Jonatan Viale, sobre su padre: "Yo soy menos show y más información"
El periodista habló con LA NACION sobre su reciente paternidad, cómo vivió "ser el hijo de..." y por qué decidió bajar su ritmo laboral


“No duermo hace 48 horas, teneme paciencia si digo boludeces”, advierte Jonatan Viale que hace muy pocas semanas fue papá de Romeo. El hijo de Mauro, a los 31 años, se consolida como uno de los periodistas de gran futuro en la tele local. Desde el panel de Intratables, se diferencia de su padre con un estilo más sobrio y pretende conducir su propio programa. Por ahora, se conforma con tener un espacio en Radio La Red y con su rol como panelista estrella.
-¿Te tomaste licencia por paternidad?
-Me tomé tres días hábiles, sí.
-¿Por qué saliste corriendo del programa para llegar al parto?
-Cuando me fui a trabajar ya se sabía que podía pasar en cualquier momento. Mi mujer me dijo, “andá”, pero enseguida me empezó a mandar mensajes. “Amor, quedate tranquilo, pero puede ser...”. Yo estaba en medio de Intratables hablando de AFA y no me importaba nada de lo que estaban diciendo, ya estaba con la cabeza en otra parte. Entonces mi mujer me escribe: “Amor, si querés andá saliendo para el sanatorio”. Lo miré a Santiago del Moro para hacerle una seña y no me veía, entonces le mandé mensaje al productor: "me tengo que ir”, le dije. Entonces le avisaron a Santiago por cucaracha, me levanté y me fui. Estaba temblando.
-¿Cuánto tardó en nacer tu hijo?
-Muy poco. Cuando llegué ya había empezado el trabajo de parto. Si no me iba del aire, me lo perdía.
Bienvenido Romeo. 2,600 kg de puro amor. Te amamos. Tus papás. ?? pic.twitter.com/5yNlxEl6ZE&— Jonatan Viale (@JonatanViale) 28 de octubre de 2016
-Hiciste todo muy correctamente en tu vida: estudiaste, trabajás, te casaste, tuviste un hijo...
-Me salió así, no lo busqué. Y calculo que tiene que ver con lo que viví con mis viejos. Es una familia muy tradicional la mía. Mis padres recontrapresentes y juntos después de 50 años... Todo muy conservador.
-¿Te reconocés así?
-Sí, puede ser, se dio así. Me enamoré de una mujer hermosa y, lo más importante, ella se enamoró de mí.
-¿Costó?
-Sí, tuve que remar.
-¿Cómo fue?
-Me invitaron a un programa de A24, donde ella era productora. La vi y pedí que me averiguaran el nombre. “¿Quién es este bombón?”, pregunté y enseguida me desmoralizaron: “no te va a dar bola”, “no le vas a gustar”. Yo quería el nombre.
-Y te lo dieron...
-Sí, Micaela Krolo... uh, qué quilombo este apellido, ¡Krolovetsky! La busqué en Facebook y le hablé. “Hola, qué tal, ¿cómo salió el programa? ¿Cómo medimos?”. Me contestó: “Hola”. Ni siquiera signo de admiración me puso. Yo igual seguí hablándole de cualquier tema. Ella, nada. Hasta que un día se fue de viaje y a la vuelta se le perdió la valija. “Esta es la mía”, pensé. Hice de todo y no hubo manera. No la conseguí. La valija nunca apareció. Entonces, ¿qué hice? Compré una valija nueva y la llené de chocolates, flores, ositos... todo lo más cursi que te puedas imaginar. Y se la mandé.
-¿Y?
-¡Le gustó! Entonces la invité al cine, a cenar, a tomar un café. Aceptó y ahí arrancamos. Estuvimos dos años y medio de novios y nos casamos.

