Jorge Telerman entre el bien y el mal, la grieta y un año prometedor: “Somos iguales ante lo que nos conmueve”
Con la nueva temporada en mano, el director general y artístico del Teatro Colón habló con LA NACION de lo que viene y de lo que pasó en su primer año de gestión
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La tierra negra, el caballo blanco y un mundo devastado. La imagen de Resurrección, gran espectáculo del artista italiano Romeo Castellucci, estrenado el último verano europeo en Francia, abrirá la temporada 2023 del Teatro Colón, en La Rural, el 6 de marzo. Grafica “el bien y el mal”, tema filosófico y político elegido por el mayor coliseo porteño como puntal de sus actividades para el próximo año, dentro y fuera de su sala. De esa “línea fáustica”, y sobre todo de las consecuencias para el individuo y la sociedad de cada una de las decisiones que se toman, habló extensamente esta mañana sobre el escenario el director general y artístico Jorge Telerman. Minutos antes de esa presentación oficial, anticipaba en una entrevista con LA NACION algunos lineamientos venideros y reflexionaba también sobre su primer año de gestión.
Está la vista, en una de las paredes de su oficina. Telerman consiguió cumplir por lo menos uno de sus deseos desde que asumió: diez meses después, una pieza del famoso Rompecabezas de Jorge De la Vega cuelga junto a la mesa de reuniones. El cuadro lo acompaña en el trajín diario, como si fuera el instante de satisfacción garantizada. “Para que esas maravillas [las óperas, los conciertos y los ballets] sucedan durante el 20% del tiempo se requiere que el otro 80% uno se encargue de cuestiones gremiales, de los envíos que no llegan o el salto del dólar”. No se queja, ni se excusa: “también para eso me pagan”. Está entusiasmado y, mientras habla, acaricia el cuadernillo con la guía 2023 que tiene en el escritorio: “Será una temporada enorme, potente, muy ambiciosa en más de un sentido, no solo en términos de la cantidad de funciones”.
-Cantidad no es solo pirotecnia entonces.
-Para poder tener más títulos hemos agregado óperas en concierto que son parte del acuerdo Divina Italia, una asociación muy agraciada, artísticamente y económicamente, porque en momentos como este no voy a parar de agradecer la colaboración que Italia nos está brindando. Vamos a hacer un sendero desde el Teatro Colón hasta el Coliseo, donde se desarrollará parte de nuestra programación. Ese es uno de los tres ejes para el año: el primero son los nuevos públicos; el segundo, lo conceptual y filosófico; y el tercero, el Colón extramuros. Tenemos un patrimonio de una magnificencia maravillosa, por su acústica, por su belleza, pero que va mucho más que un edificio: es una marca. Un gran desafío es que lo que se produce en el Colón esté presente en otros lugares. Escucharemos y veremos esto en el Coliseo, en el Colón Fábrica, en la Plaza Vaticano, en la Usina del arte y en La Rural, donde comenzaremos el año.
-A comienzos de año decías que “el Colón tiene que ofrecer aquello que solo puede estar en el Colón”, ¿y afuera?
-No quiero spoilear, pero Resurrección es una puesta muy conmovedora, entrañablemente humanista, que nos voló la cabeza a quienes tuvimos la dicha de poder estar en el Festival de Aix en Provence, con Castellucci y la Filarmónica de Lyon. Su inteligencia, su sutileza, su profundidad evoca las tragedias de gran parte de la humanidad. Yo estaba buscando de qué manera homenajear los 40 años de democracia y no podía creer lo descriptivo que esto era: a veces uno pide al cielo por sugerencias y algo sucede.
-Demuestra cómo según la historia que se trae y cada perspectiva puede variar el significante, porque cuando la obra se estrenó este verano europeo se asociaba con la guerra en Ucrania.
-En ese sentido es un clásico. Por eso podemos seguir leyendo a Shakespeare o emocionándonos con Madama Butterfly, título que tendremos también. Es esa capacidad de hablar o de nunca terminar de decir algo. Allí, en Francia, rodeados de un público internacional, estaban los que lo vivían como el drama de los migrantes, como los ecos de la guerra de Ucrania, como la historia de los africanos que escapan de la miseria y quieren llegar a las orillas europeas; los latinoamericanos recordábamos nuestras dictaduras, el pueblo judío su holocausto. Ese abordaje en Castellucci es de una fineza para un tema tan difícil como es el descubrimiento de una fosa común.
-Y se respetan esos cinco minutos de silencio de la Sinfonía N°2 de Mahler: debe ser muy movilizante.
-Me lo decís y se me eriza la piel. Desde ese momento ninguna de las cinco mil personas que estábamos allí hablamos ni hicimos nada.
