Julián Weich: "Tuve una infancia y una vida difícil"
Camina con la curiosidad de un chico que cambia de colegio. "Hola, soy el nuevo", saluda a los periodistas de la sala de producción de LN +, canal en el que debutará el martes próximo, a las 18, con el programa Noticia y 1/2. Todos festejan la ocurrencia. Uno de los productores pide un aplauso y toda la redacción le da la eufórica bienvenida. Es el momento de grabar las promociones de este nuevo mojón de su carrera bastante diferente a los formatos que suelen contarlo como animador. Por primera vez, Julián Weich conducirá un programa en una señal sostenida en la información y el análisis de opinión. Aunque, en medio de la noticia cruda, aparecerá su impronta con algunos juegos telefónicos para que participen los televidentes y él pueda volver a demostrar el buen vínculo que siempre tuvo con la audiencia. Desde ya, también habrá espacio, y mucho, para difundir cuestiones vinculadas a las acciones solidarias, temática que conoce a fondo por ejercerla desde hace años.
Graba las promociones atento a las indicaciones. Sabe cómo seducir a la cámara. Se divierte y entretiene a su equipo. Es el de siempre. Bien parecido a aquel que conducía El agujerito sin fin. En un paréntesis de las grabaciones, mientras recorre la redacción de LA NACION, se dispone a hablar a agenda abierta. Con ganas de abrirse al diálogo.
-Te observaba eufórico frente a la cámara, un Weich en estado puro, ¿tenés que responder a un personaje por una demanda del afuera o hay una presión autoimpuesta para hacer fluir esa impronta que es tu sello?
-No es responder a un personaje sino al mercado. Tengo que hacer algo que al público le cierre y, desde ya, también a la gente que me contrata, pero no se trata de una imposición personal ni de hacer algo que no supiese hacer, no me sometería a eso.
-La ecuación desafiante sería: ser fiel a Julián Weich , pero inserto en un formato periodístico.
-De alguna manera lo viví en 360, hace muchos años. No voy a suplantar a ningún periodista. La noticia y el desarrollo de la misma será responsabilidad de ellos. Soy muy curioso y preguntaré como pregunta la gente que está en su casa. No tengo en vergüenza en decir: "No sé, no entiendo, explicámelo de vuelta". Voy a animar la noticia, ese es mi rol.
-La realidad es muy dura. Imbuir con tu impronta a la noticia, ¿será una forma de descomprimir lo crudo de la actualidad?
-Creo que los noticieros están hechos para que a la gente le duela. La noticia es la noticia, pero refregarla y revolvérsela en el cuerpo a la audiencia es innecesario y eso pasa porque se busca rating desde la conmoción. La verdad es que no tengo ganas de subirme a ese tren. La noticia es la realidad y no la vamos a cambiar, el tema es cómo se transmite y cuál es la bajada de la misma.
-Apartarse del morbo.
-Algo que tiene mucho que ver con LN + es la parte social. Hay que buscar cómo impactar en forma positiva en la sociedad. Hay muchos más temas que la mala noticia: existe lo solidario, el trabajo de muchas ONG que merece ser reflejado.
-Se dice que las buenas noticias no venden.
-La gente las agradece. Y agradece que le puedas mostrar algo que, quizás, les transforme la vida.
Ser solidario
Desde hace 27 años, Julián Weich es embajador de Unicef Argentina y colaborador de diversas organizaciones para las que trabaja activamente como Fundación Huésped, Ruta 40, Techo, Rugby sin Fronteras, Espartanos, Casa Grande, Cooperadora del Hospital de Niños, y Unicef Uruguay, entre otras. Además, fundó Conciencia, una marca que elabora agua mineral, arroz, puré de tomate y agua saborizada. "En Conciencia, una vez por año, la mitad de lo ganado se dona y la otra mitad se reinvierte".
-Pensando en la noticia y observando tu labor social, es ineludible hacer referencia a la dramática situación social del país.
-La mitad de los pobres son chicos y la mitad de los chicos son pobres y esto es así desde hace mucho. No estamos mejor, pero tenemos los recursos para estarlo tanto política como socialmente. A mí me interesa empujar a la sociedad para que sea más solidaria. Sé que a un político no lo voy a cambiar.
-¿Se contagia la actitud solidaria?
-Sí y te hace bien. Da placer, sensación de plenitud, genera endorfinas. Está estudiado. Es el hecho más egoísta, pero hay que practicarlo. No se trata de mandar un cheque y listo. Ahí aparece la culpa. En la tarea solidaria hay que transpirar, hacer, estar. Transformar al otro es llevarle algo, dárselo en la mano y mirarlo a los ojos. Somos muchos los que ayudamos, pero falta que la gente se entere más sobre cómo hacerlo.
Somos muchos los que ayudamos, pero falta que la gente se entere más sobre cómo hacerlo.
-¿Cómo se canalizará en el programa de LN + la cuestión solidaria?
