Luego de hacer Hamlet, el actor estrena su primera comedia, Ella en mi cabeza, dirigida por Javier Daulte; pero también se prepara para grabar la segunda temporada de la serie El reino
- 12 minutos de lectura'
Como escalar el Everest. Para Joaquín Furriel, actor y montañista, protagonizar Hamlet y subir a la cima más alta son logros equiparables, de esos que una vez alcanzados resulta difícil saber cómo seguir. Una larga pausa, vacío de presiones y elegir por dónde. Después de meses a sala llena, entre 2019 y 2020, en el San Martín al frente del clásico shakesperiano dirigido por Rubén Szuchmacher, la pandemia hizo su trabajo y la apertura trajo necesidad de ponerle el cuerpo a conflictos rematados con risas. A partir del viernes 28, Furriel será Adrián en Ella en mi cabeza, la comedia de Oscar Martínez que esta vez no dirige su autor sino Javier Daulte.
“Es muy complicado hacer una obra después de Hamlet, no quería hacer algo en esa zona, se necesita un tiempo; me pasó lo mismo cuando terminé Final de partida (2013) con Alfredo Alcón, y con lo que significó para mí, y La vida es sueño, la puesta de Calixto Bieito (2011). En el caso de Hamlet, terminé sin saber que era la última función, con el cierre por la pandemia, una paradoja con la que conviviré siempre. No fui consciente de que eso pasaba al decir ‘el resto es silencio’, al final. Con lo que pasó en el medio, es muy sanador hacer una comedia como Ella en mi cabeza, espero que el público ría a carcajadas, es tiempo para eso”, dice el actor a quien acompañan Florencia Raggi y Juan Leyrado, quien vuelve a interpretar al psicoanalista como ya lo hizo al lado de Julio Chávez (2005) y Darío Grandinetti (2007).
Entre los espectadores de la versión de 2005, estaba Furriel. Más de quince años después, leyó la obra con aquel recuerdo positivo que le había quedado. Y se divirtió con lo que le pasa a Adrián, su personaje, un hombre lleno de contradicciones, angustiado porque no sabe qué hacer con la relación con su pareja, Laura (Raggi). La tarea de Klimovsky, su terapeuta (Leyrado), será ahondar en los lazos que los unen luego de tanto tiempo juntos.
‘’Igual que él, me psicoanalizo –dice ante la comparación con su papel de ficción– pero creo que tengo otras herramientas. Adrián está muy perdido. Es interesante el vínculo con el psicoanalista, creo que la obra está a favor de la terapia, de ese careo cuando uno ya no puede con sí mismo. ¿Viste cuando querés tapar algo que está roto? Eso es cómico. Hay algo en Adrián que está visiblemente fracturado pero no lo ve, eso lo muestra muy torpe y la torpeza genera humor.’’
La calle agobia pero en el lobby del hotel frente a la sala Metropolitan está fresco. Costumbre adoptada de España, pide un cortado en jarrito y cubitos de hielo que al rato, cuando el café se entibie, mezclará en la taza. A Furriel le fluyen las palabras y no es esquivo con las preguntas mientras se detengan en las puertas de su intimidad. Igual que los hermanos Dolores y Tomás Fonzi, se crió en Adrogué, al sur del Gran Buenos Aires, pero no eran amigos. ‘’Seguro nos cruzamos y tenemos muchos conocidos en común del barrio. Pero en la infancia y adolescencia cuatro o cinco años de diferencia es mucho y aparte, yo a los 19 años me vine a vivir a Buenos Aires. Con quien sí tuve más contacto en el barrio, para nombrarte a alguien conocido, fue con Tute Caloi, de mi edad’', dice el actor de 47, papá de Eloísa, a punto de cumplir 14, la hija que tuvo con su ex mujer Paola Krum.
Primera comedia de Furriel y segunda vez que es dirigido por Daulte (la anterior fue hace una década, Lluvia constante, de Keith Huff, en La Plaza, con Rodrigo de la Serna), además del teatro, en abril comenzará a grabar los seis episodios de la segunda temporada de la serie El reino (Netflix) donde interpreta al villano de la serie, Rubén Osorio. Por otro lado, ya terminó de filmar la tercera temporada de otra serie, El jardín de bronce (HBO Latin América), en la que personifica a Fabián Danubio, un rastreador de casos. ‘’Me gustan los géneros, disfruto esa propuesta formal. Vengo haciendo muchos thrillers, de diferente tono, policiales, políticos, psicológico, como fue en El hijo’', dice sobre la película filmada por Sebastián Schindel, el cineasta con el que había realizado El patrón, radiografía de un crimen (2015), por la que ganó el Premio Sur y el Cóndor de Plata a mejor actor.
–¿Hacer comedia te permite cierto juego más leve que hasta ahora no te habías permitido?
