Ha sido desahuciado dos veces, murió su hija, y dejó de cantar un tiempo, pero regresó y volvió a rendir a todo el mundo a sus pies.
Hace 35años, en un estudio de grabación de discos Fuentes en Medellín, un adolescente negro y flaco llamado Álvaro José Arroyo González debutó como cantante profesional. Tenía 14 años pero ya traía sobre su lomo seis de canto en los burdeles de Cartagena.
Cuenta la leyenda que aquel muchachito de voz excepcional grabó en menos de media mañana un hito de la música tropical colombiana: El Ausente, que junto con la canción comenzó una de las carreras musicales más fértiles y apasionantes de Latinoamérica.
Flaco de piernas y brazos, redondo de cara y de panza, cenizo de pelo y de rostro, con muchas más horas de vuelo nocturnas que diurnas, con problemas de tiroides, de pulmones, de diabetes, de piel, de pies, de estrés y de excesos que aún oculta, el Joe Arroyo de hoy, el creador de 48 años, sigue dando batacazos.
Por un lado, es el músico colombiano que más presentaciones realiza al año [con un promedio de 200, muy por encima de Vives, Juanes, Shakira o los más versátiles grupos vallenatos]; y por otro lado, es la más vieja y productiva destilería de material bailable del país, tan sólo comparable con la máquinas de hacer éxitos tropicales que, tiempos atrás, aceitaron Lucho Bermúdez y Pacho Galán. De hecho, su nueva canción, "La Fundillo Loco", ha sido declarada el tema oficial del Carnaval de Barranquilla y se ha convertido en su más reciente home run.
Lo perseguí por más de un mes. Lo entrevisté en sus apartamentos de Cartagena y Barranquilla. Lo descubrí en su afición por los carritos de juguete, por las cachuchas "bacanas" y por los helados de Coca-cola que, en las primeras horas de la madrugada, comparte con su perrito Shaggy. Lo acompañé en tres presentaciones, dos en Cartagena y una en Santa Marta. Fui testigo de la veneración que profesa el pueblo por su genio y figura, de la idolatría histérica, del desfile de niños y adultos en busca de una foto, del rosario de autógrafos, del gesto generoso de sus seguidores que, celular en mano, le gritan a su receptor al otro lado del aparato: "Tengo al Joe al frente, ¡oiga pues!", de la capacidad de hacer bailar a la gente [porque no ha hecho otra cosa que hacer bailar a dos generaciones] y del respeto sagrado que produce su figura de Buda tropical. También conocí la historia de su tragedia, los momentos más oscuros, la desesperanza que hasta lo llevó a ver titulares de la prensa nacional en los que lo daban por muerto. Pero El Joe Arroyo nunca murió, y está vivo, y de qué manera.
Estuve con él en las antesalas de sus presentaciones, después de ellas, en un par de restaurantes, a las altas horas de la noche a punta de vino y tabaco, en su auto, y en todos lados El Joe apartó sus propias telarañas. Recordó sus primeros días de creación, y sí, se conmovió. Y, para qué, habló sabroso...
"Yo que nací en cuna pobre, oye papá, nunca me ha faltado nada/ desde muy niño luché por conseguir la fama".
A mi Dios todo le debo...
Hijo de Guillermo Arroyo [quien lo abandonó al nacer] y de su segunda esposa, la camarera de hoteles humildes, Angela González, El Joe Arroyo nació en Cartagena de Indias el 1 de noviembre de 1955. Como todos los niños de su barrio Nariño, Alvarito sobrevivió a una infancia pobre, cerca de la miseria. Desde los seis años su madre lo obligó a conseguir el agua para el aseo de la casa y así, en el vaivén de los mandados vitales, nació el cantante. "Con un par de latas de manteca llenas de agua, yo tenía que ir y venir a la tienda de un señor que se llamaba Jericó. Cuando estaban vacías, me las ponía en la cabeza y eso daba un eco hermoso que, creo, sin saberlo, me afinó la voz. Por eso me decían «Voz del tarro». Yo imitaba por esos días a Raphael, cantaba el Ave María, y cuando terminaba, yo mismo me ovacionaba con un: ¡Yaaaahhhhhhhh! Allá adentro del tarro sentía que estaba en un escenario y que la masa me aplaudía. Ese era mi sueño de «pelao» y mi Dios me lo concedió".
