Juan Rodó, el hombre que ama a Drácula: “Soy yo, más allá del personaje”
Tras encabezar 3000 funciones en la piel del personaje que le cambió la vida, el cantante y actor se prepara para el cierre en la ciudad de Buenos Aires del musical más famoso, a 31 años de su estreno
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“Me emocioné mucho. No me lo esperaba pero lo quería. Tenía un presentimiento, el pálpito por este momento mío que confluye con Drácula y eso sentí al subir al escenario. Había pocos de mis compañeros de elenco y pensé que no me iba a aplaudir nadie pero me aplaudieron todos, me aplaudieron como a un símbolo del teatro musical. El artista trabaja en soledad y cuando abre los ojos ve que hay un montón de pares que también lo admiran. Que te reconozcan de manera unánime es lo mejor que te puede pasar”, dice, casi al borde de que la voz, esa voz, se quiebre. Juan Rodó ganó por primera vez, la noche del lunes 19, un premio Hugo como Mejor actuación protagónica masculina por el personaje y la obra que le cambió la vida desde aquel ya mítico estreno en el Luna Park en 1991.
El festejo de aniversario empezó en abril en el Luna Park, seguido de una gira nacional que aún está en marcha. En la ciudad de Buenos Aires, el cierre será en el Movistar Arena, con tres funciones el 6, 7 y 8 de este mes. Después continuará por las provincias del norte del país, un breve descanso y temporada en Mar del Plata en el teatro Roxy Radio City. Aún no confirmado, quedaría por visitar para el resto de 2023, las ciudades del litoral y del sur. Y aunque parece una despedida, seguramente habrá más Drácula, el musical mientras Juan Rodó acepte envolverse en esa capa mágica por donde se accede a otro mundo, lejano al cotidiano, misterioso e intenso como un amor sin fronteras ni tiempo.
Recapitulemos muy brevemente el camino de la obra fundacional del teatro musical en la Argentina. Escrito y dirigido por Pepe Cibrián Campoy y el músico Ángel Mahler, Drácula, el musical se estrenó el 29 de agosto de 1991 en el estadio Luna Park con producción de Tito Lectoure, estadio donde realizó cinco temporadas (1991, 1992, 1994, 1997, 2000), además de funciones en Mar del Plata, en Villa Carlos Paz, e internacionales, en países limítrofes y en España. Continuó en Buenos Aires en el teatro Ópera (2003 y 2007), en el Astral (2011 y 2016) más las giras nacionales. Para los 25 años, en 2016, Cibrián soñaba con montar la obra en el Colón pero no fue posible, justo en el momento en que Mahler estaba a cargo del Ministerio de Cultura de la Ciudad. El distanciamiento entre ambos artistas impidió el regreso en 2021. Sin embargo, la mediación de amigos y la idea de que el acontecimiento Drácula lo merecía los unió otra vez para estos, ahora sí, 31 años cumplidos. Según Rodó, el sueño del Colón no pudo ni podrá ser realidad: “El Colón no admite ensayos previos y cuando se intentó, en 2016, nos daban solo un día para un concierto y para eso, no. No es entendible pero así fue”.
Lo que se verá en el Movistar Arena es la misma puesta de abril en el Luna Park, con el mismo espíritu que la original pero con algunos cambios sutiles que “son necesarios porque si no, sería monótono repetirlo”, dice Rodó que ya ha completado -aproximadamente, porque perdió la cuenta- un total de 3.000 funciones, un verdadero récord actoral.
Una orquesta de 30 músicos en vivo y 50 artistas en escena, de los cuales varios de ellos formaron parte del elenco 1991, además del protagonista: Cecilia Milone (Mina), Laura Silva (Nani), Pehuén Naranjo (Van Helsing), Karina Levine (la Condesa), Luis Blanco, Alejandra Fontán y Horacio Vay. A su vez, Mariano Taccagni (Jonathan) estuvo en la temporada de 2003 y Josefina Scaglione, que en 2016 fue Mina, ahora es Lucy (papel por el ganó también el premio Hugo como mejor actuación de reparto femenina). También en 2016 y ahora, es de la partida Eluney Salazar (Ninette), la esposa de Rodó que trabaja con él desde hace doce años. A todas estas coincidencias, este año se sumó la presencia de Chiara Rodó, como la Pitonisa: “Es maravilloso ensayar con mi hija, hacer las funciones. Ella ya había trabajado en Madagascar, el musical pero para mí es muy fuerte esta primera vez conmigo y en Drácula”.
