Joshua Redman: uno de los mejores saxofonistas de la actualidad pasó por Buenos Aires y dejó cuatro memorables performances
En diálogo con LA NACION, Redman habló de su estilo y de por qué no volvió a componer luego de la pandemia; se presentó en Bebop, donde hoy y mañana actuará Mary Stallings
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“El jazz se trata de abrazar la incertidumbre”, le dice a LA NACION Joshua Redman, el saxofonista que agotó cuatro veces el club de jazz Bebop Club en dos sets por noche durante el lunes y el martes de esta semana. “Tenés que saber convivir con el error, con el presente y con no saber qué va a pasar… con tener que resolver en el momento”. La premisa, claro, va a contramano de los tiempos que corren y de las certezas disfrazadas de fórmulas repetidas que propone la música popular a nivel mainstream, en la que, además, todo es cuantizado y cada error corregido antes de que el tema en cuestión sea publicado. Pero el jazz, desde hace ya casi un siglo y en este caso puntual desde el saxo tenor de Redman, convive con una tensión que le es intrínseca: proponerse novedoso minuto a minuto y recuperar las raíces del blues, la música popular y los folklores.
Una hora y media del Joshua Redman trío, que completaron el contrabajista Philip Norris y el baterista Nazir Ebo (ambos sub 30), funcionaron entonces como un salvoconducto, casi como un foco de resistencia en la noche porteña que, por la relación entre cachés en dólares y nivel de convocatoria, ha visto cómo los shows de jazz internacionales han quedado reducidos a visitas individuales o a las grandes leyendas capaces de agotar teatros. Pero allí estaba Redman, de 54 años, ni tan joven para ser promesa ni tan grande para ser leyenda, pero con un nivel que lo coloca sin dudas entre los grandes exponentes del saxo tenor en la actualidad. Tanto con standards o composiciones propias, llevando las improvisaciones del trío por un derrotero de melodismo, virtuosismo, swing y momentos de disonancia al límite de la tonalidad, todo en cuestión de segundos pero sin perder la paciencia ni las dinámicas para que las transiciones sean también parte del disfrute. Como si esa incertidumbre a la que se refería Redman se aplicara a su estilo casi de manera lúdica (más que pedagógica) en el vivo.
“Todos aplauden los solos, y son muy importantes en el jazz”, explicaba Redman unas horas antes del show. “Pero también importa el swing y la forma en la que se construye el groove, que es algo que se hace entre dos o más personas. Ahí está la paradoja de lo individual y lo colectivo en el jazz”. Una paradoja que el trío resolvió de las maneras más originales pero partiendo muchas veces de un procedimiento distinguible. Por un lado, Redman y Norris dialogando en fraseos homorrítimicos que el contrabajista armonizaba a placer (tal vez el hecho de que Norris haya tocado instrumentos de viento antes de pasarse a las cuatro cuerdas haya influido en la manera en la que fluía con el saxo de Redman); por el otro, el acompañamiento de Nazi Ebo casi siempre sutil hasta que imponía un groove cercano al r&b con el bombo firme en el uno para traer todo a tierra y recuperar las pautas de baile. Como buen nativo de Filadelfia, Ebo parece haber absorbido tanto jazz como el philly soul de los 70.
Pero nada de todo eso sonaba calculado sino que parecía responder a las necesidades de la performance y la interpretación. En “Second Date”, una de las pocas composiciones propias que incluyó en su repertorio, Redman explicó: “No volví a componer después de la pandemia, muchos dicen que los artistas tenemos un par de canciones buenas y el resto son repeticiones de esas... bueno, a menos que seas Stevie Wonder que tiene 200 canciones buenas”. La referencia a músicos por fuera del jazz es parte de un discurso que sostiene también en su obra -ha reversionado al propio Stevie Wonder, a James Brown, Eric Clapton y varios más- y que lo acercó en 2015 a The Bad Plus, el trío que ha sabido deconstruir hits de todo tipo (Nirvana, Black Sabbath, Tears For Fears y más) y con quien Redman grabó en 2015 un disco de composiciones propias.