¿Cuáles eran los cantantes que escuchabas cuando niño?
Raphael, Bobby Cruz y Celia Cruz. Ello fueron mis maestros y con ellos me afiné. Debo decir que hoy día siguen siendo mis maestros.
Vamos de una vez a los burdeles de Cartagena. ¿Quién te introdujo en esa vida?
En Cartagena, que es un puerto, había una zona de tolerancia que se llamaba Tesca. En ese sitio había aproximadamente ocho cabarets, si recuerdo bien: Big Fox, Club verde, El Príncipe, El Bambú, entre otros; eran prostíbulos inmensos, cada uno tenía sus habitaciones y un gran salón donde se presentaban orquestas diariamente. Allí iban los chinos, los japoneses y los turcos que llegaban en los barcos. Pues bien, resulta que alguna vez en el colegio Santo Domingo me pusieron a ensayar canto y les gusté en serio. Tanto que el Arzobispo de Bogotá, que estaba de visita, me becó para que yo fuera el cantante de la Coral de Cartagena, donde me volví la voz líder. Y así fue...
Pero... ¿y la entrada a los prostíbulos?
Pues sucedió que esa bola se regó y llegó a los músicos de la ciudad. "Por ahí hay un pelao que canta bien bacano", decían. Y así fue que Michi, el de Michi y su Combo Bravo, me convenció para cantar una noche en esos lugares. Y así debuté.
¿Qué le cantabas a tan respetable público?
Eso que dice. "Bomba en las navidades, pa’ que gocen bomba, en las navidades..." y "Chuma la casera maquino landera", y esas cosas...
¿Y por qué te quedaste tanto tiempo?
Víctor Meléndez, que es ahora el corista mío, el viejo canoso, era por ese entonces el cantante de base de El Príncipe, uno de esos lugares. El hombre estaba re-mamado porque cantaba de lunes a lunes y cuando se sentía muy barro [mal] me tiraba ese trabajo con los respectivos 100 pesos. ¿Tú sabes lo que son 100 barras a los ocho años? Así que él le pedía permiso a mi mamá: "Señora Angela, que yo le cuido al pelao, mire que es para que cante esta noche". A mi mamá no le gustaba para nada pero la realidad era que necesitábamos la plata y yo cantaba de nueve de la noche a tres de la mañana y estudiaba de siete de la mañana a una de la tarde.
Debiste tener problemas en el colegio...
Claro, un día, cuando yo llevaba más de cinco años en ese trabajo, cuando estaba de cantante líder con la banda los Seven del swing, llegó al Club Verde el profesor de física del colegio a quien le decíamos "Meteorito". El me dijo: "¿Y usted qué hace aquí?", a lo que yo respondí: "¡Y ajá!, ¿y usted también qué hace aquí?". Total, al día siguiente Meteorito puso la queja al rector y el rector no sólo me regañó frente a todo el colegio: "este es un ejemplo de vida irregular", decía, sino que me echó. Sin embargo, como al mes y pico, iba a ir el Arzobispo de Cartagena al colegio y fue así como Meteorito fue a mi casa a buscarme: "…que quedas perdonado", me dijo. Ahora Meteorito es un gran amigo mío. Hoy nos reímos de eso.
"Qué misteriosa es la noche/ qué bonita fue esa noche/ besando tu boquita de grana/ bella noche".
El Joe conoció la noche a profundidad, vivió de lleno el agite de los burdeles, conoció los secretos del amor adulto a los trece años, maduró biche a punta de rones tibios, se convirtió en el ídolo de las putas, de los vagabundos, de los bohemios y de los marinos, fue la leyenda precoz de los "niños bien" de la alta sociedad cartagenera y, por supuesto, comenzó a nadar como tiburón en las aguas bravas de la rumba que, a pesar de todo, aún no se calman. Cuando se hizo profesional nada cambió. "Yo salí de Tesca cuando vino una revolución entre los músicos de los burdeles. Se corrió la voz de que iban a hacer una orquesta en Barranquilla y que me tenían a mí como elegido. Yo por supuesto acepté sin pensarlo".
