Asus 19 años, Joël Dicker envió un cuento a un concurso literario. Si bien no ganó, al final de las deliberaciones la presidenta del jurado se acercó a decirle que no le habían entregado el primer premio porque no creían que un chico de 19 años fuera capaz de escribir un cuento con una voz autoral tan madura. También le dijo que si realmente había escrito el cuento, no se preocupara, porque iba a ganar muchos de esos concursos en el futuro.El Joël Dicker que pasó por Buenos Aires en noviembre para presentar su última novela, La desaparición de Stephanie Mailer (Alfaguara), parece la encarnación de ese augurio. El autor pasó una mañana recibiendo a periodistas en la sala de conferencias de un hotel cinco estrellas con un equipo de intérpretes a disposición, antes de dar una entrevista pública en el Recoleta. Dicker es un bestseller mundial al nivel de Dan Brown o Stieg Larsson. Su último libro se mantuvo durante meses como el más vendido en Francia y el libro que lo catapultó a la fama, La verdad sobre el caso Harry Quebert, vendió más de seis millones de copias. No hay autores tan jóvenes con ese historial en su haber.
Joël Dicker nació en Ginebra en 1985, aunque pasó buena parte de sus veranos en la costa este de Estados Unidos, donde vive parte de su familia y transcurren muchas de sus historias: "Es un lugar que conozco bien pero en el que no vivo y eso me da una distancia agradable, que necesito para la ficción". Después de estudiar teatro en París una temporada y obtener un título en Derecho de la Universidad de Ginebra, Dicker decidió perseguir su pasión. "Mi relación con la literatura es una relación con la narración, que las historias te lleven a algún lugar", dice.
Al preguntarle por su fama repentina, Dicker se muestra tan sorprendido como el resto: "Ni siquiera creía que mi vecino en Ginebra iba a leer mis libros. Voy midiendo mi éxito poco a poco." Hace unos años, en su primera visita a América del Sur, hizo un viaje relámpago a Colombia, por insistencia de su editor. "En las trece horas de avión, estaba fastidiado porque creía que no iba a ir a verme nadie. El primer día me esperaban 400 personas en una firma de libros. Fue increíble".
Pero no fue todo fácil. Antes de publicar su primer libro, los editores le rechazaron cuatro o cinco novelas. "Las escribí para que fueran aceptadas por un editor, para que existieran. Todo mi proyecto estaba condicionado para satisfacer a alguien a quien ni conocía", dice. "Cuando comprendí que la fase artística se acababa cuando terminaba de escribir, que la aceptación de los lectores pertenece a otra fase, fue cuando empecé a amar mi profesión."
La desaparición de Stephanie Mailer es un thriller de 650 páginas adictivas. En el libro hay acción, intrigas, pero también dosis de actualidad, ya sea en la forma de los desafíos que enfrenta una mujer policía en un mundo lleno de hombres o la serie de abusos que sufre una de sus jóvenes personajes por parte de sus compañeros de colegio por las redes sociales.
Ofrecer hoy un libro de 650 páginas parece un desafío al orden imperante, pero el autor confía en el poder de la narración. "Cuando la gente cuenta que se pasa un día entero viendo una serie en Netflix, nos da a entender que está dispuesta y quiere dedicarle ese tiempo a una buena historia". Dicker asegura que la receta de su éxito es confiar en su instinto como lector: "Soy un lector muy voluntarioso, juguetón y que tiene ganas de participar en la experiencia de la novela. En primer lugar, escribo para mí mismo. No es una manipulación, es un juego. Solo funciona en la medida en que el lector acepta jugar conmigo. Más que atrapar al lector, diría que lo invito a jugar juntos".
Ser un bestseller en el mundo literario francoparlante puede no ser tan maravilloso. "Hay quien se me acerca y me dice: ‘Ah, pero tu libro es malísimo, me lo leí en dos días’. Y lo que siempre pregunto, antes de todas sus intelectualizaciones, es qué le pasó con el libro. Creo que si le dedicás dos días a un libro de 650 páginas te pasó algo con ese libro". Y agrega: "La relación con el arte tiene que ser directa, instintiva, bruta. Recién después vas a reflexionar sobre por qué te gustó. Los que intelectualizan antes de hacerle caso a sus emociones se están salteando una etapa de la cultura".
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