Julio Bocca: "En el Teatro Colón se necesita un cambio"
Diálogo con el director del Ballet Nacional Sodre, de Uruguay
Yo quiero que esté entre las diez mejores compañías del mundo y sé que podemos hacerlo", dice, confiado, el hombre que le cambió la cara al Ballet Nacional Sodre.
-¿Qué cosechaste en todos estos años de trabajo en Montevideo?
-La confianza del público y la confianza de bailarines extranjeros de ir a trabajar al Sodre. Cuando me ofrecieron la dirección, inmediatamente aclaré que venía con una mentalidad americana producto de haber integrado por veinte años el American Ballet Theatre [ABT]. Fue todo un desafío hacerme cargo de una compañía de un teatro estatal, con todo lo que eso implica. Pero tuve la posibilidad de trabajar en el ámbito de lo público con la libertad de una gestión privada.
-Combinación que ha tenido sus diversas zonas de tensiones.
-Sí, como en cualquier empresa. Pero pude lograr que confíen en nuestro trabajo, que la gente de afuera se sume a la compañía y compruebe que se trabaja como en un ballet del Primer Mundo. Sacando el Ballet Nacional de Cuba y la estabilidad que logró a lo largo del tiempo el de Santiago de Chile, nunca una compañía latinoamericana de ballet alcanzó el nivel actual del Sodre.
-Siguiendo esa línea de reflexión, ¿por qué pensás que con la cantidad de bailarines talentosos que hay acá y contando con una sala como la del Teatro Colón no se logró algo así?
-Yo también me lo pregunto. Imaginate una compañía con Paloma Herrero, Maximiliano Guerra, Hernán Cornejo, Iñaki Urlezaga, Eleonora Cassano, Marianela Núñez, Ludmila Pagliero y otros tantos que no son tan conocidos?. Ese nivel es único. Tendríamos una compañía con bailarines que fueron o son figuras de los grandes teatros del mundo. Realmente me gustaría saber por qué nunca pudimos?, y me gustaría saber por qué ahora tampoco podemos. Mi trabajo, en el Sodre o en cualquier sitio, es que cada vez que se levante el telón sea para presentar un espectáculo de excelencia. Lo que exijo no es porque Julio Bocca lo exija: la danza lo exige, la danza exige ser disciplinado, estar en forma física y tener una línea si querés estar al nivel de las mejores compañías.
-¿Y por qué pensás entonces??
-Dejame que te aclare algo: no pienso mucho [se ríe]. Me manejo por sensaciones, me muevo por impulsos...
-A la luz de lo que decís, cuando en abril de este año anunciaste tu "hasta luego" del Sodre y en mayo volviste, ¿habrá que entenderlo como un impulso, como algo que te pasaba por el cuerpo que no te cerraba del todo?
-Me tomé una licencia porque lo necesitaba. Tenía pautado ir al festejo de los 70 años de Lino Patalano en Italia y nada más. Luego se armó una cosa más del orden de lo mediático que me obligó, en plenas vacaciones, a andar contestando mails aclarando que seguía. En medio de eso salió que el ABT me había ofrecido la dirección, cosa que me obligó a mandarle un mail a Kevin McKenzie, su director, para aclararle que no era verdad. Fue un estrés, pero también me permitió detectar que algo, como equipo, no estábamos haciendo bien porque estaba todo muy centrado en mi figura. El desafío en esta etapa es corregir eso, por eso ahora la compañía tiene una codirectora.
-Hubo otro momento del año en el que te debe haber estallado el teléfono con mensajes: cuando primero te tantearon para ser ministro de Cultura de Buenos Aires y, a la semana, director artístico del Teatro Colón.
-Eso fue un llamado de consulta. Yo aclaré que no me sentía capacitado para ser ministro. Y cuando me llamaron para el Colón les dije que estaba muy bien en Montevideo. Por ahora, no. Estoy muy bien allá, tengo mi pareja, mi familia armada.
-En junio fuiste jurado del concurso abierto para incorporar bailarines al Colón. ¿Con qué te encontraste, qué viste?
-Tuve la sensación de una falta de apoyo por parte de la dirección del Colón hacia el trabajo de Maximiliano Guerra, como director del Ballet Estable, para poder encarar un trabajo como el que hay que hacer. En el Colón se necesita un cambio, la compañía lo merece. Nunca pude entender el motivo por el cual tienen tan poca cantidad de funciones anuales. Así como están las cosas, el bailarín no tiene la posibilidad de que su personaje crezca. Y esto sucede en un teatro, como el Colón, que ha dado más figuras internacionales en el campo de danza que en el operístico. Me da pena que no se aproveche eso.
-¿Lo llegaste a hablar con Darío Lopérfido, el director artístico de la sala?
-No, hice mi trabajo y me fui.
-Cierto, no pensás.
[Se ríe] -Me gustó que me llamaran, vine, hice lo que debía hacer y me volví. Cero presión. Durante la gestión de Pedro Pablo García Caffi había tenido una oferta para hacerme cargo de la compañía. Yo expliqué mi plan de acción y no me dieron la seguridad de tener más horas de trabajo y más funciones. Entrar al Colón para no poder hacer nada o estar todo el tiempo peleándome no me cerró. Uruguay sí me dio esa posibilidad. Apenas asumí la dirección del Sodre hablé con los bailarines y les expliqué lo que quería. Muchos, lógicamente, me miraron con desconfianza. Pensá que desde 1971 no tenían un espacio físico. En esta etapa algunos no pudieron seguir el ritmo de trabajo, pero el cambio se fue dando. Ahora es una compañía con 90 funciones anuales, trabajamos 7 horas y media por día, tenemos un repertorio muy variado y giras nacionales e internacionales. Creo que es una de las mejores de la región.
-Dos años atrás, el gobierno uruguayo hizo una campaña para vender carne en el mercado ruso. Una de sus estrategias fue realizar un video filmado en medio del campo con bailarines del BNS en el cual aparecías, en medio de ese paisaje. Al parecer, la compañía se transformó en parte de la marca país.
-Somos también una imagen del país, no sólo el fútbol representa a Uruguay. Y hacemos algo que podés llevar a cualquier parte del mundo porque no tenés el problema del idioma. Eso también es una forma de presentar a un país.