-Voy a contar lo que hago y también mostrar el trabajo de otras organizaciones. Le daremos visibilidad a esas iniciativas para poder sumar a más gente. No vamos a mostrar un mundo Disney, pero el tema es qué hacemos con la noticia, con qué visión se la aborda. Aprendí, con la edad, que hay muchas realidades, pero una sola verdad.
-Sería pensar qué hago con esa verdad, cómo construyo realidad desde mi mirada subjetiva.
-Es así. El vaso se puede ver medio lleno o medio vacío. ¿Cuál es la verdad? Que estamos ante un vaso con agua. Yo quiero verlo desde todas las miradas posibles.
-Sin omitir miradas.
-Casi todo tiene un costado positivo. La vida la vivo así, buscando la mirada positiva.
-¿Cómo es vivir la vida así? Contame la fórmula.
-A pesar de lo que se ve en pantalla, yo tuve una infancia y una vida difícil, por cómo era yo. Debido al contexto en el que vivía, que no era malo, pero yo lo vivía mal.
-¿Cómo era ese contexto?
-Tenía mucha sensibilidad y me hacía mal todo. Me hacía mal una mala nota, un maltrato, ver a mi mamá y a mi papá que no se llevaban bien. Nunca me faltó cariño, ni abrigo, ni comida, pero yo percibía que algo no estaba bien. Entonces, tuve que aprender, durante muchos años, a sobreponerme a ese dolor. Con el tiempo, experimenté buscarle el lado positivo a todo. Tengo crisis, la paso mal como cualquiera, pero cuento, cada vez, con más herramientas para que las crisis sean más cortas o menos profundas.
-Terapia mediante.
-Hice de todo. Terapia tradicional y alternativas, cuestiones que tienen que ver con la energía, la espiritualidad, la meditación. Hay muchas herramientas para probar.
-Hablabas de desavenencias en tu casa, ¿tuviste una infancia compleja en ese sentido?
-No era responsabilidad del contexto, sino lo que yo vivía. Tengo un hermano, tres años menor, a él no le pasó nada y vivía al lado mío. Debido a mi sensibilidad, me dolieron cosas que a otros no y en una época donde no era fácil expresar lo que a uno le pasaba.
-Y aún más complejo en un varón, atravesado por el terrible mandato de la masculinidad.
-Había que seguir para adelante, había que ir al colegio, recibirte. Sin embargo, a los 17 años decidí ser actor.
-Una elección con atmósfera catártica.
-Una vez, un director me dijo: "¿Contra quién sos actor?". Es decir, contra quién te querés rebelar, vengar. Hay algo de eso.
-¿Contra quién?
-Contra mi "infelicidad". Lo digo entre comillas porque no me faltó nada.
-A partir de las terapias, ¿encontraste el germen de esa infelicidad?
-Obvio, en las terapias encontrás toda esa información, pero ya es vieja. El tema es que hacés con esa información, hoy. Cuánto te afecta en el presente.
-¿En esa búsqueda estuvo mediando la fe? ¿Creés en Dios?
-Mucho.
-¿Cómo es tu vínculo con él?
-Me gusta una frase que dice: "No creo en Dios, pero hablo todos los días con él".
-Por las dudas...
-Es muy difícil hablar sobre Dios. No se puede explicar. Rezo y medito, pero explicarlo lo resumiría en una frase estúpida.
-Es tan profundo ese acto de hablar con Dios que es inabarcable en definiciones del lenguaje.
-Es un vínculo tan potente y para adentro, que es intransferible. Es como que te diga: "Te voy a explicar cómo hablar con Dios". Imposible. Lo tiene que encontrar cada uno, en el idioma en que logre contactarlo.
-Se te percibe con una vida interior muy rica.
-Los dolores me llevaron a tener una vida interior muy rica. Es como un país que atraviesa una guerra y renace. Yo viví una guerra mundial y no porque me faltase para comer.
-Eras un adolescente en carne viva.
-Reconozco en mí un exceso de sensibilidad, por eso me dediqué a lo social y porque entiendo que todos somos la solución de otros. No se necesita tener mucho sino estar atentos.
Cuestión de rating
-Mencionabas a 360. Actualmente, ese tipo de programas es prácticamente inexistente en la grilla televisiva. Por otra parte, sos, como conductor, representante de una manera de hacer no tan frecuente. ¿Cómo te insertás hoy en el medio? ¿Hay cabida para vos en la televisión abierta?
-No voy a dejar de ser quien soy porque el medio quiera otra cosa. En mi ADN tengo incorporado lo social y traté de meterlo en casi todos mis programas. Esa pata la instalé en mi trabajo y en mi vida. Necesito transmitirlo e impactar en la gente.
-¿En televisión abierta no se puede llevar a cabo?
-No, porque, en términos de rating, no mide. En la televisión abierta está lo que mide lo que no mide, no está. Evidentemente, yo fui desapareciendo de la televisión abierta porque no medía para quedarme.
-¿Sorpresa y 1/2 hoy no funcionaría?
