El joven intérprete reconoce su legado familiar, pero quiere vivir su experiencia delante de cámaras y sobre las tablas; protagoniza el film Paisaje, junto con Ailín Salas, María Ucedi y Dady Brieva
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Juan Luppi se reconoce como hijo, sobrino y nieto de actores, pero tiene una visión propia del legado familiar y también busca su propia experiencia en el mundo artístico. En diálogo con LA NACION destaca la impronta de su madre, Marina Olmi, artista plástica y hermana de Boy Olmi, como una figura “auténtica” y “poco convencional” que le dio “libertad”, pero también le generó “angustia” cuando lo enfrentó a la “necesidad de elegir” en la vida. Su padre es Gustavo Luppi, hijo del recordado actor Federico Luppi, quien, tras dirigir durante muchos años, regresó a la actuación.
Federico Luppi, su abuelo paterno, con quien llegó a compartir escenario y a quien define como un “actor de la época dorada del cine nacional”, también jugó un papel importante en su vida. Aunque reconoce que su vínculo fue limitado -“Abuelo-actor/nieto-actor”, dice- a diferencia de la relación que mantiene con su padre. El más joven de los actores Luppi no niega el legado, tanto en sus elecciones profesionales de su vida como en su desarrollo personal.
En cine
En febrero se estrenó Paisaje, la tercera película que protagoniza. El drama se centra en una joven pareja que, durante los últimos meses de embarazo, decide regresar de sus vacaciones familiares de manera impulsiva. Sin embargo, su viaje se ve interrumpido cuando su auto se avería en medio de la montaña, dejándolos varados y solos. Con la inminente llegada del bebé y la dificultad para encontrar ayuda, la pareja enfrenta una serie de desafíos que desencadenan una espiral de emociones y conflictos internos.
Para el actor, el rodaje -en la cordillera de Los Andes durante dos meses- significó otro desafío: ”La película refleja una foto de lo que fueron esos meses; fue una experiencia de vida increíble”. ”Estar en medio de la montaña con un grupo de actores, totalmente solos noche y día, muertos de frío... Comer juntos, pensar en las escenas. Teníamos que filmar en la nieve, de repente llegamos y no había nieve, hubo que improvisar, cambiar escenas del guion, tuvimos que contar otra película”, relata. La experiencia lo marcó.
—¿En qué momento elegiste el camino de la actuación?
—Éramos muy chicos cuando nos fuimos a vivir a Madrid y con mi hermano empezamos a estudiar teatro. Nos fuimos en 2001, a mis 11 años, por el trabajo de mamá y de su marido. Terminé la primaria allá e hice toda la secundaria en Madrid. Empecé en la televisión de allá con Los Serrano, donde estuve cinco años.
—Tu debut como actor fue en Verano del 98…
—Sí, a mis nueve años salí en Verano del 98; era fanático de la serie. Durante la primera temporada mi papá era director de la tira, por eso los productores y Cris Morena ya me conocían. Necesitaban un niño actor, le preguntaron a papá y a mí me gustó la idea.
—¿Pensabas que querías ser actor?
—No tengo idea, a lo mejor sí, pero con la liviandad de un chico de esa edad que actúa en televisión porque es muy extrovertido. Si me preguntaban si yo quería ser actor, seguro que respondía: “Sí, yo quiero ser actor como mi abuelo Federico”. ¡Qué se yo!
—Las comparaciones son inevitables ¿Sentiste alguna vez el peso de tu apellido?
—Sí… A medida que crezco intento aprender a llevarlo mejor. Es un honor y un desafío al mismo tiempo. Si bien la presión de las expectativas existe, también encontré una gran motivación en el ejemplo y la experiencia de mi familia en el mundo del arte. Mi abuelo me enseñó muchas cosas, actué con él y también me dirigió. Aprendí de su forma de trabajar y de relacionarse con el arte, después en la vida privada y personal, no…
—¿Cómo era la relación con tu abuelo?
—Tuvimos un vínculo muy interesante como abuelo actor-nieto actor. La actuación nos unió mucho y todo lo que se desprende de ahí: el arte, el teatro y la política.
