Juan Gil Navarro: "Soy un producto del matriarcado ciento por ciento"
Juan Gil Navarro no quiere ser más "el freezer" -el personaje que interpretó en Floricienta en 2004- y tampoco le parece que representar a un príncipe debería ser celebrado en tiempos en que las mujeres están luchando por sus derechos y están buscando la igualdad de género. Está sentado en la cafetería de Telefe, después de grabar algunas escenas de 100 días para enamorarse , la tira en donde vuelve a representar a un bígamo, en un papel mucho más interesante del que le tocó en Mi amor mi amor. Con 45 años, el actor está dispuesto a entregar parte de su catálogo de autores, textos, opiniones políticas y relecturas en una conversación sincera con LA NACION.
Gil Navarro no se achica, asume, con una sonrisa, haber caído en "la trampa" de la crisis de los 40: no solo se separó de su esposa, tras una década, sino que empezó terapia y decidió dejar de ser "tibio". Hijo del periodista Manuel Gil Navarro, quien murió el año pasado, el actor analiza las ficciones locales y considera que la industria "no toma riesgos". También cuenta algunos detalles de su papel en Rizhoma Hotel, el nuevo unitario de Telefe, donde trabajó junto Jorge Marrale y Ludovico Di Santo.
"Trabajamos dos días haciendo un laburo muy concentrado, eran un montón de escenas y fue un placer. Fue como hacer una mini obra de teatro. El acento está puesto durante media hora en la actuación y en el texto", explica sobre la ficción que tiene libros de Marcelo Camaño y Marisa Quiroga y dirección de Jesús Braceras . Y suma "Me crié viendo los programas de [Alejandro] Doria, Atreverse, Amores. Me crié con esa visión de la ficción, donde todo estaba apoyado en el recurso que tenían los actores y en una buena historia".
—¿Por qué creés que 100 días para enamorarse caló tan profundo en el público?
—En este momento particular del país poder hacer una ficción que camine bien no es una certeza, ocurre o no ocurre. En varias formas 100 días... corre riesgos porque se ha metido a contar cosas que no son habituales de ver en televisión. Juani [el personaje encarnado por Maite Lanata] es el ancla emocional del programa. Un chico trans no había tenido un espacio en el prime time. Si bien el programa estaba concebido para contar las historias de los cuarentones, para mí el ancla emocional del programa ese ese, es lo que le da tierra. Después estamos nosotros delirando y jugando a que hacemos Cha cha cha.
—¿Qué pasa con las ficciones locales? Cada día hay menos...
—Es cada vez más difícil encontrar ficciones que no solamente compitan y tengan calidad en el mercado interno sino que puedan ser competitivas en el exterior. A mí me da un poquito de bronca pensar que tenemos que aceptar que las miniseries españolas son lo mejor que hay a nivel hispano parlante. Creo que, sin duda, son muy buenas, pero sin ser excepcionalmente buenas, son mejores de lo que ocurre en Latinoamérica. Sacando Narcos y ahora la de Luis Miguel.
—Pero hay algunas ficciones como Un gallo para Esculapio que sí tuvieron rebote en América Latina...
—Un gallo para Esculapio y El Marginal son excepciones fabulosas. Ambas son del mismo productor, no es que hay otro. Me preocupa que eso sea así.
—¿Qué debería suceder para que se modifique el mapa?
-Creo que antes había más riesgo artístico. Había una mirada y una puesta a hacer cosas que no tenían que ver con el manual de marketing. Detesto el marketing, los algoritmos y todo lo que arme manuales de tendencias. Es vivir adentro de 1984, son tiempos absolutamente orwellianos. Es hacer lo que a la gente posiblemente le va a gustar. Yo no me crié en un mundo así y la gente que más admiro (los realizadores, los autores...) no se han criado en un mundo así. Tampoco hay que ser suicida porque hay mucha guita en el medio. No creo que la calidad y el negocio tengan que estar divorciados. Doña Rosa se murió y la hija de Doña Rosa es más inteligente que todos los programadores juntos. Entonces, no se le puede faltar el respeto.
—¿Pensás que tiene que ver con falta de presupuesto para hacer quizá superproducciones?
—No. Todo está en el texto. La serie que más me gusta se llama Peaky Blinders, es inglesa y está en Netflix. Es una bomba atómica, es lo mejor que vi: los actores son fabulosos, los libros son increíbles, la realización, la venta y la edición, en conjunto es impecable, ¡impecable! Cuando veo ese laburo, ese nivel de concentración, de compromiso, digo: "Che, tenemos muy buenos actores aquí en la Argentina podríamos hacer algo así".
—Hiciste un montón de papeles, pero quedó grabado en la memoria popular tu "freezer" de Floricienta...
—Mirá alguna vez se lo conté a [Alfredo] Alcón que había hecho muchas películas con Mirtha Legrand y después trabajaba en el San Martín y se afeaba todo espantoso. Él contaba que había señoras de las primeras filas que decían: "Ay, ¡qué lindo que es!" Él sufría horrores porque decía: "No se dan cuenta lo que estoy haciendo". Y era Alfredo Alcón. Así que si yo estoy haciendo villanos y me siguen viendo adorable, solo puedo agradecer.
