Juan Carlos Mesa: el caballero de la risa
Juan Carlos Mesa jamás se inhibió ante una cámara, un micrófono o un escenario. De hecho, cuando le tocó dar el primer paso hacia su consagración como uno de los más grandes humoristas de la historia de los medios audiovisuales de la Argentina todavía vestía guardapolvo. A instancias de su madre, asombró a la audiencia de LV3, en su Córdoba natal, al recitar de memoria rimas de Germán Berdiales en el programa infantil Gorjeo y Doña Tremebunda.
Con el tiempo, aquel precoz artista escolar se convirtió en un hombre robusto que detrás del corpachón siempre guardaba un gesto amable, la actitud campechana y esa frase siempre justa, sentenciosa y ocurrente del sencillo hombre de pueblo. Sabía mostrar sin complejos su talento para hacer reír, pero se incomodaba ante cualquiera que se animara a calificarlo como lo que fue: un grande en el más amplio y acabado sentido de la palabra. Pero jamás se olvidaba de agradecer cualquier elogio a su trabajo: lo hacía con discreción y elegancia a través de una llamada o una carta escrita de puño y letra. En su caso, la popularidad y el reconocimiento eran sobre todo el motor de una infatigable labor creativa que sólo mermó en los últimos años debido al decaimiento progresivo de su salud.
Ayer por la mañana, en el Sanatorio de la Trinidad, de esta capital, la vida de Mesa se apagó definitivamente a los 86 años. Llevaba internado allí varios meses por un cuadro de diabetes, que se complicó a raíz de una insuficiencia renal. Un cuadro que se había hecho todavía más precario luego de la muerte de Edith, su fiel esposa durante seis décadas.
Fue grande desde su maciza corpulencia física, pero también (y sobre todo) a partir de una prodigiosa capacidad de trabajo que lo llevó en su momento de apogeo a escribir simultáneamente varios ciclos de éxito y dejar en todos ellos, al mismo tiempo, la marca de un estilo y la constante sensación de que jamás sería capaz de repetirse.
La fertilidad fue el rasgo más notable de la carrera de Mesa. Pero ese copioso e incomparable aporte adquiere todavía mayor valor si se lo recuerda en detalle. Evocar su carrera título a título y nombre a nombre lo hace todavía más grande.
Mesa escribió para todos los grandes capocómicos y figuras estelares de la comedia argentina a lo largo de tres décadas, y en casi todos los casos hizo que cada una de ellas brillara y viviera probablemente sus mejores momentos. Había llegado a Buenos Aires con la tarea expresa de escribir para Jorge Porcel (Los sueños del Gordo Porcel). Con el tiempo, fue haciendo lo mismo con Carlos Balá (El clan Balá), Joe Rígoli (Bonete), Tato Bores (Tato para todos, Tato vs. Tato, Tato%), Pepe Biondi (Festibiondi), Juan Verdaguer (Verdaguer y sus inquilinos de alquiler) y Alberto Olmedo (El chupete). También se sumó a elencos autorales de ciclos de sketches que hicieron historia, como La tuerca, Los Campanelli y Hupumorpo, junto con otros de menor repercusión: La matraca, Frac, Flash, Llámele Hache, Las hormigas, Asado con cuentos. Y como si todo esto fuera poco escribió varias exitosas telecomedias, de la brillante Gorosito y señora, en los años 70, a las muy populares Stress y Brigada cola, dos décadas después.
Conoció el fracaso (Fresco y Batata, Pizza party, Gran Hotel Casino), pero jamás se desanimaba ante un tropezón. El optimismo era en Mesa la respuesta natural frente a la adversidad, y otra muestra de su natural disposición a hacer reír a los demás. "Supongamos que de las 60 secuencias que tengo por capítulo me fracasan totalmente 30. Todavía tengo otras 30 para defenderme", dijo en 1984 a propósito de su máximo triunfo televisivo: Mesa de noticias.
El éxito de Mesa de noticias
Pocas ideas televisivas tuvieron tanta influencia en su tiempo como aquella formidable tira diaria que emitió ATC con Carlos Montero y Gustavo Yankelevich como productores, un gran elenco y Mesa como capitán del barco. Dueño absoluto de la marca registrada del ciclo, Mesa se las ingenió para mostrar a todos que el éxito era fruto de un gran trabajo de equipo.
"Teníamos cada día un total de 48 minutos netos de contenido artístico con sketches que jamás se estiraban ni tenían un remate espectacular. A veces se trata sólo de provocar una sonrisa amable", reconoció una vez. Pero lo más notable consistía en escribir al ritmo de la actualidad, ya que el programa, ambientado en un noticiero de TV, tomaba nota de los hechos cotidianos y la información del día que eran noticia de verdad. Mesa y Jorge Palacio (Faruk) armaban los guiones el mismo día de emisión y las grabaciones siempre se hacían contra reloj en compañía de un elenco sólido y rendidor en el que figuraban, entre muchos otros, Fernando Bravo, Gino Renni, Alberto Fernández de Rosa, Beatriz Bonnet, Cris Morena y Eleonora Wexler, por entonces una niña.
"Teníamos una producción de lujo, con Carlos Montero y Gustavo Yankelevich, al que le pedía una lancha colgada de un árbol y a la mañana siguiente la tenía." El otro puntal del ciclo era Gianni Lunadei ("un creador increíble de muletillas, con una gracia corporal inolvidable"). De un personaje extraordinario (un malvado de caricatura llamado De la Nata) nació una sociedad extendida a otra gran comedia: El gordo y el flaco.