—El arte y la política están muy ligados. ¿Lo tenés en cuenta a la hora de elegir tus trabajos?
—No me puedo dar el lujo de elegir los guiones por su implicancia ideológica. Creo también que en la época de mi abuelo todo estaba mucho más politizado. Estaba instaurada la figura del intelectual comprometido, el actor ideologizado, el teatro político, era otra época del mundo. También la gente estaba más involucrada. Me imagino que en esa época ibas a un bar, te querías levantar a una mina y tenías que hablar de política, ese tipo de cosas.
—Te subiste al escenario con tu padre y con tu abuelo ¿Se siente diferente que tener al lado a cualquier otro gran actor?
—Actué con ambos. En el caso de mi abuelo fue distinto, la actuación fue nuestro punto de encuentro. En cambio, con mi padre, la relación siempre fue de padre a hijo. Mi padre es principalmente padre. Y compartimos ese gran momento, en lo profesional, que fue su vuelta a la actuación. En 2019 le ofrezco dirigir una obra de teatro [Hombres y ratones], y termina actuando. Y de alguna manera se condensó algo que nos venía atravesando desde hacía tiempo a los dos: un legado familiar con la actuación que se trasmite de padres a hijos. La vida lo llevó por otros caminos, y en ese momento nos volvimos a reencontrar.
— La vuelta de tu padre tuvo otro significado...
—Sí. Fue mágico. Él empezó a actuar de joven, se separó de la actuación, hubo algo que no le encajó, pero también había algo que sí le gustaba mucho y años después, vuelve a través mío, de otra manera; no con la ambición que tenía de joven sino con algo que tiene más que ver con el placer y con la humildad. Y a mí me sirve como ejemplo porque yo también me meto en la actuación siguiendo un legado. Como soy joven, con otra ambición, con otra perspectiva de la vida... Pero en esa obra de teatro nos volvimos a encontrar: nos une como padre e hijo y al mismo tiempo veo en él el final de un proceso, que a nivel personal, fue muy fuerte.
—Hablás de legado familiar, ¿tu padre tuvo la misma carga que vos?
—Es una carga muy grande ser nieto de mi abuelo, pero dentro de todo es mi abuelo, no es mi padre; hay una distancia. Además, ahora él ya falleció. No era el actor que salía en las revistas e iba la mesa de Mirtha Legrand en los años 80. En esa época era muy grosso a nivel figura.
—¿Seguís teniendo contacto con gente de esa época?
—Tuve grandes amigos, pero ya murieron todos: Augusto Fernández, Lito Cruz, Cacho Vidone, Hugo Arana, eran gente muy especial. La sabiduría y la experiencia me atraen. Me gusta charlar con esa gente y tiene que ver con las circunstancias de la vida. Tuve la suerte de llegar a ellos por donde estaba. Con mis amigos artistas siempre decimos: se llevaron oro a la tumba. Sé que tenían oro porque algunas “pepitas” me dieron, pero ellos tenían un cofre entero.
—¿Todos fueron amigos de tu abuelo?
— Sí. Muchos no saben cómo se conocieron Lito Cruz y Federico. Estamos hablando de Berisso, un pueblo industrial del Río de La Plata en los años 50. Federico era un pibe que trabajaba en un frigorífico con ideas comunistas y Lito atendía el bar que estaba enfrente donde los obreros salían y se tomaban un café o un vermú. Tenían en común su interés por el arte, se hicieron amigos y terminan siendo dos grandes actores. Quizás estaban tocados por la varita mágica, aunque también creo que era un momento donde esas cosas podían ocurrir: nacía una nueva generación de actores, el actor moderno, como Marlon Brando en Hollywood.
—Dicen que todo tiempo pasado fue mejor… ¿Qué soñás para el futuro?
—Me gustaría mirar para atrás y haber hecho un par de buenas películas. Pero por sobre todo dejar huella, como ellos la dejaron en nosotros. El compromiso tiene que ver con que, lo que nos dejaron, no se pierda en un mundo donde se pierde.
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