—Hace poco tuisteaste una frase que generó polémica sobre ese personaje, ¿qué te llevó a hacerlo?
—Después de la cantidad de comentarios y pedidos callejeros de "eh, el príncipe, el freezer", me pareció que era elocuente con lo que estaba pasando decir: "Bueno, el príncipe está en contra del matriarcado y el freezer congela todo lo que debería estar verde". Puse dos corazoncitos y eso armó un revuelo. Ya está, suelten, no necesitan encontrar un príncipe. Me criaron tres mujeres: mi vieja, mi abuela y mi hermana, entonces soy un producto del matriarcado ciento por ciento. ¿Cómo voy a creer o defender esa idea? Creer en eso es como regalarle una Barbie a una chica para decirle "tenés que ser así", "ay, vos tenés que sufrir y llorar por un príncipe". Es lo mismo. En algún lugar es condicionar culturalmente a una niña o a un niño.
Vamos chicas, terminemos de una vez con el príncipe y el freezer... El primero es enemigo del matriarcado y el segundo congela todo lo que debería estar verde...[R][R]( #Suelten...#YaEsHora...)&— Juan Gil Navarro (@juangil_navarro) 3 de junio de 2018
—Igual la figura del príncipe muchas veces funciona como disparador de cierto tipo de historias...
—Sí, es verdad. Todavía sigue estando en las historias de amor, si querés Romeo y Julieta, que es un clásico de Shakespeare, se apoya en ese lugar. Pero los dos están sufriendo por amor y los dos mueren por amor. En este caso puntual, la historia estaba más apoya en una cosa comercial que en una cuestión romántica.
—¿Querías terminar de despegarte del personaje?
-Yo nunca me quedé enganchado. De hecho, mi partida de ese lugar tuvo que ver con ir a hacer otra cosa con Pol-ka que era completamente distinta. Mucha gente creyó que era una diferencia económica. Nunca jamás he chantajeado a nadie diciendo "no, ahora pagame un millón de dólares". Jamás, ni lo haría. Me gusta o no me gusta. Y he trabajado en muchas cosas que no había un peso porque confiaba en que lo que se iba a hacer estaba realmente bueno y valía la pena. [Cuando se termine la nota, contará que gracias a ese papel se compró su primer auto, y no mucho más que eso].
-¿No querías ser un "galán"?
-No. La "galanura" no es algo que se elige, es algo que los demás te dan. En algún lugar es como el prestigio, no es algo que se pueda buscar, es algo que te asignan, que te otorgan, que ocurre. El día de mañana si me tengo que tirar 15 kilos encima porque quiero hacer otra cosa y hay alguien que dice "¡ay, no, a mí me gustaba cuando era galán", lo lamento en el alma.
-Con Eva Perón y el homosexual, de Copi pudiste deconstruir tu galán cien por ciento.
-Había mucha gente que decía "qué pena, yo no sabía que era gay", como si ser gay fuera una pena. Posta, de verdad, a mí me sorprendía. La gente decía: "¿Cuándo va a salir del clóset este muchacho?". Era la mirada de una señora en el teatro que había ido a ver un espectáculo de tres transformistas y decía "che, ¡qué pena!".
-¿Qué hay de cierto en eso de que querías ser actor para conquistar mujeres?
- ¡Todos! Yo creo que todos los actores... Se ha vuelto muy difícil hablar hoy, así que hay que ser muy preciso en la ejecución del habla. Todos los actores y/o actrices, heterosexuales... creo que en algún lugar... Yo he jugado con esas cosas durante un tiempo. Soy mundano como cualquiera, pero no me avergüenzo de eso.
-Siempre tuviste fama de ser "caballero" a la vieja usanza, con este paradigma, ¿sentís que hay algo en tu conducta que tendrías que cambiar?
-No todo el mundo se merece la caballerosidad. Alguna vez me dijeron que abrir la puerta es machista y yo les contesté: "No lo hago por ustedes, lo hago por mí". Viajo mucho en subte y la gente dice: "Pero ¿cómo viajás en subte?" Paul McCartney se toma el tren; Keanu Reeves, en Manhattan, se toma el subte; ¿y yo voy a viajar en una limusina? Entonces si me levanto, doy el asiento y alguien cree que eso es machista, no entendió nada, de nada. Porque además yo si salgo con una mujer busco que sea femenina. No va a ser más mujer o más independiente porque hable como un camionero... "Eh, eh, yo soy mujer". Está buenísimo que seas mujer pero sin perder la femineidad. Es como ser tipo y andar golpeando a todo el mundo, porque uno dice que es macho o más hombre. Ser varón, ser hombre, no tiene que ver con ser un violento.
-¿Hay un replanteo en cuestiones artísticas a la hora de la improvisación, después de que se destapara el caso Harvey Weinstein?