-Como cuando Jorge Donn le dice al Polaco Goyeneche: “Shhh, el silencio es la palabra más linda que existe. Hagamos silencio”.
-Eso. Es cuando efectivamente el arte sucede. Así empieza la temporada, es afuera y extramuros, porque lo exige Casttelucci: no se puede hacer esta obra en un teatro. Será en el pabellón Ocre, un lugar cerrado, del que entran y salen vehículos. En Francia se hizo en un estadio abandonado, una especie de Obras Sanitarias, en medio de la ruta. La Rural le pareció bien y -hay que decirlo- nos ayudó algo de otro orden, porque este tipo de espectáculos se organiza con muchísima antelación y fue posible concretarlo en una conversación de dos meses. Solamente como los argentinos podemos hacer: me preguntaban “¿Lo quieren para 2024 o 2025?” ¡No, es para dentro de unos meses! Lo llamé a Charles Dutoit, con ese enorme cariño y amistad que tiene con la Argentina, y que me honra, y le dije: “Por favor, no hay otro para hacer Mahler en los 40 años de la Democracia”. Allí estará con la Filarmónica de Buenos Aires para la apertura. Espero que sea el inicio de un arco narrativo virtuoso, ese anhelo de “resurrección”, que terminará a fin de año con la Novena, es decir, el “Himno a la Alegría”.
-En el medio, un año electoral.
-Por eso mismo, un año de decisiones. Espero que vayamos de la resurrección a la alegría. Hemos elegido ese eje fáustico que recorre la temporada desde una perspectiva no moralista, sino filosófica y política, de explicitar nuestro punto de vista. Creemos que además de la excelencia, el Colón tiene una voz tan potente que cuando habla se escucha en todo el mundo. Queremos que este año hable de lo que pasa en el mundo, pero también en la Argentina, llena de grietas, de abismos desde sociales hasta políticos, que tienen que ver con una sociedad abrumada, por momentos desesperanzada. El arte tiene la obligación, sobre todo en un teatro público, de ofrecer un campo de reflexión. No bajando línea sino interpelando sobre las grandes cuestiones.
-Hablar del bien y el mal en la coyuntura argentina no puede dejar de leerse como un enfrentamiento cuya metáfora es la grieta.
-Es que para mí el mal es la grieta.
-¿Y el bien?
-El “Himno a la alegría”: la hermandad, esa vocación…
"El arte tiene la obligación, sobre todo en un teatro público, de ofrecer un campo de reflexión."
-Cuando asumías decías que una de tus misiones era zanjar la grieta.
-Sin duda. Se me dio un instrumento y quienes trabajamos en el campo del arte y la cultura -sobre todo en “el” gran teatro público por excelencia- tenemos la obligación de usar esa herramienta. Es tan evidente que lo que nos conmueve en serio (por lo que lloramos, nos reímos, nos emocionamos) nos afecta por igual a quienes tenemos diferentes recorridos políticos y votamos de distinta manera, a los que tenemos condiciones sociales y económicas distintas. Ahí la grieta se desvanece. Hoy, entre los muchos dolores que tenemos, el arte y el Teatro Colón pueden ayudar a disolver esa grieta.
-Se te vio con un perfil alto este año, un gestión muy personal.
-Así tiene que ser. No concibo otra manera de gestión, más en una institución como esta, con la complejidad que tiene: da belleza hacia afuera durante dos o tres horas, pero para que esa belleza sea posible 280 veces por año [alude a la cantidad de funciones y actividades de la temporada 2023] se trabaja a destajo, se resuelven conflictos, se vive con tensiones. Yo me comprometo, y lo quiero hacer saber a quienes dan vida y alma a este teatro, que estaré personalmente involucrado en los momentos buenos y en los tensos, en circunstancias como estas con la inflación disparada, para generar las mejores condiciones posibles porque les estamos pidiendo mucho trabajo. En este sentido también estoy muy presente, no solo en la comunicación. Esta no es mi segunda casa, es como la primera, vivo aquí y me fascina hacerlo; también en los días duros de discusión; vine a ver el partido de la Argentina acá con los laburantes que estaban ese día, voy a los ensayos, estoy.
-En febrero, con gran visibilidad se instaló en la opinión pública el problema de la jubilación de los bailarines. A fin de año, no pareciera que hubo avances para resolverlo.
-Recordemos que es un asunto de más de veinte años, pero sí tenemos avances. Por supuesto, las cosas siempre nos gustaría que sucedan más rápido, pero hay que revertir una situación de décadas.
-¿Cuáles son esos avances?
