No debe ser sencillo ser Juana Viale . Lo tiene todo, sí claro. Se crió entre algodones, con comodidades de élite. Enunciarlo es toda una obviedad. Sin embargo, debió guerrear para defender ese constructo nunca acabado que es la identidad. Su identidad. Para definirse y pensarse. Hace algún tiempo, no muy largo, dejó de ser Juanita. Parejas; separaciones; maternidad; duelos; y el asimilar que siempre estará en la mira de las cámaras por linaje; la hicieron madurar. Hace la suya tratando de evitar confrontar. Sabe que sobre ella pesa una mirada, muchas veces cruel, que posa su lupa sobre todo lo que hace o dice. Contradictoria, escoge una actividad pública, pero reniega de la invasión a su vida privada. Como buscando nadar sin impregnarse la salitre. A los 36 años, y con tres hijos, se la nota más plantada. Segura de quién es. No siempre fue así. Será por eso que no duda en jugar, todo un guiño de lucidez, con esa herencia sanguínea de apellidos de bronce y raigambre en el inconsciente colectivo local.
-¿Quién es Juana Viale?
-La nieta de Mirtha Legrand.
La sangre de Juana
Llega a la entrevista con LA NACION sin una gota de maquillaje, outfit informal coronado por un poncho de ribetes telúricos que la protege de los primeros fríos porteños. Sobre Figueroa Alcorta el viento sopla más fuerte. Se presume nítida la cercanía con el río. Anochece y Juana preferiría estar con sus hijos, en su casa de Beccar rodeada de naturaleza, ese amparo que le cuesta abandonar. Aprovecha la escapada a la Capital para organizar temas laborales, cumplir con compromisos sociales y reuniones ineludibles. En el medio, alguna esporádica e inusual entrevista, actividad que detesta, por cierto. Lo disimula muy bien. Se la percibe contenta. Dispuesta a hablar. Juanita, Juana, la hija de..., la nieta de... Una definición no ahonda ni profundiza en el ser verdadero. Lo sabe, luego de horas de análisis y autoanálisis sobre la cuestión. Tesis que hoy aborda desde su rol de actriz. Cada jueves, se planta sobre el escenario del Espacio Callejón, en el corazón del barrio del Abasto, para sumergirse en una historia de vínculos irresolutos, de búsquedas de identidades, de laberínticos artilugios de un ADN que no termina de conformar. "Con esta obra siento que no tengo que actuar. Es como una extensión de mi misma", confiesa. El título en cuestión es La sangre de los árboles, escrita y dirigida por el chileno Luis Barrales, y en la que comparte protagónico con la actriz uruguaya, su amiga, Victoria Césperes. Juana y Victoria vivían a orillas del Pacífico cuando conectaron con el director que se rehusó a transitar un material de autoría italiana y propuso organizar una nueva idea partiendo de algunos conceptos preliminares. "Para nosotros la autogestión tiene un gran valor. Y más aún en un lugar donde no conocés a nadie", detalla la actriz.
-¿Hay algo catártico en este tránsito por La sangre de los árboles?
-Soy muy emocional y hago catarsis todo el tiempo. Pero más que eso fue reubicarse, reflejarse, aunar las partículas para verse en el espejo.
-¿Qué ves cuando te enfrentás al espejo?
-No me miro en el espejo.
Juana ríe. Y asoma en ella un rasgo tangible de ADN de la rama conocida de su familia. Hay algo de la abuela Mirtha. Y mucho de mamá Marcela.
-A veces la platea oficia de espejo, teniendo en cuenta que sos renuente al contacto público, ¿qué tránsito te facilita atravesar el escenario?
-Este tipo de teatro me permite ser yo con otro vestido y otro nombre. Soy yo sin tener que pensar una actitud, una palabra, o mandar todo al demonio. Podría estar en mi casa haciendo la obra. Soy yo.
-Es decir que hay un doble juego de consonancias espejadas entre vos y tu criatura de ficción.
-Son nuestras vivencias llevadas a un nivel teatral, con el valor agregado de la intensidad que le ponemos a las cosas.
Ramificaciones
Juana Viale fluye entre sus propias ramas. Árbol que se yergue firme. No siempre fue así. Hoy soporta entera ciertos huracanes que arremeten cada tanto. Recibió críticas adversas por su participación en Edha, la serie argentina dirigida por Daniel Burman que se estrenó en la plataforma de Netflix; y tampoco fue condescendiente la mirada que se tuvo sobre su rol como conductora de Me gusta tu canción, ciclo de entretenimientos que se vio por la pantalla de El Trece. "Los que criticaron tan obstinadamente, en realidad lo hicieron hacia Juana y no hacia Edha . A mí me escriben miles de personas en las redes y eso no replica lo que dicen algunos críticos. Pero me encanta que la gente pueda opinar".