¿Y el colegio?
Estaba haciendo cuarto de bachillerato y me volé del colegio. Ni los curas ni mi mamá sabían qué me había pasado. Me fui para Galapa, un pueblo en el Atlántico, donde vivía el dueño de la orquesta La Protesta de Colombia, mi nueva familia. Cuando mi mamá se enteró, demandó a ese señor por secuestro, por contratar a un menor de edad y esas cosas, hasta que hablé con ella y le dije: "Mami, yo quiero ser una gran estrella, eso es lo que quiero", así que me dejó hacer esta vida. Ella lloraba porque quería que yo fuera abogado.
Allí es cuando aparece Fruko en tu vida. ¿Es cierto que fue una casualidad?
La Protesta se hizo la orquesta de planta de El Escorpión, un balneario de Puerto Colombia que todavía existe, en el que tocábamos todos los domingos. Allí llegó Fruko, un poco por casualidad y un poco en busca de un cantante. El hombre me vio y quedó impresionado. Me mandó llamar y me dijo: "¿Quisieras grabar con Fruko?", y al otro día por la tarde arrancamos para Medellín. La cosa fue como un cohete: del avión al hotel, después a dormir, y a las ocho de la mañana del otro día estaba yo en un estudio con la pista de una canción en mis manos. "Esto es lo que vas a cantar", me dijeron. Luego supe que Piper Pimienta, el cantante de la banda, no había llegado a un acuerdo económico, por eso era el afán de Fruko. Yo sabía que era la oportunidad de mi vida y por eso puse la nota bien arriba para mostrarme. Así, con 20 ojos sobre mí, grabé "El ausente". Tremendo tema.
¿Te contrataron de inmediato?
No. Yo regresé a Barranquilla, volví a cantar con La Protesta y, de pronto, El ausente se pegó en el país. Ahí sí me llamaron para volver a Medellín como el cantante líder de Fruko y sus Tesos.
¿Cuándo y cómo comenzaste a componer?
Yo tenía mis temas desde hacía tiempo, pero me daba terror mostrárselos a Fruko, hasta que un día me decidí a enseñarle una canción al pianista de la orquesta. El álbum ya estaba grabado y el difunto Hernando [el pianista], le dijo a Fruko: "Vas a tener que abrir espacio porque aquí está el tema que va a romper en todo el país". Entonces se lo canté a Fruko y el hombre casi se cae al piso. El tema era "Tania".
¿Qué edad tenías entonces?
Yo tenía 17 años. Debo aclarar que todavía no había nacido mi hija Tania. Por esa época también compuse "Catalina del mar", "Flores silvestres" y grabé "Manyoma".
Pero también grabaste con otra bandas como Latin Brothers. ¿Esos eran inventos de Fruko para vender más?
Algo así. Fruko se inventó varios grupos con los que también grabé: con los Latin Brothers hice "La guarapera", "Patrona de los reclusos", "Las cabañuelas", entre otras. Luego canté e hice coros en otras bandas como Piano Negro, Afro Son, Los Rivales, Los Bestiales y Wanda Kenya. Yo estaba volando.
"Llegó a su casa derecho, de haber rumbeado con despecho, de hecho cayó al lecho mirando al techo, y siguió derecho…"
Tumbatecho
A lo largo de los setenta la banda de Fruko y sus Tesos logró una alineación memorable e irrepetible: Joe Arroyo, Wilson Saoko y Piper Pimienta despuntaron con sus voces. Sus canciones revolucionaron la música tropical del país: "El preso", "El cocinero mayor", "El patillero", "El caminante", "Los charcos". De las deslizadas del porro, Colombia pasó a bailar a brincos y el término "salsa brava" fue el único aceptado en el lenguaje corporal. Latinoamérica vibró con la salsa y con los coletazos del hippismo. Eran los tiempos del afro y la bota campana. La yerba, bien; la cocaína, mejor. Nueva York era la meca del ritmo.
