Tras 13 años de silencio, el líder de My Bloody Valentine y gurú de la generación sónica volvió de la mano de Sofia Coppola.
Kevin shields, el lider de My Bloody Valentine, no es un tipo fácil de encontrar, y hasta parece un émulo de Axl Rose: es reacio a la prensa, hace más de una década que no se sabe muy bien en qué anda y protagoniza uno de los regresos más dilatados del rock. Tres horas más tarde de lo pactado, Shields atiende desde su casa en Londres a la primera entrevista que le concede a un medio argentino.
El retraso es comprensible. Está más ocupado que nunca: volvió a ser noticia con el éxito de Perdidos en Tokio, el celebrado film de Sofia Coppola. Sus cuatro nuevos temas incluidos en la banda de sonido (que también incluye a Air y Jesus & Mary Chain, entre otros) cortaron la espera de un sucesor de Loveless (1991), disco que ubicó a su banda entre las que redefinieron el uso del ruido en la música pop (junto a The Velvet Underground y Sonic Youth) y que lo transformó en "gurú" de una generación de músicos.
Aquel álbum fue símbolo del shoegazing, rock de guitarras ásperas, melodías dulces e identidad indie que se diluyó hacia 1994 y dejó más promesas que herederos. mbv se disolvió en 1997 sin cumplir un contrato con Island, que gastó 500.000 libras esperando un nuevo disco. Shields, entretanto, se mantuvo como guitarrista part-time de Primal Scream e hizo algunos remixes. Hasta que Sofia golpeó a su puerta.
¿Cómo te convenció la Coppola para que reaparecieras?
Brian Reitzell [productor del soundtrack] me preguntó si quería colaborar en la película y me pareció una buena oportunidad para hacer algo sin presiones. Sofia me dio el guión y después vino al estudio, escuchó la música y le gustó, pero quería que fuéramos en una dirección más romántica, porque lo que estábamos haciendo era como para una película de ciencia ficción.
Algunos temas se acercan más al ambient que al sonido de guitarras distorsionadas al que se te suele asociar...
Sí, es que me gusta todo tipo de música: el trip hop, el sonido de guitarras crudas. Prefiero la música que es muy directa, porque proviene de un lugar simple pero poderoso. Fui a ver a los White Stripes cuando vinieron por primera vez a Londres y me parecieron asombrosos. Y los Yeah Yeah Yeahs son muy buenos, no creí que me iban a gustar tanto.
Sofia Coppola dijo que es fanática del álbum Loveless. ¿Por qué creés que, aún hoy, es un disco importante para gente tan diferente?
Porque tiene sentimientos muy fuertes. Muchos de los discos que escuchás no te están hablando de verdad. Sólo tratan de sonar bien y no tienen una emoción fuerte. Creo que cualquier álbum que tenga cierta calidad y que hable de manera pura siempre atraerá a las personas.
¿Ese álbum es un punto difícil de superar?
Fue difícil sacar un disco que tuviera la misma visión. Tenía muchas ideas y demasiadas direcciones. Creo que no hice ningún otro disco porque hubiera sido una desilusión. Lo bueno de Perdidos en Tokio es que hizo que no me preocupara por lo que pensara la gente, y fue un catalizador para que yo quisiera hacer música muy rápido. El tema es que hace cinco años creía que mi tiempo era eterno. Ahora creo que puedo estar perdiéndolo y eso me preocupa.
¿Habrá un nuevo disco de mbv?
Primero voy a hacer un disco solista. Pero después, creo que sí. Estoy remasterizando los discos, eps e inéditos de mbv para sacar un álbum doble. También espero poder financiar mi disco y, después, encontrar un sello. Me gustaría grabarlo antes porque no creo que nadie confíe en mí como para darme plata. Para ser honesto, ni siquiera yo confío en mí.
¿La industria todavía te puede dar un lugar?
La industria es un quilombo. En los 90 las compañías fueron compradas por empresas de bebidas o gente que no tenía nada que ver con la música y la estaban destruyendo. Island fue comprada por tres empresas diferentes cuando estuvimos con ellos y, cada vez que la adquirían, se deshacían del 30 por ciento del personal y les decían a las bandas que el presupuesto no alcanzaba. Eso está cambiando, creo que las multinacionales se están volviendo más interesantes que los sellos locales. En 10 años, la industria quedará para la gente a la que le gusta la música, y todos los que quieren hacer plata se van a ir a fabricar armas.
Radiografía
El de Kevin Shields y My Bloody Valentine es un caso típico de futurología fallida de la crítica de rock. En la primera parte de los 90, encarnando un estado de ánimo generacional de desgano y rechazo a las convenciones del rock espectacular, la banda británica fue señalada como un modelo de influencia que operaría sobre la música de cambio de siglo. La tormenta Nirvana (sonora, existencial) fue definitva y el tipo de rock que representó Shields se convirtió en una coda, un gesto, una nota al pie de página de los 90. Hoy quedan pocos rastros de eso que fue el indie. El rescate de Sofia Coppola, en este contexto, se entiende como un lindo capricho generacional.
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