Juanita Martínez: la vedette dijo adiós
Víctima de una dura enfermedad, la viuda de José Marrone decidió quitarse la vida
El nombre de Juanita Martínez, que se suicidó ayer pegándose un tiro en la cabeza, integró la larga lista de vedettes que, en las décadas del 40 y del 50, vistieron de gala a la tradicional revista porteña. Tenía 76 años y su larga trayectoria escénica, televisiva y cinematográfica estuvo casi siempre ligada al nombre de José Marrone con el que, durante muchas décadas, constituyó uno de los matrimonios más populares de la farándula.
Desde niña el arte fue, para ella, un juego de morisquetas, de risas y de casi pueril entretenimiento. A pesar de la oposición paterna, Juanita Martínez decidió seguir con su férrea vocación interpretativa y se vinculó con compañías teatrales que, en tablados de segundo orden o en confiterías que, en aquellas épocas, abundaban en el lado sur de la Costanera, daban nacimiento a un género, el burlesque, del que surgieron muchos nombres que, posteriormente, brillaron con luz propia en las marquesinas de los teatros céntricos.
Juanita Martínez, ella lo recordó siempre, fue una autodidacta. Solía decir: "Me hice cómica viendo a los maestros del género de la comedia". Su simpatía, su belleza y su figura ágil que sabía lucir sin esfuerzo las plumas más extravagantes y los vestidos más provocativos no tardaron en convertirla en primera figura de la revista porteña.
Todos los escenarios de esa Corrientes que de angosta se transformó en la grande e iluminada avenida porteña, la vieron transitar con su natural gracejo, con su humor pícaro y, a veces, algo escandaloso, con sus espontáneas ocurrencias que tocaban los temas cotidianos o políticos con idéntica irreverencia y aguda ironía.
En una etapa artística en que nombres como los de Gloria Guzmán, Pepe Arias, Adolfo Stray, Nélida Roca, Dringue Farías o Nélida Lobato eran las estrellas máximas de la revista porteña, Juanita Martínez se insertó con su aire provocativo y audaz en un género que hoy ya es melancólico pasado.
Marrone y el amor
En aquella época José Marrone, que también provenía de los más marginales escenarios del burlesque, conoció a Juanita Martínez.
A ambos lo unían el gusto por el arte popular, la desfachatez de la réplica veloz y una comicidad que, de inmediato, hallaba fácil eco en el público. Parecían hechos el uno para el otro, y la devoción por el arte se convirtió en una pasión amorosa que, ya juntos, compartieron primero como pareja y luego como consolidado matrimonio.
Junto a ese Pepitito de corazón amplio y sagacidad artística, Juanita Martínez integró compañías teatrales que ofrecieron un amplio repertorio popular. Muchos fueron los títulos que, juntos, aportaron al público desde los más heterogéneos escenarios. Pero sin duda la obra "Cristóbal Colón en la Facultad de Medicina" fue la que les otorgó el éxito más notable. Tal fue su suceso que la pieza fue llevada al cine en 1962, año en que la actriz, y siempre de la mano de Marrone, rodó "El mago de las finanzas".
Trágica decisión
La muerte de José Marrone sumió en una profunda depresión a esa siempre alegre Juanita Martínez. Se refugió en su casa de la localidad de Martínez junto a sus pequeños animales que, de allí en más, se constituyeron en su única familia. Desde tiempo atrás se le había detectado un cáncer que ella, luego de algunas operaciones, trataba de ignorar con fe y optimismo a través de una alegría que parecía superadora de sus recuerdos y de su enfermedad.
En los últimos tiempos se la vio plena y radiante en varios reportajes televisivos. Pero detrás de esa imagen estaba, sin duda, esa Juanita Martínez que ayer, a las 9, y luego de desayunar, se dirigió a su dormitorio, tomó con la mano izquierda un revólver calibre 32 y se descerrajó un balazo en la cabeza. En la mano derecha sostenía una fotografía de José Marrone.
Con su trágica muerte desaparece una figura incomparable del espec- táculo argentino. Incomparable por su simpatía, por su humor, por la constancia que puso en el amor que la unió a Marrone, por su optimismo que, en definitiva, era una máscara para su dolor, por su trayectoria en el género revisteril que ya es recuerdo de los que peinan canas y por esa sonrisa pícara siempre sedienta de comprensión y de complicidad. Juanita Martínez no es merecedora de la palabra adiós. Es, sí, merecedora de un eterno hasta siempre.
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