Jurassic world, el reino caído: los dinosaurios enfrentan una segunda extinción
Jurassic world, el reino caído (Jurassic World: Fallen Kingdom, EE.UU. / 2018) / Dirección: J. A. Bayona / Guion: Derek Connolly, Colin Trevorrow / Fotografía: Oscar Faura / Elenco: Bryce Dallas Howard, Chris Pratt, Rafe Spall, James Cromwell / Distribuidora: UIP / Duración: 128 minutos / Calificación: apta para mayores de 13 años / Nuestra opinión: buena
Ya quedó lejos la visión a la vez encantada y temerosa de los dinosaurios que Spielberg plasmó en Jurassic Park. Sin embargo, en Jurassic World: El reino caído se apela a la nostalgia de esas primeras aventuras, recuperando a Jeff Goldblum, aunque por un tiempo ni remotamente suficiente; deteniéndose en reliquias como el bastón de Hammond, coronado con un mosquito atrapado en ámbar; y haciendo sonar en el momento justo algunas notas del tema principal de Jurassic Park, compuesto por John Williams.
Esta invitación a recordar cómo empezó todo es un arma de doble filo, porque provoca una corriente de simpatía inicial pero luego solo hace que se extrañe más el original, cuando el guion no convence y los personajes parecen depender del carisma de los actores que los interpretan, como Chris Pratt y Bryce Dallas Howard.
En la nueva película de la saga, tras la destrucción de Jurassic World, el mundo se pregunta si hay que salvar a los dinosaurios de un volcán en erupción o si es mejor dejar que se extingan de nuevo. Claire (Howard) se ha convertido en una activista de la causa del salvataje y es convocada por un emisario (Rafe Spall) de Lockwood (Cromwell), el antiguo socio de Hammond, para colaborar en el transporte de los dinosaurios a un lugar seguro. Para esto deberá buscar la ayuda del experto Owen (Pratt). Por supuesto, no todo es tan simple ni tan positivo como aparenta.
Jurassic World: El reino caído tiene una ventaja frente a su antecesora inmediata: el director Juan Antonio Bayona (Un monstruo viene a verme) sabe bien cómo generar suspenso a partir de la puesta en escena, de la edición y del trabajo de su director de fotografía de siempre, Oscar Faura, cuyos claroscuros funcionan a la perfección como herramienta narrativa y estética. La película se salva del desastre gracias a varias secuencias excelentes en las que la acción grandilocuente se convierte en un terror casi intimista, desafiando la premisa implícita en este tipo de film: todo tiene que ser más grande, sonar más fuerte y suceder más rápido.
Hay una subtrama que involucra a la nieta de Lockwood, que se pasea por la mansión de su abuelo explorando todo lo que tiene que ver con los dinosaurios. Es curioso que en esta parte de la historia los personajes y el ambiente parecen de un cuento de hadas gótico. Allí se produce una verdadera tensión entre los toques de autor y la fidelidad al modelo sobre el que se arman las películas en serie.
La combinación de las tendencias góticas de Bayona y las obligaciones que impone una franquicia de estas proporciones convierten a Jurassic World: El reino caído en una película extraña y despareja, que puede fascinar en un momento y aburrir al siguiente.
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