Juguetes con alma aventurera
"Toy Story 2" (Estados Unidos/1999). Producción de animación hablada en inglés (o doblada al español) y presentada por Buena Vista. Basada en un argumento de John Lasseter, Pete Docter, Ash Brannon y Andrew Stanton. Guión: Andrew Stanton, Rita Hsiao, Doug Chamberlin y Chris Webb. Voces: Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack, Kelsey Grammer, Don Rickles, Jim Varney, Wayne Knight. Fotografía: Sharon Calahan. Música: Randy Newman. Codirección: Lee Unkrich y Ash Brannon. Dirección: John Lasseter. Duración: 85 minutos. Para todo público. Nuestra opinión: muy buena.
Animación. Esta vez, la palabra está puesta en el lugar justo. Aquí, como en "Toy Story", todo está generado en la congelada perfección de la computadora, pero -también como en "Toy Story"- las criaturas reciben el soplo vital, la "animación" que les da John Lasseter con su ingenio, su compromiso emotivo y su mano firme en la composición de caracteres.
El realizador y su equipo cuentan, claro, con el decisivo respaldo técnico de los expertos en animación digitalizada de la compañía Pixar, cuya posibilidad de perfeccionamiento parece no tener límites. Pero nunca pierden de vista que la médula del film está en su historia y que no hay artificio visual, por llamativo que sea, capaz de entretener o emocionar si no se cuenta con personajes creíbles y queribles y si no se consigue dotarlos de carácter y vida propia. Aunque se trate, como ya saben todos los que disfrutaron de la encantadora primera entrega, de juguetes de trapo y plástico, de cuero y madera, de alambre y goma, que tienen la particularidad -lejanos parientes de aquellos alocados bailarines de "Cascanueces"- de cobrar vida cuando están lejos de la mirada de los humanos.
Vida propia
Tal vez sea más apropiado pensar, como parece haber sido la inspiración de Lasseter & Cía., que si estos muñecos hablan, caminan, tienen sus sentimientos y los expresan, es porque conservan, cuando están a solas, esa vida ilusoria que les confieren sus dueños, chicos para quienes el juguete querido no es una mera construcción inanimada, sino un compañero siempre fiable con el que pueden imaginar todas las aventuras y compartir todas las fantasías.
Paradójicamente, estos pequeños seres a los que el cariño de un chico dota de identidad nacen de la más impersonal técnica electrónica, pero resultan ser guardianes de valores bien caros al humanismo: la solidaridad, el compañerismo, la fraternidad, la armonía. Y no necesitan de ningún discurso aleccionador, afortunadamente, para transmitir su mensaje de benevolencia. Como los buenos padres y los buenos maestros, enseñan más con el comportamiento que con la palabra.
"Toy Story 2" no tiene, claro, el beneficio de la novedad. Pero el cuento que desarrolla y los personajes que presenta -los ya conocidos y los que hacen su ingreso aquí- exhiben ingenio y encanto similares. Además, la variación ideada por el equipo de libretistas conduce a los juguetes mismos a plantearse -sin perder la ligereza y en términos muy sencillos, pero bien comprensibles- algunos interrogantes muy humanos acerca de su propia condición, del sentido de su existencia y de su, digamos, finitud. Bastante más, por cierto, de lo que se espera de un entretenimiento animado.
Dilema para Woody
Todo el enredo proviene de la acción de un mercader que hace rato espera encontrar a Woody, el pacífico cowboy protagonista, para completar su colección de juguetes antiguos. Un día lo descubre y ante la negativa que recibe su oferta de compra decide apoderarse de él. Ahora sí podrá vender la serie completa a un coleccionista japonés.
Woody descubre así, junto con el espectador, que en el pasado -allá por los 50- fue estrella de un show de TV, que proliferaban entonces sus pósters, sus réplicas, sus grabaciones y un interminable arsenal de artículos inspirados en su historia. Se ve a sí mismo viviendo antiguas aventuras en blanco y negro y conoce a la chica que era su invariable pareja en aquellos capítulos.
En algún momento, esa gloria -y el afecto de los nuevos amigos- lo tienta: no estaría mal irse a un museo del Japón. Pero entretanto, el resto de los juguetes del cuarto de Andy, con el valiente y cósmico Buzz Lightyear a la cabeza, decide ir a rescatarlo.
Para eso, hay que salir de casa y enfrentar infinidad de obstáculos, lo que da motivo a un montón de interesantes aventuras llenas de humor y cargadas de alusiones -casi siempre de corte cinematográfico- que los adolescentes y los mayores recibirán como divertidos guiños.
Entre los personajes nuevos, tiene particular oportunidad de lucimiento la bravía Jessie -contraparte de Woody en aquellos legendarios programas de TV-, a quien la inefable Joan Cusack le presta voz y gracia. Hay un toquecito emotivo un poco lacrimógeno cuando esta muñeca evoca la desdicha que le provocó hace mucho tiempo ser abandonada por su dueña, escena que ilustra uno de los momentos musicales ideados por Randy Newman. En otro, hay unas cuantas Barbies a cargo del coro y meneándose como pueden con la disminuida articulación de sus extremidades.
La complicación que plantean las escenas en "exteriores", particularmente la del interior del aeropuerto, con salvataje de último momento y todo, han sido resueltas por los animadores de Pixar con pasmosa solvencia. Pero lo importante -vale la pena repetirlo porque es lo que entusiasmará a los chicos y a sus acompañantes- está en el humor, la ternura y el interés sin decaimientos con los que se sigue la aventura.
Ah, el malo de la película -un malo que conquista por el simpático detallismo con que ha sido diseñado- es, obviamente, el coleccionista, ese curioso espécimen en vías de proliferación que instala a los juguetes en vitrinas y les impide estar donde deben estar: en manos de los chicos.
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