-¿Nada de angustia o llanto?
-¡No! Soy híper creativa y ya estoy pensando en nuevos proyectos. No me gusta esperar a que me llamen para estar en el prime-time de la televisión.
Algunas de esas iniciativas tienen que ver con la adquisición de derechos de un autor de culto para los fanáticos del teatro. "Hay gente que es experta en hacer juicios sobre la otra persona", sostiene esta mujer que parece haber asimilado la dinámica del espectáculo. Aunque no comparte todas sus reglas.
-En general, siempre se te percibió algo fría, distante, ¿es una postura de defensa?
-Uno se viste a la mañana para salir a la calle, y quizás hay más ganas de quedarse en pijama todo el día, pero hay que salir igual. Tengo 36 años y hace 38 que estoy expuesta. Hay gente malintencionada, gente que envidia, gente que no le gusta que te vaya bien, gente a la que no le cae bien tu familia; ante todo eso, no puedo permitir que un ser insignificante para mí, me dañe.
-¿Cómo te preservás? ¿No leés, no escuchás?
-Eso mismo que vos decís.
-No debe ser fácil. Tampoco podés vivir desconectada.
-Mi vida es muy rica. Voy de acá para allá: soy mamá de tres hijos que manejan distintos horarios; tengo mis propias actividades; hay una familia detrás; amistades. A mí me nutre eso. No me nutre hablar mal del otro, estar pendiente de lo que hace el de enfrente. No me va criticar. Si me relaciono con alguien, por amistad o por trabajo, hago lo mejor que puedo y con una buena intención siempre.
-¿Sentís que al portar prosapia famosa, el juicio sobre vos es doblemente impiadoso?
-Antes lo sentía como una presión en mí y me desencantaba mucho en todo lo que hacía. Siempre sentí que es gratis y fácil criticar. Hubiésemos sido los mejores verdugos del medioevo. No estamos acostumbrados a dejar ser al otro, a ponerse en lugar del semejante. Estamos muy irascibles a la conducta que toma el de enfrente. Con respecto a mi trabajo, eso, antes, me afectaba mucho. Además, soy muy criticona de mi misma porque siempre creo que lo puedo hacer mejor. Con el tiempo crecí, o me volví más niña y más inconsciente, y aprendí a disfrutar más.
-Debe ser más sano para tu cabeza.
-Totalmente. El juicio contra mí siempre va a estar. Sé que nunca voy a estar exenta de eso. Pero ya no me importa. Sé de mis buenas intenciones, sé quién soy y eso para mí y mi entorno es más que suficiente. Uno no está solo. Vive en comunidad, se relaciona. Familia, amigos, conocidos, el verdulero. Y esa gente no es la que me está dando caño todo el día. Sino que me devuelve algo que me nutre. Incluso pueden criticarme, pero con contenido.
La vida de la chica rebelde que, alguna vez, no se privó de encarar a los gritos a la prensa, hoy es mucho más apacible. Juana disfruta de un cierto anonimato cuando decide tomar el ferrocarril Mitre, transporte que también utiliza su hija Ámbar para ir al colegio. Pareciera ser que hay una búsqueda por ciertos parámetros de normalidad cotidiana.
-¿No hay una contradicción entre ese padecer la vida pública y elegir una profesión que potencia la exhibición?
-Hay mucha gente del medio que es como yo. Es cierto que la vida pública no es lo que más me sienta cómodo, pero antes lo padecía y ahora no.
-Será porque vos creciste también y en esa madurez hay una forma diferente de vincularte con el medio.
-Sí, y el entorno también cambió porque antes había como una necesidad de saber, más allá de lo laboral, qué catzo hacía de mi vida. ¿Qué podía ser tan interesante para perseguirme cuando iba a clases de cocina o a la escuela? No entendía. Ahora, todo eso está más reducido. Y, al ser madre, tengo otra vida, a las nueve de la noche estoy durmiendo.
-¿Sentís atracción por ser una más? ¿Te sentís cómoda allí?
-Sí, porque es lo que no tengo. Y la identidad es uno de los valores más importantes del ser humano. La mayor riqueza.
-¿Te costó construir tu identidad en medio de tanta gente famosa en tu familia?
-No, pero la he tenido que defender a palo y espada.
Genes repartidos
-La sangre de los árboles habla de la construcción genética. En tu caso, ¿sos más Tinayre, Martínez Suárez o Viale?
-En partes iguales. Genéticamente, tengo una familia de artistas de todos lados. Mi abuela paterna era gran bailadora de tango y mi abuelo paterno era un excelente otorrinolaringólogo y, también, un gran bailarín de tango. Mi tía, hermana de papá, es una bailarina fabulosa. Y hay un tío que es un artista plástico increíble.
