Jimena Cyrulnik: "Pasé de la joda a ser una devota"
La notera de Desayuno Americano habló con Personajes.tv de su pasado religioso, de su trastorno alimenticio y de su vuelta a la tevé, entre otros temas
Hace 15 años una chica rubia y de ojos claros irrumpía en la televisión, se llamaba Jimena Cyrulnik y parecía ser una apuesta incipiente de la pantalla chica, hasta que algo cambió. De repente y sin previo aviso viró su carrera mediática por la religión. Nadie entendió bien que pasó con la compañera en Versus , de Tommy Dunster: aparecía pelada contando sus problemas de alimentación y sus adicciones por todos lados. Como tantas otras celebrities cuando la fama había alcanzado su punto más alto, así de vertiginosa fue su caída.
Así como de un día para otro había elegido el camino del Señor, desapareció de la tevé, para aparecer luego con Nicolás Repetto y después como participante de "Patinando por un sueño", programa que abandonó por su embarazo. Pero la vida de esta jovencita seguía cambiando, como el cosmos. Se casó, se fue a vivir a México y se convirtió en madre de Calder. Con todo este perfil renovado, Jimena reapareció como notera del Desayuno Americano , en su versión reloaded, hace meses en América TV.
Hace menos de dos meses, Cyrulnik todavía estaba instalada en el país del chipotle cuando le llegó la propuesta para regresar a la televisión y le encantó la idea. Rápidamente dejó las playas de Acapulco, donde pasaba algunos fines de semana, para reinsertarse en Buenos Aires. A poco de haberse hecho experta en chocolaterapia y distintas terapias para el cuerpo -ella hace los móviles con famosas que se hacen tratamientos en vivo en Desayuno...- habló con Personajes.tv.
-¿Cómo fue tu vida en México?
-Hace un mes y medio que aterricé desde México. Calder [el hijo que tuvo con el fotógrafo Lucas Kirby] nació acá en 2009. Mi obstetra estuvo acá, veníamos dos o tres meses al año siempre; a esquiar, a pasar las fiestas, a casarnos. En México se disfrutaban las playas con todo. Tener calor todo el año está buenísimo. Pero se extrañaba la vida social, la familia, los cumpleaños, los casamientos, las tonterías de todos los días. Decidimos venir porque pesaba más eso. Allá estuve haciendo otras cosas, me lo llevé a Calder de un mes y me dediqué a criarlo a él... hacía muchas producciones de madre, lo ayudaba a mi marido con el estudio.
-¿Fue difícil volver a la tevé de aire?
- La verdad es que estar al aire todos los días me sale natural. Es como si nunca hubiera dejado de estar. Tengo el oficio desde que terminé el colegio, es innato. Estoy contenta, y me estoy acostumbrando al horario que es nuevo: eso de levantarme a las 6 de la mañana es complejo. Me levantaba a las 7:30, esa horita y media de la mañana, un poquito te cambia. También Calder se tiene que adaptar a estar menos con su mamá.
- ¿Cómo te llevás con los tratamientos estéticos, vos que sos la encargada de hacer los móviles de chocolaterapia?
-A mí me divierte. No tuve el honor de someterme a la chocolaterapia aún. Los tratamientos que hay son increíbles. Nosotros ponemos modelos que están divinas y se ponen como Dios las trajo al mundo. A mí hacer cosas bizarras me divierte. Meterme en la Salada y recorrer los lugares más oscuros, desayunar en la casa de Ventura... Me divierte estar en la calle.
-¿Te hiciste algún retoque?
-A lo único a lo que me sometí fue a una reconstrucción de lolas, después de haber amamantado. Hasta tener a mi hijo nunca me había hecho nada. La verdad que después de amamantar me quedaron hechas un desastre las lolas, eran dos cosas colgando, horribles. Si no tenés, no quedan tan mal. Fue más reconstructivo que estético. Ahora me las quiero achicar un poco, están más grandes, me siento un poco incómoda.
"Después de amamantar me quedaron hechas un desastre las lolas, eran dos cosas colgando".