-Fue en la misma época en la que estabas todo el día en televisión, ¿por qué?
-Y, no sé, pero no estaba bueno. Lo que había dicho a la mañana con Antonio Laje, lo repetía a la tarde con mi viejo y a la noche con Del Moro, corría el riesgo de saturar. Por eso paré un poco porque lo peor que te puede pasar en el espectáculo es volverte previsible.
-¿Por qué aceptaste trabajar tanto?
-Porque me gustaba... Pero fue demasiado. Mica me lo decía y mi cuerpo ya no resistía. Entonces me quedé con la radio y con Intratables.
-Te dieron un programa en La Red.
-Empecé reemplazando a Jorge Rial y cuando Rial se fue hicieron un enroque con Majul y Fantino y yo quedé con mi espacio de 16 a 18, “Viale 910”, un programa típico del regreso.
-¿Qué estudiaste?
-Ciencia Política en la Universidad de Belgrano.
-¿Y cómo lograste instalarte en el medio separándote de la polémica carrera de tu padre?
-Se fue construyendo, no es que un día me levanté y dije: “Voy a hacer algo distinto a lo que hizo mi viejo”. De hecho, él y yo somos distintos, hablamos distinto, pensamos distinto...
-¿Qué rescataste de él para seguir como ejemplo?
-La prepotencia del trabajo. El es un enfermo del laburo. Yo trato de hacer pausas, de tener vida social...
-¿El no tiene?
-No, le falta socializar, tener amigos... Para mi viejo, la vida es la familia y el trabajo y para mí, no. Hay otras cosas. Pero él es muy familiero.
-¿Qué le criticás?
-El estilo. Yo soy menos show y más información.
-No sos tan amarillo.
-Esa palabra no me gusta, no describe nada. Si fuera por la palabra “amarillo”, la tele está violeta.
-Pero él fue el pionero.
-Eso sí. Creo que deberíamos reconocerle que todo esto que estamos viendo ahora, él lo hizo 20 años antes. Para mí, mi viejo es transgresor. Lo veo como un tipo que transgredió todo. En ese momento, muchos se enojaban. Y ahora, lo que él hacía, es normal. Eso me gusta de él, la transgresión.
-Cuando eras chico, ¿qué pensabas?
-Me daba bronca lo que decían de él. Pero sabía que eran las leyes de la televisión. Es un medio muy cruel. Si entrás, tenés que saber que esas son las reglas.
-¿Tu papá quería que entraras?
-Nunca me lo pidió, ni me lo desaconsejó. Siempre me dijo “hacé lo que quieras”. Y yo empecé a estudiar Informática en ORT. Hasta que un día, un profesor me preguntó: “¿A vos te gusta esto? Porque en programación sos de madera”. Le dije: “No”. Entonces al tiempo, hablando con mi familia, me sinceré y les dije: “A mí me gusta lo que hace papá”. Y bueno, empecé a trabajar en Radio Colonia, como columnista. Tartamudeaba, era malísimo.

-¿Qué hiciste con el apellido?
-Primero me llamé Jonathan Goldfarb, me puse mi verdadero apellido. Ni loco me ponía “Viale” y después dije: “¿Por qué no?”
-¿Hiciste terapia?
-¡Sí! Me ayudó José Abadi, él fue clave. Me dijo que tenía que enorgullecerme, disfrutarlo, aprovechar las cosas que me daba... El apellido te ayuda a entrar, pero después el medio es muy cruel: si sos malo, durás dos semanas.
-Con vos no fue tan cruel, me parece.
-La verdad que no. Siempre separaron, nunca jodieron, nunca hincharon. Se dieron cuenta de que yo quería tener mi propio estilo y se veía cuando trabajamos juntos, que discutíamos todo el tiempo. A todo el mundo le gustaba mucho que no nos poníamos de acuerdo en una y era muy genuino.
-Y tu papá siempre te respetó.
-Y hasta me dejó ganar discusiones.
-¡Te ama!
-Sí, es un padre baboso y yo soy un hijo que lo admira mucho.
-¿Y tu mamá? ¿Qué dice?
-Para mi mamá soy el mejor, no entiende cómo no soy el presidente de Israel todavía.
-¿Cómo hiciste para no creértela?
-Mi mujer me baja mucho a tierra y mi viejo también. “Escalón por escalón”, me dice siempre.
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