En los años setenta ustedes volaban pero competían con la gran salsa del mundo. ¿Lograron codearse en serio?
Sí, claro. Pasábamos todo el tiempo en Nueva York al lado de Jonnhy Pacheco, La Orquesta Broadway, Los Hermanos Lebron, Willie Colón, Roberto Roena, Oscar de León, Celia Cruz, Bobby Valentín. Teníamos que competir con los más tesos.
¿Qué aprendiste de ellos?
El sabor. De Valentín y de Roena, el sabor. Debo decir que de la misma manera ellos nos valoraban. En mi caso, siempre decían cosas lindas de mi voz.
¿Te llamaron para que hicieras parte de sus orquestas?
Sí. El día que Ismael Rivera salió de Cortijo, el propio Cortijo me llamó para reemplazarlo, pero yo no cogí la oferta. También me llamaron Los Vecinos y después Ray Barreto.
¿Con qué orquesta quisiste cantar y no pudiste?
Con el Gran Combo de Puerto Rico. Nunca me hicieron un guiño.
¿En ese momento eras consciente de que estabas al mismo nivel de los grandes?
Para mí el don de los demás es siempre más grande que el mío. Yo no me comparo con nadie, pero sí creo que estoy en la rosca.
¿Cuánto valía un toque de Fruko al final de los setenta?
15 mil dólares. Algunas veces hacíamos tres toques por día, lo cual significa que la banda hacía 45 mil verdes.
¿Alcanzaron a ser hippies?
Claro, "full afro" y que tal. Yo llegué a meterme a la secta Rosa Cruz, con túnica morada, cabeza rapada y todo. Pero me aburrí. El hippismo nos dio por las pintas y el amor libre. De hecho llegué a tener ochos hijos por cuenta de las giras. Era en realidad una doble vida porque ya en el hogar uno tenía que ser el hombre de la casa. Yo dejaba la sinvergüenzura en la calle y cuando llegaba a la casa me ponía la sotana. Apenas salía otra vez, me la quitaba. Yo tenía novias por todas partes del mundo. Recuerdo que un día llegué a Cúcuta a visitar una novia que había conocido el año anterior y me presentó un pelaíto que dizque era mi hijo. Y así muchas veces...
"Echao pa´lante, en una sola baldosa bailé, así recuerdo que te conocí mujer...".
Echao pa´lante
Desde el final de los años setenta El Joe Arroyo comenzó a acariciar la idea de conformar su propia "bandola". Una vez lo decidió, se lo comentó a Fruko. De la misma manera, se lo hizo saber a varios músicos a quienes quiso reunir en su proyecto. Pero la salida fue lenta y el proceso de separación aún más complicado. Así que varios maestros desataron el rumor de que la orquesta de El Joe era una farsa y, entre telones, la bautizaron La Mentira. Una vez se lanzó al agua, a principios de 1981, El Joe cobró por ventanilla. Su orquesta se llamó La Verdad. "Los dos primeros años que pasé con la Verdad fueron muy tesos. Todo el billete que me había ganado con Fruko lo invertí en mi orquesta. Contraté a los mejores músicos del país, bueno, los que no estaban al lado de Fruko. Así que me llené de una nómina costosa que me llevó a la bancarrota. Y los contratos no me salían. Las vacas gordas se fueron".
Pero La Verdad triunfó. ¿Qué hiciste para sostenerla?
Comencé a grabar coros. Mi voz era tan apreciada que, allá atrás, desde el anonimato del coro, alcancé a grabar más de 500 canciones a principios de los ochenta. Grabé con todas las disqueras de Medellín: Victoria, Codiscos, Sonolux, Fuentes.
¿A quiénes les hiciste coros?
Grabé vallenatos con los Hermanos Zuleta, con el Binomio de Oro, cumbias con Juan Piña y con Mario Gareña.
Recuerda algunos temas...
Soy la primera voz en "El machete", en "Me importa un carajo", en "Francisco el matemático", en "La cadenita".