-¿Y vos cómo estás con el tema del cuerpo [Jimena en medio de su cambio religioso contó que sufría de anorexia y de adicciones]?
- La maternidad, los años, los tratamientos que hice te ayudan a curarte. La anorexia nerviosa es una enfermedad más de la adolescencia. Hay gente a la que le dura un poco más, hace muchos años que estoy bien. Al quedar embarazada estaba muy bien con el tema y eso que engordé como 17 kilos. Es como la llaman, una enfermedad frívola. No tuvo que ver con la obsesión con el cuerpo. El trastorno es mucho más profundo, cuando uno es chico y no está bien se agarra de cualquier cosa. A mí me tocó pasar por ahí, por suerte lo pude tratar. Mi familia me ayudó un montón. Me parece que hay que tratar las cosas que te pasan y que la familia te contenga y ocuparse con profesionales es lo mejor. Cuando me hice cargo de que no estaba bien, empecé un tratamiento y ahí sentí la necesidad de contarlo. Ahora que estoy más grande pienso "tampoco hablés tanto, anda un poco más despacio". Tenía la necesidad de contar, quería mostrarme tal cual era.
"En un momento estaba viviendo con estas monjitas, y te juro que la plenitud que sentía, me hizo querer quedarme ahí".
- ¿Pensás que te jugó en contra en tu carrera haber sido tan frontal?
-No creo que me haya jugado en contra, creo que con eso me acerqué a la gente. Es todo cariño lo que recibo en la calle. Todo el mundo que me ve me quiere abrazar. Creo que haberme mostrado tal cual soy, tiene que ver con mi personalidad, con mi forma de ser. Hoy se venden imágenes y cosas que no son y cuando la gente es honesta con lo que es, es mejor. Siempre va a haber gente que va a hablar mal pero eso es así...
- ¿El desborde fue lo que te llevó a acercarte a la religión?
- Yo estuve muchos años en pareja y después me separé y ahí me agarró una especie de adolescencia tardía. Terminé el colegio y me puse de novia. Tenía 18, pero no vivía como una adolescente. Me separé después de seis años de convivencia con mi ex. Ahí empecé a vivir mi época de rebeldía y de excesos. Tenía 26 años y salía mucho, me había quedado con las ganas y me destapé. Después de varios meses paré y empecé a leer cosas de espiritualidad.
-¿Es verdad que quisiste ser monja?
- Sí. Paré y empecé a leer cosas de espiritualidad y pasé de un extremo al otro, de la joda a ser una devota. Fue como un cocktail explosivo, me puse a leer la Biblia. En ese momento me hacía tan bien hablar con curas, con monjas, era lo que necesitaba. No quería trabajar, me afeité la cabeza porque me molestaba el pelo. Hacía mucho tiempo que tenía ganas de ver cómo era estar pelada. El pelo tiene mucho karma. Mi cambio era tanto interno como externo. Estaba buscando cosas que me llenen el alma. Saqué a mi abuela del geriátrico y me la llevé a vivir conmigo. Sentía que tenía que devolverle al mundo lo que yo había recibido.
-¿Tu familia cómo se llevaba con tu costado religioso?
-Estaban cerca de mí, me apoyaban, me respetaban. Estaban tratando de atajarme, porque tenían miedo, porque no sabían bien para dónde podía ir. En un momento estaba viviendo con estas monjitas, y te juro que la plenitud que sentía, me hizo querer quedarme ahí. Estaba viviendo en este lugar y pensé yo quiero esto. Ellas mismas me decían "no, incorporá esto, pero vas a volver a ser vos". Eran cambios demasiados bruscos, en ese momento vivía todo muy rápido.
"Tenía 26 años y salía mucho, me había quedado con las ganas y me destapé".
-¿Y qué pasó?
-Me empezó a crecer el pelo, me empezaron a llamar para trabajar y me alejé de la espiritualidad para volver a mi camino. Después de toda la experiencia que tuve me transformé en una persona de mucha fe. Antes no creía, no rezaba y después de eso sí. Y lo bueno es que incorporé mucho conocimiento teológico.
-¿Qué pensás de que el Papa sea argentino?
-La verdad, festejo la fe.
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