En el contexto que sea, las melodías iniciales son apenas excusas para entregar un jazz que siempre es físico. Bastó con escucharlo en Bebop sacarse el saxo de la boca para largar sus “¡Ah!” y “¡Yeah!”, en medio de un solo, como si la boquilla le quemara los labios y la musicalidad del momento le exigiera más que un soplido. Sobre esos momentos, Redman dice que suceden naturalmente y que si algo le debe a esos instantes es la posibilidad de “entrar en trance, de que tu mente se ponga en blanco”. Y agrega: “Nunca fui bueno para relacionarme socialmente, el jazz me ayudó a comunicarme y a encontrar ese trance propio, entregarme a la música y que mi mente fluya. En esos segundos perdés tu subjetividad. Siempre tuve miedo por no saber comunicarme y de qué iba a hacer con mi vida. El jazz me ayudó en las dos cosas”.
Hijo de Dewey Redman, también saxofonista que grabó con Ornette Coleman hacia finales de los 60 y principios de los 70 y también en más de diez discos con Keith Jarrett, Joshua creció rodeado de la música de su padre pero también de la de su madre, bailarina especializada en danzas del sur de la India, y de todo lo que sonaba en en Berkeley la ciudad de California con la escuela de jazz más importante del mundo y de la que el propio Joshua se recibió antes de hacer un posgrado en Harvard. Pero no fue hasta que se asentó en Nueva York que decidió dedicarse de lleno al jazz, allá por 1991. Una colaboración con el legendario Elvin Jones al año siguiente lo posicionó en la escena y para 1993, además de participar como ladero de Joe Lovano y Paul Motian, editaría sus dos primeros discos solistas.
Al debut homónimo promisorio le siguió Wish, un segundo disco editado meses después que no dejaría dudas del nivel de musicalidad de Redman. Para esa ocasión, el cuarteto que formó era de lujo. Pat Metheny en guitarra y una base rítmica legendaria: Billy Higgins en batería y Charlie Haden en bajo, ambos miembros del histórico cuarteto de Ornette Coleman, con quienes grabaría, entre otros, The Shape of Jazz To Come (1959), el disco que sentó las bases definitivas del free jazz y hoy está entre los grandes álbumes del jazz de todos los tiempos.
Así, Joshua Redman, con 24 años, se lanzaba a tocar en las grandes ligas rodeado de leyendas y cerrando el círculo también con su padre en la conexión con Ornette Coleman, como si el jazz se tratara de un gran árbol genealógico. Pero de ese free jazz, Joshua Redman toma ideas y colores más que estructuras. En su sonido también convive Sonny Rollins y hasta Coleman Hawkins, además de que cada interpretación parece encapsular varias épocas y sub estilos del jazz casi como mosaicos puestos uno al lado del otro para completar una forma más grande, que solo se puede apreciar en perspectiva. Casi como la historia del jazz con sus tensiones y dialécticas internas. A los 54 años y con más de 40 discos grabados entre propios y ajenos, Joshua Redman sacó a relucir no solo sus dotes individuales, sino también a mostrar de todo lo que es capaz el jazz como hecho musical social. Esa paradoja a la que hacía referencia, haciéndose carne en cada sobreagudo, cada descenso a los graves y en esos soplidos rematados con un golpecito a los pistones para hacer también del saxo un instrumento de percusión.
“Haber tenido la oportunidad de tocar con leyendas como Pat Metheny, Charlie Haden y otros fue también entrar a una fuente infinita de música, porque para mí significa que también tocaste con las personas con las que ellos habían tocado antes y sus maestros. La historia del jazz es eso, es una red de música y experiencia interconectada”, dice Joshua Redman. Y resume que de todos ellos aprendió que a la hora de tocar, todo se resume a dos palabras: “Alma y belleza”. De eso se trató.
La programación internacional de Bebop, Uriarte 1659, tendrá mañana y pasado mañana a la legendaria Mary Stallings. Estará acompañada por Mariano Loiacono Big Orchestra en la primera fecha y, mañana, por el quinteto conformado por Mariano Loiácono, Sebastián Loiácono, Ernesto Jodos, Eloy Michelini y Jerónimo Carmona). En tanto, en junio el 9 y el 10 actuará el Carl Allen Quintet (Carl Allen en batería, Donald Vega en piano, Liany Mato en contrabajo, Mariano Loiácono en trompeta y Sebastián Loiácono en saxo tenor). El domingo 11, a las 13, habrá un tercer show con almuerzo completo (tickets a 15.000 pesos). En esta oportunidad actuará en trío con Donald Vega y Liany Mateo.
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