Juego de seducción y signos
Séptimo día / No descansaré / Creación: Cirque du Soleil / Escritor y Dirección: Michel Laprise / Directora de creación: Chantal Tremblay / Productores musicales: Charly Alberti y Zeta Bosio / Diseño de escenografía y accesorios: Heather Shaw / Diseño de vestuario: Dominique Lemieux / Diseño de luces: Matthieu Poirieri / Diseño de sonido: Hernán Nupieri / Diseño de números acrobáticos: Germain Guillemot / Coreógrafo: Konstantin Tomilchenko / Duración: 90 minutos / Estadio: Luna Park / Nuestra opinión: buena
Desde anteanoche, Séptimo día / No descansarás ya no tiene descanso. El viaje de estos extraterrestres que aterrizaron en el Luna Park se inició en la ciudad de la furia y terminará, por ahora, en alguna ciudad mexicana.
Claro que, a diferencia de otros trabajos que llevan la firma Cirque du Soleil, la escala de producción de esta nueva propuesta no es global (o de aquellas economías aptas para albergar la maquinaria de los montajes itinerantes pensados para una vida útil de una década). A una década de "Me verás volver", el show del Luna Park tiene una escala más "barrial" (o la de un barrio hispanohablante).
Séptimo día está tan pensado para los habitantes de esta región real e imaginaria que en el programa de mano (llamativamente todo el equipo creativo está escrito en inglés) no aparece dato alguno sobre Soda Stereo. Como si no hiciera falta. Es Cirque + Soda (o, quizás, al revés porque el orden de los factores a veces puede alterar el producto).
Esto le ha permitido a los creadores de esta propuesta ir de lleno a esa visita por el universo de estos tres señores que construyeron un modelo para armar que, el equipo creativo de Séptimo Día, desarma, reviste y reconstruye en un permanente viaje por la memoria colectiva.
En el largo proceso creativo de un año y medio hasta el momento del estreno mundial de anteanoche, fueron optando por caminos no transitados por el Cirque. Por ejemplo, parte del espacio escénico está ocupado por el público que, en distintos momentos, es recorrido también por grandes estructuras móviles en donde están los acróbatas siguiendo ciertas coordenadas espaciales transitadas por La Fura dels Baus y por distintos colectivos escénicos locales. También lo reconoce Michel Laprise, escritor y codirector del montaje junto a Chantal Tremblay; durante el proceso sumaron las voces de los fans de la banda de Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti. Y ese tránsito de influencias se percibe en escena, hace al lenguaje mismo del show.
De comparar los trabajos del Cirque que pasaron por Buenos Aires (listado que no incluye los otros tres montajes en los que la factoría quebequense de capitales chinos se basó en otros músicos), esta nueva creación es la que más trabaja la mixtura de diferentes lenguajes artísticos en una amplia paleta en la que conviven y se potencian las artes circenses, los elementos teatrales, las artes visuales, lo coreográfico y el plano sonoro.
En las escenas de "Sobredosis de TV", con el clown argentino Toto Castiñeiras en una compleja escena que es toda una referencia a los primeros videos de Soda; en la de "Crema de estrellas", con su clima onírico, la cita de una escena del coreógrafo Dimitris Papaioannou y esas piernas de cuerpos en medio de un cuerpo social fracturado, o en la de "Un millón de años luz", con ese jardín en el que se revuelcan y mixturan el dibujo en arena, el trabajo performático y la sincronización con la imagen proyectada en vivo, Séptimo día alcanza niveles realmente exquisitos y de una enorme libertad creativa.
En este viaje con aires nostálgicos y policromáticos, Laprise/Tremblay tomaron otras decisiones interesantes. Por ejemplo, el apelar al clima íntimo, al borde mismo del fogón guitarrero, mientras suena "Té para tres". Esa escena que apela a los mínimos recursos entabla un interesante contrapunto con la fuerza expansiva de la troup completa cuando, casi al final, suena "De música ligera" y en el Luna Park, sitio que parece no ser el ideal para una propuesta de este tipo, pero que está repleto de connotaciones rockeras, se arma la fiesta, la complicidad de voces, la comunión.
Pero las partes no tienen un trabajo total superador. La sucesión de escenas/canciones es eso: un recorrido por los mundos evocativos de esta banda de jóvenes con raros peinados nuevos sin llegar a generar una atmósfera propia. Tampoco eso sucede desde el plano sonoro que podría haber aprovechado los silencios que se producen entre una escena y la otra.
Ante la ausencia de una dramaturgia más elaborada, con mayor cantidad de pliegues y personajes fantásticos más ricos, el peso de esa trama de unos extraterrestres que aterrizan su plato volador en el Luna y que deberían sacarnos a pasear por el universo Soda y sus ficciones termina recayendo en las canciones y en el aura omnipresente de Gustavo Ceratti, aunque en escena, claro, haya artistas circenses exquisitos y un dispositivo escenotécnico de enormes posibilidades.