-Cuántas veces lo has contestado pero la leyenda continúa. ¿Cómo es volver a este personaje?
-Es algo que nunca imaginé que podía suceder. Tengo registro de todo, reminiscencias de temporadas anteriores, vivencias. Y cada vez que vuelvo a ponerme la capa, la juego como si fuera la primera porque lo que importa es la función del momento; no es una obra fácil que se haga de taquito, hay que conquistarla cada día. Sigo preparando mi voz en el camarín antes de la función –la costumbre que mis compañeros odian- pero quiero estar preparado para que todo salga bien.
-¿Era un personaje que, previo a tu papel, te atrajera?
-Sí, vi todas las películas. Es muy atractivo, atrae el misterio, el vampirismo, el terror. Mi preferida es la de Francis Ford Coppola, con Gary Oldman, la más lograda de todas.
-Y esa atracción y seducción que genera el personaje también te envolvió. ¿O ya no es lo mismo que en los años 90?
-Continúa. El otro día en Rosario, a la salida del teatro, la gente me esperaba. “No sabés lo que generás, lo que nos producís, lo que hacés me atraviesa, te amo”, cosas por el estilo que provoca el personaje y creo que pasa porque al aspecto oscuro, que lo tiene, le gana el romanticismo y la emoción. Ahora sé que esto ocurre. La diferencia es que al principio no lo imaginaba y me desconcertó, de ser un ignoto artista a convertirme en figura, hasta un sex symbol cuando nunca lo fui. Me desconfiguró en aquel entonces y tuve que recurrir a terapia. Pensá que yo trabajaba de profesor de música en escuelas con horarios diurnos y pasé a una vida nocturna y con mucha demanda de tiempo, de ensayos, giras. Drácula me chupó todo y no me dejó tiempo para la familia, cambió la rutina, fue una época muy demandante. Pero el balance siempre es positivo.
-Tuviste un profesor que desde la escuela secundaria desestimó tus condiciones para dedicarte al canto. ¿Lo recordás en tus oraciones?
(Lanza una carcajada que solo puede ser calificada como “draculesca”) –Soy bastante cabeza dura y fui fiel a lo que quería más allá de las posibilidades que tuviera. No pensaba en el éxito sino en lo que me gustaba y lo llevaba adelante. Después hubo un cambio, mi voz se modificó y marcó un rumbo. Como me definió el periodista Osvaldo Pepe cuando me entregaron el reconocimiento de personaje destacado de la Cultura (2019), soy “Juancito, el caminador”: yo sigo caminando, por momentos apesadumbrado pero seguía y sigo.
-¿Cómo evaluás o corregís a tus alumnos?
-Me gusta mucho la docencia y nunca frustré a nadie, siempre estimulo. Lo que hicieron conmigo fue pésimo pero a mí me fortificó: lo que no te mata, te hace más fuerte.
-¿En ese camino, ser cantante de ópera era una posibilidad?
-Cuando terminó Drácula en la temporada 1994, hice una audición en el Colón y estuve cuatro años como solista. Con La Bella y la Bestia (1998), ya no volví al Colón porque el musical me exigía demasiado. Pero el musical me necesitaba a mí mucho más que la ópera.
-Antes de la pandemia, produjiste y protagonizaste dos musicales en formato más chico, “de cámara”, en el Cultural San Martín, Papaíto piernas largas (dirección de Lía Jelín) y Los fantástickos (dirección de Diego Ramos). ¿Cuál es tu balance?
-Fui feliz en ambos proyectos, fue lo que se pudo en aquel momento y fui fiel a lo que me parece una gran obra aunque no sea comercial o a gran escala. Uno puede hacer ambas cosas, la gran orquesta y el cuarteto de cuerdas.
-¿En qué quedó el proyecto de hacer el musical Nine, que hizo Juan Darthés en 1998?
-Todavía lo espero. Está muy difícil hacer una gran producción como esa hoy, la diferencia con el dólar no lo permite.
-¿Por qué no dirigiste tus propias producciones?
-La dirección musical, sí. Pero con el mundo de los actores prefiero no meterme, confío más en otras personas. A Daniel Suárez Marzal lo elegí para dirigir Jack, el destripador, el único musical que compuse, además de actuar y producir; a Sergio Lombardo para Phantom y Jekill & Hyde; Lía Jelín en Papaíto y Diego Ramos en Los fantástickos. De todos aprendí y obtuve una visión distinta de la obra a la que yo tenía. Pero es una búsqueda constante, me interesa encontrar miradas superadoras a la mía.