-Creo que es como el humor bien aplicado en un momento correcto. Un chiste es un chiste porque el origen es la buena leche. Y con el trabajo es lo mismo, puede ocurrir algo en un contexto determinado si cuadra dentro de una situación. Es una energía tan peculiar la del acoso y la del maltrato que claramente queda muy expuesto qué es maltrato y qué no lo es. Porque sino hay que andar con un "maltratómetro" diciendo "esto es acoso", "esto no es acoso", "esto es solo mala contestación", "esto es destrato". Uff, ¡qué difícil es! El tema está en el origen y para mí, sin duda, en la forma. No es lo mismo que le diga a alguien "che, no seas boludo", de una forma hasta amorosa, a que le diga "sos boludo, sos boluda". Son cosas distintas. La minuciosidad que hay que tener por esta sensibilidad social es tremenda. Estás dentro de Las brujas de Salem porque es una caza de brujas, todo el mundo puede estar poseído por el diablo. Lo que sí está bueno es que si uno tiene un mal momento pueda tener la posibilidad al otro día de decirle a alguien "mirá, disculpá, estuve como el culo".
-¿Cómo viste las acciones del colectivo de actrices en torno al proyecto de ley para que se legalice el aborto?
-Estuvo buenísimo lo que hicieron las chicas, Lola Fonzi, Carla Peterson, Jazmín Stuart, Nancy Dupláa... A nosotros solo nos queda acompañar.
-Vos hablás de los 45, ¿hay algo de la llamada crisis de los 40 que te puede haber puesto en este lugar más crítico?
-Sí.
-Y tu separación podría estar relacionado...
-Sí. Estoy en el manual, yo pensaba que era un mito y no. No y no. Claramente hay algo que pasa después de los 40. A mí me pasó a partir de los 42. Se me derrumbó todo el paradigma del trabajo, del amor, de la mirada de la vida. Tengo un terapeuta fantástico con el que hago psicoanálisis hace 4 años.
-¿La paternidad entra dentro de todo lo que te replanteaste?
-Sí. No se dio que fuéramos padres, pero no es algo que yo descarte. Tendría que encontrar una compañera con quien tener o que ya tenga.
-O adoptar...
-O adoptar… ¡con lo fácil que es adoptar en la Argentina!
-¿Cómo viviste el proceso de separación? ¿te molestó que se mediatizara?
-Lo viví como cualquiera que termina una historia, con cosas que te duelen, con cosas que querés modificar. La cama es un poco más grande, pero está bueno también recuperar. Con esos dolores, te ponés más fuerte y te dan más flexibilidad. Es como esa gente que entrena en artes marciales y se golpea para después tener un callo en algún lugar y que después no te duela más. Hay dolores que generan callo. Recién se enteraron de mi separación 9 meses después. La exposición de este oficio es más vieja... También se hablaba de los amoríos de Chaplin, aunque en ese momento no era más importante con qué chica estaba sino las cosas que él contaba. Siempre pasó, pero existía algo bien concreto y tangible que era la calidad de un trabajo
-¿No te llevás bien con el periodismo?
-Tengo un gran aprecio por ese oficio y una gran bronca también cuando me encuentro con detractores que ustedes claramente identifican, que en vez de defender el oficio lo bastardean o lo justifican. Siempre ha pasado. Y si hay un espacio en los medios dedicado a los espectáculos se habla del escándalo y no del trabajo. De lo único que se habla es del escándalo. Lo cual también daña a la ficción.
-¿Y las redes sociales? Hace poco tuviste que apagar otro incendio por defender a Nancy Dupláa.
-Yo soy muy crítico de cualquier gobierno. He sido muy crítico del gobierno anterior y he elogiado un montón de cosas que han estado muy bien y soy crítico con esta administración también. ¿Cómo alguien me va a rotular a mí de kirchnerista o macrista? ¡Qué se vaya al carajo! Yo soy mucho más que eso porque mi mirada y mi aporte nunca van a tener que ver con un gobierno de turno. Los gobiernos pasan y en el noventa por ciento de los casos, los políticos están ocupados en hacer su rosca, no en transformar la vida de la gente. A aquellos que han querido hacerlo, como [Arturo] Illia o [Ricardo] Alfonsín, los rajaron. Ha habido muy poca gente que tuvo de verdad ganas de dar una mano en un puesto clave y que se jugó el pellejo por eso y así lo pagó.
-¿Pensaste en irte del país?
-Sí, un montón de veces, pero aún si tuviera la oportunidad de trabajar afuera seguiría teniendo una pata acá, porque hay cosas que quiero cambiar. Antes era ingenuo y optimista. Mi viejo me decía que ser ingenuo y optimista era una combinación fatal y tenía razón. Entonces dije: "Bueno, yo no quiero dejar de ser optimista, pero tengo que dejar de ser ingenuo y, para continuar con esa mirada y dar una mano, tengo que empezar a decir las cosas como son, si ya tengo 45 años"." No, no... cuidado", te dice la gente. ¿Cuidado con qué, con qué voy a tener cuidado?
-¿Tenés vocación política?
-Ni en pedo, nunca.
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