-Es una masa de dinero muy importante que hay que generar, que a la larga termina beneficiando también al contribuyente, porque llega un momento que ese desembolso que tiene que hacer la Ciudad para compensar las jubilaciones se empata –recordarán el caso, que un bailarín no debería jubilarse a los 65 años, sino a partir de los 40, pero con una jubilación como si lo hiciera a los 65-. Estamos avanzando y esperamos tener una reunión con el actuario, que está haciendo un trabajo muy minucioso; es quien va a decir exactamente lo que van a ganar y tiene que ser aceptado en la totalidad por el cuerpo de baile, porque no puede ser para unos sí y otros no. Esperemos en el próximo mes, o dos meses, ya empezar con un acuerdo entre la Ciudad y el cuerpo de baile que permita que puedan empezar a jubilarse de este modo. No quiero dar fechas, será en el transcurso del 23.
-Me decías lo gratificante que es tener acá el cuadro de De la Vega cuando hacés un trabajo que tiene cuestiones más complicadas.
-Nuevamente: que sepa la gente que para que esas maravillas sucedan el 20% del tiempo, requiere que el otro 80% uno se encargue de esas cuestiones gremiales, de los envíos que no llegan, el salto del dólar increíble, la modificación de las reglas del juego…
-¿Cómo fue el incremento que les tocó con el presupuesto 2023?
-Estamos bien, pero además estamos mejorando muchísimo la ratio entre el presupuesto y los ingresos propios, llegando a un 38%. Por el carácter internacional de nuestra actividad, hay un rubro específico que Hacienda nos comprende cuando hay variaciones del dólar, como todas las áreas del gobierno que trabaja con insumos importados (contratos, seguros, derechos de las casas editoriales). Tenemos una actualización de nuestro presupuesto en pesos y una mirada específica sobre esa situación cuando hay variaciones en las cotizaciones. [Nota de la Redacción: para 2022 la Legislatura había aprobado un presupuesto de $4.913 millones y para 2023 serían de $11.112 millones].
-Está el conflicto por la equiparación salarial que se hizo notar con carteles en una función de Tosca, de la semana pasada. Esto tampoco es nuevo.
-Esta gestión no tiene la más mínima intención refundacional, ni siquiera en refundar los problemas. Es lógico con una economía desquiciada como esta, del 7 u 8 por ciento mensual; inevitablemente son momentos de mayor discusión salarial. Yo los comprendo. Estamos en una mesa. Me pagan también para eso. “Diciembre es el mes más cruel”, como diría de abril T. S. Eliot.
-Hay muchos regresos en la próxima temporada, los esperables como Martha Argerich, que tiene festival con nombre propio, pero también de las rusas Natalia Osipova y Anna Netrebko. ¿Es una declaración?
-Es un statement: a mí me parecen una locura estas historias de cancelaciones. He tomado partido e hicimos un concierto de solidaridad con los refugiados por la guerra de Ucrania, pero uno escucha y ve cancelaciones de títulos como Guerra y paz, por Tolstói.
-Ese tipo de locuras aquí no se dan.
-”Aquel que quiere venir al Colón tiene que poder venir al Colón”, también esto decías a principio de año. ¿Seguirán las entradas económicas para jóvenes de último minuto?
-Algo hemos hecho. El last minute va a seguir, tuvo un éxito maravilloso. Es uno de nuestros ejes esa conversación rica y amable con nuestro público habitual, pero también tenemos el gran desafío de las casas de este tipo en el mundo que es la construcción de nuevos públicos. El 80 por ciento de los jóvenes que vinieron con el last minute a escuchar música de partitura, a ver ópera o ballet lo hicieron por primera vez. Estamos en la dirección acertada.
-Pero después una platea cuesta más de 20 mil pesos.
-Desde mi perspectiva creo que quienes tienen recursos tienen que hacer un esfuerzo; sigue saliendo más barato que si se quiere ir a escuchar a Netrebko a Bastilla [Ópera de París]. Tenemos que tener entradas accesibles, pero también una recaudación importante que mantenga al teatro. Vamos a hacer una política de pricing lo suficientemente flexible como para no desfinanciar el teatro. Y aquel que quiera venir, lo sabés, ciertas cosas se disfrutan mucho más arriba que abajo, sin dudas: en ciertos momentos musicales prefiero irme a la cazuela o a la tertulia y disfrutarlo enormemente.
-Otra meta era: “Voy a comisionar una de las grandes obras de la literatura argentina contemporánea”.
-Y son dos, no una: en 2023 está Samanta Schweblin en el CETC con una ópera sobre uno de sus cuentos [”Mujeres desesperadas”, de El núcleo del disturbio]. Y, además, para 2024, estamos anticipando el estreno de una ópera con un texto nuevo de Ariana Harwicz, con Mariano Pensotti y Oscar Strasnoy en la sala grande. Dos mujeres. La primera acaba de ganar el National Book y la otra fue recientemente convocada por Scorsese para hacer una película.
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