-¿Y Cibrián?
-Pepe tiene estilo y un conocimiento inmenso pero yo trabajé con él toda la vida (además de Drácula, en Las mil y una noches; Dorian Grey, el retrato; Otelo; El jorobado de París, entre otros). Para encontrar el sello personal hay que buscar el lenguaje propio.
-¿La experiencia Disney (La Bella y La Bestia) qué te aportó?
-Fue Broadway en Buenos Aires, aprender un sistema de trabajo, una disciplina a la que hay que adaptarse. Pero adaptarse a una genialidad es un gran aprendizaje y no implica que te robotices, cada uno aportó lo propio desde ese esquema. Si no, todas las obras de Broadway serían lo mismo y no lo son.
-En el exterior, actuaste en la zarzuela Doña Francisquita, en la ópera de Washington, con dirección de Plácido Domingo, en 1997. ¿Y Broadway?
-Estuve a un paso. Antes de la pandemia, en 2019. Me llamaron para audicionar para Evita, el personaje de Perón, por un video que mandé. Llegaron a pedirme medidas, altura, pasaporte, estaba dispuesto a viajar. Pero, en la instancia final, entre un norteamericano y yo, quedó el otro. Hubiese sido maravilloso, no se dio pero soñé mucho. Renunciaría a todo por eso y estoy atento a las convocatorias.
-¿Por qué nunca fuiste jurado en los concursos de talentos de la televisión?
-La televisión no me interesa, mi vocación es teatral absolutamente. En cuanto a jurados, me llamaron hace poco para el de Marcelo Tinelli (Canta conmigo ahora, ElTrece), donde son cien jurados. No podía, estaba con Drácula, no quería volverme loco en medio de este año y no me parecía que estar entre cien sea algo que me nutriera.
-¿Harías teatro de texto?
-Yo actúo en las obras que hago pero todas son musicales. Nunca me llamaron y nunca lo busqué porque, simplemente, no puedo vivir sin la música, tengo una vocación muy definida. No me importó tampoco ser popular, más allá del ámbito del musical.
-¿Qué podés decir de las actrices y cantantes que te acompañaron?
-Cecilia Milone es una hermana para mí, aunque no nos veamos; a Paola Krum la tengo en mi recuerdo de modo muy especial. Y quien supo ocupar su lugar a ese nivel fue Josefina Scaglione, gran Lucy.
-¿Cómo viviste la discusión Mahler-Campoy?
-No fue lindo pero entendí que en las relaciones puede pasar y en este caso, pasó largo, mucho tiempo, varios intentamos el acercamiento. Ganó la voluntad de hacerlo y eso es bueno, que pueda fluir lo profesional sin que se meta en el medio lo personal, es lo más sano.
-Estabas enojado con los premios; ¿ahora, con el Hugo, se te pasó?
-Estaba algo frustrado más que enojado. Tengo mi Estrella de Mar, el Florencio Sánchez y la mención Konex, no la estatuilla (en la década 1990-2000 ganó Enrique Pinti), un María Guerrero a la trayectoria. Para los ACE, fui nominado la primera vez de Drácula, nada más. Pero no había ganado ningún Hugo, ni siquiera me habían nominado por Drácula sino por otras obras, algo rarísimo.
-Tus hijos, Mateo y Chiara, ambos artistas, ¿qué te dicen?
-Sé que soy su orgullo y en muchas situaciones difíciles, en especial Mateo que es el mayor, me han apuntalado. Mi madre, que siempre me alentó, llegó a verme hasta la temporada 2007.
-¿Y ahora qué, Juan Rodó?
-Estoy satisfecho en general, me queda lo de Nine, pero no puedo decir ya está, soy muy inquieto y no dejo de estar atento y en la búsqueda. Mi voz está bárbara, mejor que en abril porque mejora cuanto más se la trabaja. Me emociona mucho, siempre, volver a Drácula. Por lo que representa en mi historia, me retrotrae a mis 24 años. Era fácil marearse pero fui consecuente con la disciplina y el trabajo. Lo amo profundamente. Ya mostré que puedo hacer otras cosas, hice 16 personajes protagónicos en mi carrera. Pude medirme, experimentar, mejorar en cada temporada y siempre volví a Drácula enriquecido: soy yo más allá del personaje.
Para agendar
Drácula, el musical, de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler. Jueves 6 y viernes 7, a las 20.15; sábado 8, a las 21.30. En el Movistar Arena, Humboldt 450. Desde $ 4000.
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