La actriz argentina se inspiró en un insulto que recibió para guionar una ficción que logró llegar al streaming
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Cuando Johanna Chiefo tenía 9 años miraba Chiquititas y tenía un sueño: ser actriz. Con tres hermanos, una mamá recién separada al borde del colapso y poca cosa encima más que una tenacidad apasionada cruzó Parque Chacabuco y caminó solita las quince cuadras que separaban su casa del Centro Cultural Adán Buenosayres para anotarse en un taller de teatro. ¿Fue ese el primer paso? ¿O fue cuando la mamá de su roommate la insultó y supo transformar esa agresión en una idea para el primer borrador de lo que iba a ser una serie? Tal vez fueron precisamente los castings fallidos y los llantos frente al espejo los que la adentraron en un camino sinuoso, pero ascendente que la llevaron, 25 años después, a lograr protagonizar la nueva comedia dramática de Amazon Prime Video y cumplir su sueño.
El pasado 8 de julio se estrenó Supernova, que dirigida por Ana Katz y con las actuaciones de Ruggero Pasquarelli, Carolina Kopelioff, Inés Estévez y Nancy Dupláa, entre otros, presenta a tres amigos que en el umbral de los treinta años atraviesan una serie de conflictos haciéndole frente a los mandatos sociales, sus propios deseos y sus frustraciones. La ficción se basó en una idea original de una de sus guionistas y protagonistas, Johanna Chiefo, que charló con LA NACION sobre la serie y el arduo camino de la actuación.
- ¿Cómo llegaste a Supernova?
-El camino fue largo. Siempre quise actuar. Cuando empecé mi primer taller de teatro en Flores, mi profesor me dejaba ayudar con la escenografía y repartir volantes a cambio de las clases porque no tenía plata para pagarlo. Era la época de Chiquititas y yo quería estar ahí, pero mi familia no tenía ni idea sobre cómo acceder a esos circuitos. Lo único que supe hacer fue estudiar teatro y las pocas veces que me presenté a algún casting, no fui elegida. No encajaba en ningún perfil publicitario, siempre buscaban lo mismo y mi cuerpo no entraba en ese target. Eso ahora cambió un poquito, aunque todavía hay mucho por ganar en el terreno de la diversidad en las pantallas, pero un poco mejor estamos. En ese momento la demanda era muy cerrada así que me concentré en el teatro. Estudié con Raúl Serrano tres años y siempre tuve el impulso de producir mis propios proyectos. Soy taurina: pienso, planifico y concreto. Desde ir sola con nueve años a anotarme a teatro hasta trabajar toda la secundaria para pagarme el viaje de egresados. Desde muy chiquita aprendí que cualquier cosa que me propusiera, podía organizarme y resolverla. Podría decirte que bajo esa premisa empezó todo.
-Supernova se basa en una idea original tuya de un proyecto anterior, ¿cómo surgió?
-Me independicé a los 18 años. Primero viví en residencias estudiantiles y a los 22, alquilé un departamento con una compañera de la facultad, con la que compartíamos gastos y nos llevábamos bien. Al tiempito me puse de novia y con mi pareja de ese entonces decidimos irnos a vivir juntos. Cuando le comuniqué a mi roommate que me iba a vivir con él, no se lo tomó del todo bien. El día que su familia la ayudó a mudarse, entre caja y caja, la madre de ella, enojadísima conmigo, me miró fijo a los ojos y me dijo: “Vos ves lo que estás haciendo, ¿no? Vos sos una gorda puta que deja a la amiga por un macho”. Suelo ser combativa, pero esa vez me quedé paralizada. Ese insulto evidenció todas las incomodidades que me andaban dando vueltas. Tenía la sensación de que mi imagen no era suficiente: no encajaba ni con la ropa que se ponían mis amigas para salir, ni en los castings donde nunca me elegían... Sentí que ese insulto le dio un nombre a todas mis incomodidades. Fue una daga. Me sentí herida y no tenía cómo procesarlo.
-¿Y qué pasó después?
-Un tiempito después, le conté la anécdota a mis amigas, y no solo el llanto se convirtió en carcajada sino que empezamos a burlarnos de ese insulto. Creamos una especie de álter ego mío: una superheroína que podía llevar adelante todo lo que yo con mis incomodidades y mis inseguridades no podía. Una personaje que era una especie de Coca Sarli 2.0 que se ponía la ropa que quería, que se comía al mundo. Vivía con el hedonismo que yo en mi vida cotidiana no tenía. Después quise hacer unos sketches y me puse a escribir, pero los sketches me quedaban chicos, así que me puse a escribir el guion de una serie. Me puse a averiguar cómo se hacía para escribir un guion en Google, busqué consejos, leí libros y en paralelo con ese proceso de escritura, trabajé con una ilustradora con quien armábamos piezas de humor gráfico para Facebook. Todos esos dibujitos me ayudaron a construir el personaje de Nicolasa, que terminó siendo la protagonista de Supernova.
-¿Cómo pasaste de gestionar intuitivamente un proyecto entre amigos a profesionalizar la idea?