–Todavía no lo sé porque me falta la experiencia con el público, no puedo responder con exactitud. Vengo de hacer Hamlet, un personaje que se pasa tres de los cinco actos fingiendo ser lo que no es y tiene mucho humor, cómo genera lo de la ratonera, cómo se hace el loco con los demás. Final de partida tiene un humor negro, muy ácido; muchas de las obras que hice tienen humor. Pero en este caso, en Ella en mi cabeza, la totalidad de la ecuación da comedia por la manera en que Adrián, mi personaje, sufre las cosas, porque no puede estar con su mujer pero tampoco estar sin ella, me da mucha ternura. Confío en el director, lo que él propone, el sistema que arma para que la comedia se cuente, siempre hay humor y un cierto corrimiento en las obras de Javier (Daulte), más lo que uno pone como actor.
–Hamlet es un sueño cumplido, ¿es el gran objetivo para un actor al llegar a los cuarenta?
–Sí, es un gran objetivo que no imaginaba años atrás que iba a pasar y lo que sucedió, la repercusión fue increíble. Es la experiencia teatral más exigente y demandante que tuve, si bien el Segismundo también me exigió muchísimo, sobre todo físicamente. Así dicho parece un cliché pero siempre me gustaron los textos clásicos y Hamlet tiene un complejidad única. El personaje pasa por un montón de situaciones, humor chabacano, humor ácido, negro, absurdo, reflexiones filosóficas, ensayo el ser o no ser es un pensamiento, monólogos, cuestiones muy físicas, vas a tener que aplica todos los cursos que hiciste durante toda tu carrera, opiniones estéticas, estás expuesto porque Hamlet es el actor, el Hamlet de tal o cual. Y es verdad que hay algo que se cierra después de hacerlo, cerré esa etapa del adolescente que soñaba, ya le di la mano y le dije: “listo, de aquí en más veremos para dónde vamos”.
–Y vas para la comedia
–Las obras tienen que ver con lo que te pasa en ese momento. Uno puede trabajar con igual entrega en todos los personajes. Pero no es lo mismo, son distintos territorios, como un viaje con diferentes relieves. Trabajé mucho para hoy tomarme la elección con libertad, sobre todo en el teatro. Tengo un vínculo deportivo con el teatro. Mi hermano jugaba al fútbol y yo actuaba, empecé a los trece, tiene que ver con mi adolescencia, hay algo que no quiero resentir nunca en ese espacio. Además de mi vocación, me pasa algo más, me cambia la cotidianidad de mi vida, me recuerda cuando era chico, en verano. Estrené por primera vez Juegos a la hora de la siesta, un 22 de diciembre, a finales de los 80, en el Supercoop de Lomas de Zamora –algo que no existe más, tenía un teatro–, recuerdo ese calor, los nervios, mi familia esperando, la adrenalina cuando entré al escenario que me tiré con todo y me golpeé la rodilla. Es un espacio que resguardo, que no sea el lugar donde hago algo porque lo necesito. El trabajo en lo audiovisual, que me gusta muchísimo, me permitió esa tranquilidad económica, me quitó esa presión.
–¿Qué comediantes te gustan?
–Ulises Dumont. Lo disfrutaba muchísimo, muy impredecible y con gran manejo del grotesco, algo que cada vez se ve menos, me hacía reír muchísimo. Pepe Soriano y Luis Brandoni también.
–Para seguir con las primeras o segundas veces, con Leyrado y Raggi no habías trabajado...
–Con Florencia, no. Y con Juan, trabajamos en la filmación de El jardín de bronce 3. Con él tengo un recuerdo entrañable. Mi primera vez en Pol-ka fue en Gasoleros, un papel de un chico que se enamoraba de China Zorrilla. Era una prueba, en realidad, para otra comedia que se hizo después, Calientes. Recuerdo a Panigassi guiñándome un ojo. A mí eso me tranquilizó.
–¿Te gusta mirar tus trabajos anteriores?
–No mucho. Hay cosas que me gustan más que otras, por supuesto. Tampoco es que me critique, son momentos, a lo mejor más chico me ponía pretencioso cuando no tenía que serlo, con la experiencia vas aprendiendo que no es lo mismo jugar fútbol en cancha de once que en la de cinco o en un picadito.
–Sos un actor muy reflexivo con su trabajo. Aparte del psicoanálisis, ¿practicas meditación?
–Hago montañismo (otros lo llaman senderismo) que es meditación activa. Camino mucho, me gusta. Fui al Himalaya, conozco bastante los Andes; hace poco fui a Catamarca, la ruta de los Seismiles, pasé fin de año en Mendoza y el 1º de enero salí a caminar. Ahí se cruza todo, lo deportivo, lo existencial, lo espiritual, me funciona como un reseteo, caminar en silencio en medio de ese paisaje. En lo urbano, en medio de situaciones culturales más comprendidas, no descanso tanto.