¿Grabaste algo que no fuera tropical?
Claro, primo. Grabé coros para Claudia Osuna, para Claudia de Colombia, para Oscar Golden y para Yolandita. Hasta hice la voz en "La cucharita", de los Carrangueros. Muy cómico. Yo me ganaba la vida así y así sostenía mi orquesta.
¿Cuáles fueron los primeros éxitos de La verdad?
"La rumbera". De resto, todo ese principio me costó, hasta cuando saqué mi tercer álbum, Echao p´alante.
"De rodillas te prometo que al vicio no vuelvo más/ yo seré honrado y honesto, me voy a regenerar".
Patrona de los reclusos
La mañana del 7 de septiembre de 1983 los médicos desahuciaron a El Joe Arroyo. Entonces corrió el rumor de que el gran prodigio de Cartagena estaba muerto...
El parte médico dijo que fue por un problema de tiroides. La prensa dijo que fue un exceso de drogas. ¿Qué pasó?
No. A mi me dio tiroides retrospectiva pero yo nunca le paré bolas. Es esa la tal tiroides retrospectiva que no engorda sino que enflaquece. La gente le atribuyó eso al vicio, pero no era verdad. La gente me miró como un desechable, pero nunca miraron mis datos clínicos. Yo llegué a pesar 37 kilos, y sí, de hecho me desahuciaron. Recuerdo que ví un titular en el diario que decía que "El Joe murió". Eso fue una película de terror. También había un locutor en Barranquilla que me mataba cada ratico. Tienen huevo, cuadro. Así es la vida pública.
¿Cómo te salvaste?
Los grandes endocrinólogos vinieron a estudiar mi caso y me dijeron que lo único que me podía salvar era el yodo radioactivo o, de lo contrario, una operación de la tiroides con la que podría perder la voz. Entonces comencé a tomar vasos de yodo, mas tratamientos en una cámara hiperbárica. Eso fue lo que me salvó. De allí en adelante fue un año de vasos de yodo.
¿Cuándo volviste a cantar?
Apenas recobré fuerzas en la clínica. Me escapé en una silla de ruedas del hospital universitario. Yo no tenía como pagar la cuenta y el Capitán Visball, un personaje de Barranquilla, me visitó y me dijo: "Tu no te me vas a morir aquí, marica, tu te paras de la cama y te pones a cantar". Recuerdo que yo tenía un pie hinchado porque me lo habían operado y me tocó volarme con un zapato talla 45. Al otro día canté con los pies de payaso. Eso fue en el carnaval del Barranquilla y así, imagínate tú, me gané el primer Congo de Oro. Nunca más volví a la clínica. Todavía me buscan para que pague la cuenta.
¿Te sentiste morir?
Nunca.
Entonces vino el gran éxito de mediados de los ochenta hacia adelante...
Toqué el cielo. Empecé a pegar éxito tras éxito. A ganarme todos los años el Congo de Oro, hasta que me dieron el Super Congo. Hoy tengo 18 Congos de Oro. En fin. Todo se disparó con el álbum Fuego en mi mente que traía "La noche", "A mi Dios todo le debo", "En Barranquilla me quedo": fue el más grande momento.
"Abusador que le pega a ella/ que el alma, que el alma, que el alma se me revienta".
Rebelión
Terminando los años ochenta El Joe Arroyo era el Dios de la música tropical en Colombia. En 1990 reunió a 115.000 personas en el Estadio El Campín de Bogotá para celebrar sus 20 años de vida artística. Allí volvió a alinear con Fruko, Saoko y Pimienta. Ese año, y los siguientes, hasta 1995, ofreció el mismo concierto en el Madison Square Garden de Nueva York con total éxito. El Joe se volvió leyenda. Su sonido se hizo irremplazable. Y sonó a Colombia.
¿Cuál es tu canción que le sigue dando la vuelta al mundo?
"Rebelión". A dónde voy me suplican: "No le pegue a la negra, no le pegue a la negra...". La primera vez que la canté en España, allá en el Ayuntamiento, con la Reina y el Rey a bordo, traté de acomodar la letra y dije algo así como: "Español con el alma tierna" y la gente me saltó y me dijo: "No, no. ¡Cántala como es, cántala como es..!". Entonces ahí sí la solté: "Español con el alma negra". Desde entonces es el himno de mi canto.