Siempre afirmaba que su trabajo consistía en encontrarle el lado menos dramático a la realidad cotidiana. Lo hacía con una mezcla de inocencia y surrealismo, escapando a través de una sana picardía de ciertos lugares a los que prefería no visitar: el humor negro, el doble sentido explícito, la vulgaridad. "Cuando se invade la privacidad de las personas para hacerlas reír, es muy difícil sentarse ante una máquina de escribir y pretender ser sutil", decía hace unos años, anticipándose a la fiebre exhibicionista de la actualidad.
"Mi estilo -le dijo en una ocasión al historiador de la TV Jorge Nielsen- puede ser definido como costumbrista o paisajista. Trato de copiarle a la vida lo que tiene de grotesco por el tamiz del humor. El humor es eso: ponerse el saco al revés."
En todo momento procuró esquivar el humor político, aunque siempre se sintió cómodo junto a Tato Bores. Con él jugaba una comicidad más transparente y clásica, construida a puro gag. Mientras trabajó con Tato, Mesa se ocupó de escribir los sketches y las situaciones, mientras los monólogos de actualidad quedaban a cargo de Aldo Cammarota. En aquellas experiencias empezó a ser intérprete de sus propias creaciones. La más lograda era el "tío Josei", maravilloso personaje de Bores.
Imponente y gracioso
Esa faceta de Mesa también fue muy celebrada. Su imponencia física lo hacía todavía más gracioso, desde los memorables tiempos de Humor redondo (contando las andanzas del Cabezón Fanfaifa para regocijo de Cammarota, Garaycochea, Jorge Basurto y Héctor Larrea) hasta una destacada aparición diez años atrás en Primicias, tira de Pol-Ka, y un último, fugaz y olvidable paso por RSM, en 2005. Ese don impar para narrar cualquier hecho cotidiano en clave humorística seguía la línea de sus ancestros españoles.
De su padre andaluz heredó la jovialidad de un humor que se valía de la fantasía, el absurdo y la exageración. De su madre cordobesa, la vocación artística: ella era bailarina de jotas e hija de otro español que había llevado las romerías de su tierra a la provincia mediterránea. Su hermano Edgardo siguió parte de ese camino artístico, cambiando el periodismo serio de sus comienzos en Canal 13 por el humor y la radio. Uno de sus hijos, Gabriel, sigue sus pasos con nombre propio y reconocimiento creciente. Pero siempre guardó el dolor profundo de la pérdida de otro de sus hijos varones, Jorge Daniel, que apenas vivió un año y ocho meses.
El resto fue aportado por la propia idiosincrasia cordobesa y la voracidad lectora de Mesa, que de chico memorizaba sin problemas extensas obras en verso de Rubén Darío, Lugones y Belisario Roldán y, de grande, también supo escribir poemas que permanecen inéditos. Nadie como él (quizá con la notable excepción de Roberto Fontanarrosa) supo sacar provecho en sus rutinas humorísticas de las enseñanzas que deja la lectura de los clásicos.
Todo comenzó en Córdoba, donde nació el 15 de mayo de 1930. Los recuerdos de infancia, el despertar de la vocación artística, anécdotas imperdibles, el sueño frustrado de convertirse en productor agropecuario y risueñas experiencias de vida aparecen en un notable libro de memorias (Mesamorfosis), publicado el año pasado y que sirvió para que Mesa recibiera todos los homenajes y reconocimientos que ya largamente merecía. Sobre todo en la radio, fuente temprana de vocación artística y de un estilo que perfeccionaría a través de un programa matutino que también dejó huella, El tenis de Mesa.
Volvió simbólicamente a sus orígenes cordobeses, ya octogenario, convocado por primera y casi única vez como actor de cine en la sátira Pájaros volando (2010). Para la pantalla grande escribió varias de las películas de Olmedo y Porcel, pero lejos del vuelo humorístico que conseguían sus trabajos televisivos. El último programa que escribió fue Rompenueces (1995), con parte del gran elenco uruguayo de Hupumorpo. "La realidad nos llevó al talk show, a los realities, a las economías. Los capocómicos fueron desapareciendo. Los programas con elencos grandes y sketches perdieron interés", confesó amargamente luego del rápido levantamiento del ciclo.
Allí cerró un ciclo de casi 60 comedias para TV, 10 programas de radio, 14 películas, 29 obras de teatro y café concert, innumerables premios, homenajes y reconocimientos. "Aunque las cosas han cambiado mucho -dijo allí, casi como una despedida anticipada-, no me quejo de mi suerte. Yo solamente escribo."
Cinco grandes momentos
Humor redondo
(1968-1973)
Primera aparición en cámara de Mesa, con una esgrima de chistes y actualidad
Gorosito y señora
(1972-1973)
Sitcom con dos comediantes en estado de gracia: Santiago Bal y Susana Brunetti
El chupete
(1973-1976)
El mejor ciclo de sketches de Alberto Olmedo, con grandes personajes
Mesa de noticias
(1983-1987)
Cumbre indiscutida del humor de Mesa y de su carrera
Tato vs. Tato
(1980)
Una de las grandes experiencias de trabajo (autoral y actoral) junto a Tato Bores
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