-¿Alguna vez te planteaste no tomar el rumbo artístico?
-Quería ser bióloga marina, pero tenía que radicarme en Mar del Plata, Montevideo o Valparaíso. Siempre me gustó estar en contacto con la naturaleza. Les enseño mucho a mis hijos sobre el respeto por la vida natural. Hay un montón de cosas para rever, progresar y volver a las raíces. Y alejarse del consumo desmedido, y la alimentación no natural.
-¿Cómo recordás tu infancia y el vínculo con tus abuelos?
-Mi abuela me pasaba a buscar por el colegio e íbamos a un restaurante que se llamaba El Pingüino. Para los 25 de Mayo, mis abuelos nos llevaban a comer puchero a la Avenida de Mayo. Mi abuelo comía el caracú con pan y manteca. ¡Un asco!
Juana es madre de Ambar De Benedictis (15), Silvestre Valenzuela (10), y Alí Valenzuela (6). "Cuando sos padre, entendés más a los tuyos. De chico uno dice que no se quiere parecer a los padres, pero de grande te terminás pareciendo. Uno se mueve en una dinámica diferente a la que se mueven los chicos. El adulto pone límites y el chico los rompe. Es otro rol".
-¿Cómo es la relación con Marcela Tinayre, tu madre?
-Con mamá la paso bien, tengo buenas charlas. Quizás no la veo tanto, pero hablamos por teléfono ochocientas veces por día. Compartimos opiniones, nos consultamos todo.
-¿Y con Mirtha, cómo es el vínculo?
-Con la abuela nos llevamos bárbaro. Estamos muy comunicadas. Te manda mensajes a las tres de la mañana, unos papiros eternos. Es muy abuela y es muy bisabuela.
-¿Cómo canaliza ese rol de bisabuela?
-Vive para los chicos, tiene pasión por sus bisnietos. Los malcría, dialoga con ellos. Silvestre es particularmente emocional y Alí es fabulador y charlatán entonces hacen unas combinaciones espectaculares en las conversaciones. Ámbar va a su casa y le revisa todos los roperos.
-¡Y Mirtha se enfurece!
-¡Para nada! Le encanta.
-Dejemos a Mirtha de lado. ¿Cómo estás de amores?
-Amores perros.
-Cada cual los define a su modo.
-Tengo tres amores, mis hijos.
-Y otros amores como tus padres, tu hermano, tu abuela. ¿Vas a evadir la respuesta?
-Estoy solísima.
-¿Con ganas de estar en pareja?
-Sí, siempre uno tiene ganas. Es la ley de la vida. Uno busca un compañero, ir de la mano, compartir. Necesito un aliado para estar en pareja.
A pesar de su hermetismo, a Juana se la vinculó este año con el actor español Andrés Velencoso, su compañero en Edha. Y, en las últimas horas, se la relacionó con el empresario gastronómico Roberto García Moritán. Ella, por ahora, desmiente todo.
Herencia
-¿Cómo vivís el inminente 50° aniversario de Almorzando con Mirtha Legrand?
-Me da risa, cuando nací el programa ya llevaba 14 años en el aire. Pasó por todos los gobiernos y salió en todos los canales. Ha tenido más de 90000 invitados. Es insólito.
-Y en una oportunidad fuiste su conductora.
-Así es, una vez lo conduje.
-¿Te ves como heredera de ese trono?
-No. No sé. La conducción no es algo que me planteo. Últimamente, me gustó la experiencia de trabajar con chicos, pero considero que, como actriz, quiero y deseo profundizar en otras cosas.
Promediando la charla, Juana se interesa por lo que refleja uno de los monitores del bar, encendido en un canal de noticias. El debate acerca de la legalización del aborto está instalado. "Necesitamos que salga la ley. El aborto existió, existe y va a existir. Y las mujeres se van a seguir muriendo mientras no haya una contención y una dignidad para ellas. Las mujeres tienen derecho a elegir. Y no puede ser que se mueran por meterse una aguja o una zanahoria. Es necesaria la legalidad y que hayas maneras seguras para todas", dice con vehemencia.
-Juana, tenemos que ir cerrando la charla, pero antes me vas a decir quién es Juana Viale...
-Ya te dije. Soy la nieta de Mirtha Legrand.
-No me digas eso.
-Es lo que se dice.
-Pero no es lo que vos decís, ¿quién es la Juana que no conocemos?
-Juana Viale es un ser maravillosamente imperfecto. Una más.
Una más que durante todos los jueves de junio ahondará, desde el escenario del Espacio Callejón, en la identidad de un personaje que anhela construir su ADN filial. Acaso, Juana lo interpreta husmeando en las entrañas de su propia sangre. En el constructo de su verdadero árbol.
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