Jon Bon Jovi, el veterano rocker que viaja por el mundo promocionando su vino rosé
El músico estadounidense de 60 años publicita en Europa un vino rosado creado junto a uno de sus hijos, Jesse Bongiovi, y un prominente viticultor francés
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Jon Bon Jovi ya no ese joven de larga (y, en la época, escandalosa) melena rubia cardada y poses provocadoras que adornaba, gracias a los pósters de la Superpop, las carpetas de las adolescentes —y no tan adolescentes— de los años 80 y 90. Ahora es un señor de canoso pelo corto y modales impecables que, junto con el segundo de sus cuatro hijos, Jesse Bongiovi, promociona vino. Rosado. En Francia. Del Bed of Roses de 1992 al rosé en 2022. Y, siempre, sin complejos.
El veterano rockero, actor y filántropo de Nueva Jersey (EE UU) se ha reinventado, a sus 60 años, una vez más. Ahora pone su dinero y prestigio a favor de un vino producido “en familia” por el que despliega la misma energía con la que lleva décadas dedicado a la música y con el que espera cosechar también muchos éxitos.
No parece ir por el mal camino: Hampton Water, el rosé o “zumo rosa” —como llamaba Bon Jovi, cuando sus hijos eran pequeños, al vino rosado al que asegura siempre fue aficionado— ha logrado notas altas en las revistas especializadas en los casi cinco años que dura ya esta “aventura” familiar.
El rosé creado junto con su hijo y con ayuda del reputado viticultor francés Gérard Bertrand (él pone sus viñedos en el Languedoc, en el sur de Francia, y su savoir faire; los Bongiovi aportan las ganas, el dinero y el famoso nombre) ya se distribuye en todo Estados Unidos y empieza a ganar fuerza en Europa, el próximo gran mercado a conquistar.
Y para ello, por supuesto, Bon Jovi se presta, una vez más, a desplegar su famosa sonrisa para una presentación en París con la siempre imponente torre Eiffel de fondo bajo un cielo impecablemente azul, en una calurosa tarde de mayo. Perfecta, dicen los Bongiovi, para abrir una (serán muchas) de las botellas reconocibles por la etiqueta de una elegante nadadora sumergiéndose en el mar que simboliza, explica Jesse, de 27 años, a EL PAÍS, el “espíritu Hamptons: amigos, familia y días hermosos, todo ello mejorado con una deliciosa botella de rosé” (dicho en francés con acento americano).
En cierto modo, este vino es una metáfora del propio Bon Jovi. Este ya no es el joven nacido en 1962 en Nueva Jersey, hijo de un peluquero y de una de las primeras conejitas de Playboy. Un joven con ganas de comerse el mundo que fregaba los suelos del estudio de grabación de su primo para ganarse unos dólares y una oportunidad en el mundo de la música.
El autor de éxitos como Livin’ On a Prayer o Runaway reivindica sus raíces: recuerda que, con su mujer de toda la vida, Dorothea Hurley, ha tenido y criado a sus hijos en Nueva Jersey. Pero los veranos los pasaban en los Hamptons, el exclusivo retiro playero de los ricos y famosos en el estado de Nueva York. Y ahí le llegó a Jesse Bongiovi la inspiración para un negocio que su padre apoya con entusiasmo —”trabajar con un hijo es una de las mayores alegrías”, asegura— y que el joven ideó en su último año de universidad.
“El chiste en los Hamptons es que la gente bebe más rosé que agua”, explica Jesse. Los Hamptons es un lugar que evoca un estilo de vida con el que muchos sueñan y pocos, como la familia Bongiovi, pueden disfrutar. El vino —al que por un problema de denominación de origen tuvieron que llamar Hampton, sin la s final— es, acota el padre, ese “sueño en una botella”, al alcance de todos.
Con la feliz coincidencia, agrega Gérard Bertrand, que el paisaje al que alude es muy similar al del sureño Languedoc, donde las uvas de ese sueño rosado crecen acariciadas por el sol mediterráneo antes de ser embotelladas tras madurar en barriles de roble. Un ritual al que asiste regularmente Jesse Bongiovi y del que también se preocupa el padre.
Porque esto es, al final, un negocio que mueve mucho dinero y donde las marcas o nombres no llevan necesariamente al éxito, por muchos discos que uno haya vendido en su otra vida. Así que, reconoce Jon Bon Jovi, ha sido toda una “dosis de humildad”. Padre e hijo tuvieron que ganarse la confianza del vinicultor Bertrand.
“Si yo escribo una canción y se la doy a otra persona que no sabe qué hacer con ella, no solo estaría decepcionado, me enfadaría mucho”, explica Bon Jovi a EL PAÍS. “El vino es su canción y nosotros hemos tenido que aprender y trabajar para ganarnos su respeto, igual que lo que yo exijo antes de darle a alguien una canción mía”.
Ahora, estos empresarios y amigos afrontan juntos el próximo reto: conquistar Europa. Su presencia es cada vez mayor en los mercados franceses y buscan una entrada en países como España a través de la cadena Hard Rock Café, que ofrecerá su “agua de Hampton”. Un desafío, una “montaña”, como lo define Bon Jovi, que no le asusta. “Es lo mismo en la industria de la música: he escalado la montaña. He llegado a la cúspide. ¿Y sabes qué? Que hay otra montaña más alta aún. Cada vez que llegas a la cumbre, hay otra montaña por escalar. Y eso es bueno, es lo que te mantiene hambriento”, asegura.
La misma filosofía la aplica ahora al vino. “Ninguno creemos haber escalado ya la montaña. La humildad es lo que te mantiene hambriento y, cuando estás hambriento, quieres lograr algo más. Siempre hay algo más grande”. Mantén la fe. Keep the Faith.
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