–Tu hija te había regalado una pulsera para que uses en Hamlet. ¿Seguís con el ritual?
–No, no se transformó en ningún ritual. No soy cabulero en absoluto. Ni siquiera habito los camarines, no los personalizo, muchos lo hacen pero nunca lo hice, no genero ninguna relación con ese espacio.
–¿El ACV que sufriste en 2015 te acercó a alguna creencia?
–No. Me gusta la reflexión, la filosofía, pero no me volví más creyente, no tengo dudas de que me voy a morir. La vida sana tiene que ver con uno, no con evitar un ACV porque eso te puede pasar de todos modos. Hoy se habla mucho de vida sana y creo que se relaciona con una moralidad del liberalismo que estamos viviendo. En mi familia el tipo que más años vivió fue mi tío Telmo, se murió a los 93 años, fumaba, tomaba whisky, tuvo hijos después de los 50, era la oveja negra de la familia. Lo importante es lo que a uno le hace bien. Mantengo el mismo escepticismo y disfruto de lo mismo. Dejé de hacer televisión, más cine, más tiempo entre un trabajo y el otro. Pero de todas maneras, eran cosas que iba a hacer, que se iban a dar con la edad.
–¿Después de la comedia, te vas a a permitir el musical?
–No, no (se ríe), no me gustan los musicales. Me resulta muy ajeno, es muy difícil, hay que estar muy preparado, no se pueden tocar todos los instrumentos bien, no creo en eso. Estoy haciendo lo que mi cuerpo puede hacer en este momento. Me hace sentir bien mi trabajo, venimos de la pandemia, lo disfruto mucho, tengo vocación, estoy donde quiero estar, lo paso bien. Lo que quiero hoy es exorcizar la pandemia, la experiencia vivencial, todos en la misma sintonía, público y actores juntos, no es un presente como antes, es extraordinario después de lo que pasó.
Javier Daulte: Una puesta lúdica
“Cuando leí la obra me sorprendí mucho porque me resultó muy lúdica en su propuesta. Y ese camino, el de lo lúdico, es el que elegí para este montaje. Se trata de una noche de insomnio, un momento de alucinada lucidez de este hombre torturado por sus inseguridades”, dice el director de Ella en mi cabeza, Javier Daulte, quien había visto la puesta anterior de Oscar Martínez pero sólo conservaba vagos recuerdos: “No podía comparar pero lo aproveché para mantenerme lo menos condicionado posible a la hora de imaginar y trabajar”. Otra de las razones importantes por las que aceptó el proyecto fue el reencuentro con Furriel y con Leyrado, a quien dirigió en Baraka (2008-2011) y Mineros (2012). “Por si algo bueno faltaba en este elenco se sumó Florencia, con quien no había trabajado aún, y en quien descubrí a una actriz, una persona y una compañera maravillosas”, dice el autor y director de ¿Estás ahí?, 4D Óptico, Nunca estuviste tan adorable, Valeria radioactiva (vuelve en febrero al Espacio Callejón), entre muchas otras.
Con Leyrado, además, sucede la particularidad de que encarna en esta comedia al mismo personaje que había hecho en las anteriores puestas del autor y director Oscar Martínez. Para Daulte, ese factor tiene “su lado A y su lado B”: “Por un lado, era una especie de tranquilidad para mí y para el resto del equipo. Hasta que eso empieza a no ser tan ventajoso como se pensó al principio. Durante los ensayos, Juan nos dijo que este montaje era tan diferente del anterior, que directamente parecía otra obra. Como gran actor que es y con su enorme experiencia, estaba (y está) muy atento a qué aspectos del personaje y de la obra va a disfrutar y cómo. Pero cuando el recuerdo de la experiencia anterior se le imponía, se le desdibujaba la experiencia presente y eso no le permitía disfrutar. Una vez que descubrimos ese singular mecanismo, el tema estuvo resuelto”.
PARA AGENDAR
Ella en mi cabeza, de Oscar Martínez y dirección de Javier Daulte. Jueves, a las 20; viernes, a las 20.15; sábados, a las 20 y a las 22; y domingos, a las 20.30. En el Metropolitan Sura (Corrientes 1343). Desde $ 2300.
Agradecimientos: Hotel Novotel
Más notas de Teatro
- 1
En fotos: de la atlética tarde de playa de Nicole Kidman al impresionante anillo de brillantes de Jennifer Garner
- 2
Navidad: del mensaje de Wanda Nara a las sentidas palabras de Lali Espósito y el íntimo plan para celebrar en familia de Blake Lively
- 3
Blake Lively recibe el apoyo de Hollywood mientras a Justin Baldoni lo apartan de su agencia y Amber Heard se suma a la polémica
- 4
Fue princesa en Miss Argentina, le dijo que no al Negro Olmedo y bajó el perfil para “hacer la suya”