis útiles del colegio eran otra cosa. Era una forma de escape de nuestra ordinaria vida cotidiana. Soñábamos con esa existencia secreta en la que nuestra misión era salvar al mundo", recordaba Firth con una sonrisa gigante, seguro de que a ese chico que fue le habría encantado Kingsman: servicio secreto.
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