-Hoy no puedo esconder a una persona para hacerle una sorpresa porque con las redes y el WhatsApp es imposible que alguien quede al margen de algo, se lo contarían. Y, desde lo económico, hoy es imposible costear un programa como Sorpresa y 1/2.
-Hace poco dijiste que, alguna vez, te tocó ingresar a una ficción donde existía una guerra de egos entre los actores. ¿Cómo manejas tu ego y, en ese sentido, como ha sido tu vínculo con el medio?
-Me siento sapo de otro pozo en el medio. No tengo amigos en el medio, pero me llevo bien con todo el mundo. Lo que dije sobre La banda del Golden Rocket no escapa al ego natural de un espacio con actores, donde, lamentablemente, hay mucho ego. Nunca tuve problemas con el ego, y soy más amigo de los camarógrafos que de los actores. Tengo una relación distinta con el medio, no me interesan los premios ni las tapas de las revistas. Es más, regalé todos mis premios, no me hacen. Confío más en la vida humana y social que en la exitista y famosa.
-Tu ego está bien colocado, diría un terapeuta.
-Por eso trabajo tanto en el aspecto social, porque no tiene ego. No podés ir a trabajar a una fundación y tener ego. El ego se lo tenés que poner a la persona que estás ayudando y que te necesita. En ese momento, esa es la persona más importante del mundo.
-Dicen que existe un ego sano y otro enfermo.
-El ego sano es el amor propio.
-¿Qué sería, entonces, el amor propio?
-Hay que cuidarse, verse lindo, estar satisfecho con lo que se hace. Diferente es cuando vos querés ser más lindo o más sano que el otro. Eso es ego y ya no sirve porque podés ser capaz de hacer cualquier cosa por ganarle al de enfrente.
-En marzo de 2018 llegaste a la cima del Aconcagua. Más allá de escalar montañas, ¿qué otras cúspides tenés por delante?
-El nuevo programa en LN + es un desafío. No tengo ni idea qué me va a pasar. No tengo idea qué me sucederá con la información cruda, o cuando suceda un imprevisto como me sucedió en 360.
-¿Qué te sucedió?
-Tuve que dar la noticia sobre la muerte de Carlitos Menem. Son informaciones duras. Y algo que me desvela es informar sin ofender a nadie, sin convertir en personal lo que se está diciendo.
-Ingresás a un medio periodístico en un año electoral. ¿Es tu deseo entrevistar a Mauricio Macri o a Cristina Kirchner?
-No me dan ganas porque siento que no estaría a la altura de las circunstancias. Además, no le falto el respeto al entrevistado. No puedo hacerle la pregunta incómoda que hay que hacer. Siento que invito a alguien a mi casa y que se tiene que ir contento, no me sale preguntarle algo que lo incomode. Me cuesta. Tendría que tener un periodista a mi lado que haga ese trabajo. No les tengo miedo porque siento que son personas, pero no quiero desentonar.
Hace dos años que no aparece en televisión abierta. Su última experiencia fue El punto rojo, programa emitido por la Televisión Pública. En este tiempo, se dedicó a la tarea social y a la vida familiar junto a sus cuatro hijos de sangre y los dos jóvenes de Mozambique de los que es una suerte de tutor desde hace cinco años. "Los conocimos a instancias del padre Juan Gabriel Arias, trabajando, con mi mujer, para Scholas en el Vaticano. La experiencia fue, es, fácil y amena. Con todos mis hijos tengo una mirada desapegada: solo quiero que sean felices con lo que ellos elijan hacer".
-En Debo decir, el programa de Luis Novaresio dijiste que, en caso que Marcelo Tinelli se presentase como candidato presidencial, no lo votarías.
-No amplío.
-¿Lo seguís sosteniendo?
-Lo sostengo, pero no hablo sobre el tema. Me salió decirlo y me hago cargo, pero no tengo ánimo de polemizar. Lo dicho, dicho está.
-¿Considerás que la televisión que hace Marcelo Tinelli tiene un estilo contrapuesto al tuyo?
-Estamos parados en veredas distintas en todo sentido. No me quiero comparar. No soy más ni menos que él.
-¿Qué tendrían que ofrecerte para regresar a la televisión abierta?
-Un buen proyecto. No es volver por volver, no me sale hacer algo que no me gusta.
-Dijiste alguna vez: "Existe una generación que no me conoce".
-Es así. En la calle los padres le dicen a los chicos: "Sacate una foto con Julián" y los pibes no saben quién soy.
-Hablábamos de ego, ¿cómo se vive esta circunstancia?
-Lo tengo muy asumido. El otro día, el hijo de diez años de un amigo le quería contar a un amiguito suyo quién era yo y le decía: "Es como HolaSoyGermán, pero de otra época". Me comparaba con el youtuber chileno.
-Si escribieras un libro de autoayuda, ¿el título sería: "cómo ser exitoso y que no te enferme"?
-Mi premio no es el rating. Mi premio es toda la gente que ayudo.
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