Es casi como los himnos negros de Bob Marley...
Sí, como Confrontation.
¿Conociste a Marley?
¡Claro!, cuando estuve con Fruko en Londres, por allá a finales de los setenta. Yo estaba en los camerinos de un escenario y me llegó un olor bacano. Yo me dije: "huele bueno, huele bueno...", entonces me asomé y era el man. Me le presenté y el man me reconoció. Cantamos juntos, nos fumamos un tabaco y nos hicimos muy amigos. Recuerdo que estábamos en un hotel en el que salían fantasmas y Bob mamaba gallo [hacía bromas]. Yo estaba "pelao" pero nos hicimos amigos. Luego lo visité en Nueva York cuando ya estaba jodido. El y yo hablábamos mucho de nuestros temas en común.
¿Usted ha tenido conciencia de ser un líder negro?
Le voy a contar una historia. Yo me crié en el barrio Nariño de Cartagena donde viven la mayor parte de los palenqueros. Ellos tienen su dialecto que es el creole, una lengua senegalesa que yo aprendí. Pues bien, alguna vez fui a hacer una gira en España que terminaba en las Islas Canarias. Allí, en la isla más alta, un man me invitó a ver a través de un telescopio hacia la ciudad de Dakar, Senegal. Yo le dije que quería ir. La cuestión es que me fui para allá y me presenté gratis. Y canté "Yamulemau", que es un canción de allá, de mi amigo Laba Sossesh. Ahí me quedó claro que yo vengo del Africa. Yo tengo claro un triángulo: Africa, Jamaica y Cuba.
¿Qué es Yamulemau?
Niño del agua azul. Luego yo le puse en inglés: "speaka, speaka, speaka now", como para que pegara más. El autor, Laba, me dijo: "Me desbarataste el tema". Y yo le respondí: "Lo que pasa es que tu la hiciste sólo para los africanos, yo la hice para todo el mundo".
"Liberarse en la armonía, ¡qué fascinación!, al compás del son, al compás del son, al compás del son, por cuenta del corazón...".
Pa’l Bailador
Como pocos artistas del mundo, El Joe Arroyo se convirtió en una figura única, original y auténtica. Nadie cantó como él, nadie bailó como él, nadie compuso como él. Un extraño sonido en su garganta fue -y sigue siendo- su sello personal. Hasta los críticos tuvieron que inventarse el término Joeson para denominar su golpe, para ubicarlo en el contexto caribe, para comprender su arte. Un poeta espontáneo que nunca aprendió leer el pentagrama.
Imperdonable no hablar del sonido aquel que sale de tu garganta y que parece el de un caballito.
Eso dicen, que es un caballito. Pues eso me salió en la playa. De niño siempre cantaba contra el viento, porque esa es la manera de crear resistencia en la voz. Allá lo saqué y, sí, es una contracción de mi garganta. En realidad es un sello mío que muchas personas han tratado de imitar. Quiero contarte que yo hice la de Carusso con mi grito: en un estudio de grabación partí una copa de cristal con mi voz.
¿Te consideras poeta?
Yo soy un gran poeta. Revisa canciones como "La vuelta" o "Somos seres" o "La guerra de los callados", ese tema que hice cuando en una noche reventaron ocho bombas en Medellín. Hay muchos versos en mis canciones muy bonitos como: "Rompe tu risa el cristal de mi soledad", de "Mary"; o "La agonizante luz, del crepúsculo borroso, el horizonte azul", de "Fuego en mi mente"; o "Son mis sentimientos nobles que me asesinan, me acusan de ser rebelde en mi condición", de "Por ti no moriré"; o "Ibamos los dos en un barco de vapor en donde era yo el capitán de la ilusión", de "Mama". En fin, muchas...
¿Cómo te baja la inspiración?
