Julio Baccaro: el hombre de la gran sonrisa y el humor fino
Una figura entrañable dentro del ambiente teatral porteño murió el pasado viernes por la tarde. Se trata del actor, director y docente Julio Baccaro. Tenía 76 años y se mantenía sumamente activo, sobre todo desplegando su actividad como presidente de la Casa del Teatro. Nacido en Buenos Aires, se formó en la Universidad Nacional de La Plata durante la década del 70 y luego completó sus estudios en esta ciudad junto a maestros como Juan Carlos Gené, Oscar Fessler y Augusto Fernandes. En España se especializó en el teatro del Siglo de Oro y en Italia afirmó su camino hacia la dirección.
Julio Baccaro fue un hombre de una calidez especial. Mantenía intactos sus recuerdos sobre diversos aspectos de la historia teatral argentina que él había transitado. Poseía un humor particular y hasta, en sus conversaciones, dejaba escapar ciertas líneas irónicas que lo tornaban un ser sumamente entretenido y divertido.
Fue docente del Conservatorio Nacional de Arte Dramático y Director del Teatro Nacional Cervantes. Bajo su gestión se organizó el Plan Federal de Teatro que posibilitó que intérpretes del interior del país comenzaran a trabajar de la mano de reconocidos directores porteños. Baccaro realizó numerosas adaptaciones para teatro y televisión y se movió con mucha facilidad entre el drama y la comedia musical. Es más, compuso la música de varios de sus proyectos escénicos. Sus trabajos actorales incluyen las obras Babilonia, El Principito, La Batalla de José Luna, No conspires, Nicanor, Un inocente adulterio, Cándida, Un tal Servando Gómez y Locos de Verano, entre muchos otros. En televisión, actuó en El amor tiene cara de mujer, Teatro Palmolive del Aire, Teatro Breve, Teatro Argentino, La Casa del Teatro y Usted, Alta Comedia y Los Hermanos. Recibió numerosas distinciones, entre las que se cuentan los Premios Podestá, Florencio Sánchez, Estrella de Mar, María Guerrero, Molière y ACE.
Dirigió numerosas obras en el circuito independiente, oficial y comercial. Continuamente estaba planeando desarrollar un nuevo proyecto. Algunas de sus puestas aún hoy son recordadas con mucho interés como Crónica de un secuestro, Las obreras, Locas por el biógrafo, El primero, Narcisa Garay, mujer para llorar, Flores de acero, Yepeto, Mattinata, Ángeles en América, junto a Alejandra Boero; La tiendita del horror, Tamara, Sor-presas. Entre sus últimos proyectos se cuentan El organito, en el Teatro de la Ribera; y Sombra de barrio, en la sala Cátulo Castillo.
La escena argentina ha perdido a un gran hombre, muy conocedor sobre todo de los valores de un teatro realista que sabía poner en escena con suma profundidad. Apoyándose para eso en los actores y extrayendo de ellos sus valores interpretativos más destacados.
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