-Busqué una productora para grabar el piloto de lo que yo ya imaginaba como una serie. El presupuesto me quedaba grande y trabajando doble turno durante un año logré juntar buena parte de lo que necesitaba, pero todavía no me alcanzaba y hasta no conseguir el resto no iba a poder grabar. Un día salí a andar en bici, me atropelló un auto (no tuve lesiones graves) y el seguro me pagó justo el monto que me faltaba. Creer o reventar. Para el piloto convoqué algunos actores como Violeta Urtizberea y Julián Kartun y me largué. Le pagué de mi bolsillo a 45 personas. Pensé: si yo estoy cansada de trabajar gratis como actriz, no puedo pretender armar todo esto y que vengan a trabajar gratis. Entre la gente que apostó al proyecto contamos con Roberto Samuelle, director de arte de Leonardo Favio, que se interesó por mi idea y sin que yo alcanzara a pagar su cachet quiso diseñar el arte, fue su último trabajo. Siempre sentí que el proyecto estaba muy angelado. Con el piloto en mano, me presenté a un concurso del Incaa, lo ganamos, y ese dinero lo invertí para hacer crecer el proyecto. De la mano del Incaa, fui al festival Ventana Sur que te da la posibilidad de encontrarte con las plataformas. Preparé un pitch de 5 minutos como si fuera el monólogo más importante de mi vida y le presenté el proyecto a Amazon Prime Video. La plataforma quería producir la serie para México con otra actriz y lo que al principio había sido alegría se transformó en angustia y les dije: “Yo esta serie la escribí para actuarla”. Me dijeron que si quería hacerla en la Argentina había que esperar y yo preferí esperar y que la serie se hiciera acá. Después de tres años de desarrollo, contra todo pronóstico y en medio de una pandemia mundial, el proyecto tomó forma de la mano de Ana Katz, quien supo captar la esencia de mi idea que con personajes nuevos y otros conflictos, ganó vuelo.
-¿Para ese entonces te habían confirmado el protagónico?
- No, lo único que faltaba era que me confirmaran que yo iba a ser la actriz que interpretara a Nicolasa porque buscaban una figura. Hay una obsesión con el star system, pero yo me planté y les dije: “Díganme dónde hay una actriz argentina famosa, que traccione audiencia, que tenga mis características físicas y mi edad, ¿existe? Si existe me corro, pero yo no la veo”. Ya no sabía más cómo venderme hasta hice gualichos con mis amigas...Todo fue una combinación de trabajo y hechicería (risas). Finalmente, se alinearon los planetas y el proyecto se concretó. Me llegan un montón de mensajes de gente que está agradecida de ver caras nuevas.
-¿Cuál es la recepción de la serie?
-Son personajes treintañeros que les pasan las mismas cosas que a cualquier argentino promedio: no llegan a fin de mes, no saben qué quieren de su vida, se llevan mal con los padres. Es la historia de pibes que fracasan y que todas las exigencias consigo mismos terminan recayendo sobre sus cuerpos. En el caso de Nicolasa las presiones tienen que ver con su imagen, mientras que el personaje de Carolina Kopelioff es el de una chica a la que aparentemente le va bien porque es famosa pero... ¡se inyecta botox, vive estresada y no sabe si lo que hace realmente es algo que eligió ! Y el personaje de Ruggero Pasquarelli pone en riesgo su salud, su diabetes, metiéndose en teorías conspiranoicas. Es una serie que se mete mucho con el cuerpo y esa perspectiva le gustó a la audiencia.
-¿Cuáles son los prejuicios propios y ajenos de los que habla la serie?
-Yo siempre tuve una relación hostil con mi cuerpo. Quería ser distinta y para encajar me sometía a dietas, me planchaba el pelo para verme más estilizada, ¡hasta me dejaba las uñas largas para parecer más flaca! (risas). Todo lo que me aconsejaran para parecer más flaca lo hacía. Tuve que hacer explotar todos mis prejuicios para poder poner mi cuerpo así como está, sin adaptarlo, frente a las cámaras y hacer escenas de sexo por ejemplo. Todo mi trabajo fue haciendo que la relación con mi cuerpo cambiara y eso terminó siendo inspirador para un montón de chicas que como yo piensan que no encajan en ningún lado. Tendría que haber lugar para todos los cuerpos y todas las historias. Mi fantasía es que el tema de los cuerpos deje de ser un tema de conversación.
-Ni vos, ni tu serie entraban en ningún molde, entonces en vez de tratar de encajar ahí, vos creaste otro molde...
-Sí, armé algo a mi medida en vez de meterme yo en el molde. A mí no me alcanza un mundo talle small y resulta ser que a un montón de gente no le alcanza tampoco. Yo no soy activista de la diversidad corporal, pero me di cuenta que solo con meter mi cuerpo en esta ficción ya solito cuenta un montón de cosas lindas, despierta nuevas perspectivas, abre una historia distinta.
-En la serie los personajes se vinculan todo el tiempo con distintas dicotomías, la salud y la enfermedad, el éxito y el fracaso...
-Es una serie en donde los personajes se permiten fracasar como fracasamos casi todos. A la mayoría de la gente de este planeta no nos va bien, pero el espíritu que quise transmitir es el de la frase de Beckett: “Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Fracasa otra vez, fracasa mejor.” Hay que mantenerse con la frente en alto, tratar de hacer lo que te gusta y rodearte de gente que querés y que si nos va mal... ¡qué nos vaya mal a todos juntos y nos riamos de eso! Por eso la gente recibió muy bien a la serie. Tiene el corazón de lo que yo quería contar, pero con la pluma de Ana Katz y el megaelenco que acompaña.
¿Dónde verla? Supernova cuenta con 4 episodios de 30 minutos de duración y está disponible en Amazon Prime Video.
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