La forma mía de inspirarme es bonita. Es cuando uno se está durmiendo pero todavía está consciente, allí me llegan unas ideas divinas, sublimes, que muchas veces se pierden. Desde hace mucho tiempo yo tengo una grabadora al lado de la cama y cuando llega, ¡zaz!, le meto la idea. Y al día siguiente digo: "mierdaaaa, que es esto". Por ejemplo, "Catalina del Mar" me la soñé enterita. Igual que la soñé, así la escribí. Ahora, cuando yo me propongo a componer, no compongo ni papa.
¿Cómo le transmites a tus músicos lo que tienes en la cabeza?
Con la voz. Al timbalero le digo: "Métele aquí pra que te, pra que te, pra que te, y a los vientos: faaaaaaa ra ra, faaaaaaa ra ra y así.
¿Qué es el Joeson y cúando empezó?
Para mirar bien atrás, empezó con la canción "Manyoma", que es de Fruko, pero que tiene mis arreglos. Allí nació ese golpe, pero en realidad se hizo fuerte cuando yo llevaba cuatro años con mi banda. Es un sonido que tiene soka, salsa, sonidos africanos, cumbia, brisa del mar y un 50 % que nace de mí pero que no tengo ni puta idea qué es.
Tu voz tiene un timbre muy especial que puede saltar, como jugueteando, de una nota muy alta a una nota muy baja y viceversa. ¿Cuál es el truco?
Eso, tú lo haz dicho, juguetear...
"Cómo da coraje cuando uno analiza lo que pasó. Pero fíjate que ya pasó, pero fíjate que ya pasó y me importa un poco...".
La fundillo loco
En 2000, Alvaro José Arroyo estuvo a punto de morir en Barcelona. Una combinación de exceso de trabajo, diabetes, muy pocas horas de sueño y neumonía, lo llevaron al borde del túnel. El Joe se alcanzó a despedir y le dijo a su corista Aníbal Velásquez: "cuida a mis hijos". Pero otra vez se salvó de milagro. Dos años más tarde, el niño cartagenero tuvo el peor año de su vida. Hoy sonríe otra vez.
¿Qué pasó en Barcelona?
Caí en un coma diabético mezclado con una neumonía. Teníamos presentación tras presentación, de ciudad en ciudad, de bus en bus, hasta que caí. Los médicos, otra vez, me desahuciaron. Yo volví a encomendarme a Dios y salí al otro lado. Me salvó que mi mujer de ese entonces, Mary Luz, me rescató y me trajo a Colombia.
Tiroides, diabetes, pies, pulmones, piel, estrés y rumba. Un cuero duro, ¿cierto?
Así me dicen mis músicos.
En 2002 sufriste la muerte de tu hija [por un problema cardíaco] y de tu mamá. Tus músicos pensaron que ese sí era el fin.
Fue la tapa. En un solo año tuve la muerte de mi hija Tania, la muerte de mi madre Angela y la separación de mi ex mujer, Mary, lo cual significó que se desbarataba mi hogar. Estoy convencido de que todo lo que me pasa es por que Dios lo permitió. Entonces he entendido que yo estoy bajo su decreto. De la misma manera, pienso que todo lo que me pasa es para mi bien. Mira, yo tengo la vida del payaso, mi hija murió un 31 de octubre, día de las brujas, y yo cumplo el 1 de noviembre. Al día siguiente tuve que cantar y me preguntaban: ¿De dónde viene El Joe? "Pues El Joe viene de enterrar a su hija y viene a cantar, con la bemba colorá", dije. Eso es teso. No hay un antídoto para eso.
¿Estás tranquilo?
Soy un tipo calmado, realizado y sumamente feliz. He tenido muchos tropiezos, pero soy feliz. Estoy muy satisfecho con mi profesión y con mi actual vida familiar. Mi esposa, Jacqueline, es mi mano derecha, casi que mi manager. Estoy de nuevo en paz.
¿Ves que venga por ahí otro Joe?
Pasarán 300 años para que Colombia vuelva a tener otro Joe Arroyo.
Y la volviste a sacar del estadio con "La fundillo loco" ¿cierto?
Oye... El Joe nunca te olvida.