Visión en movimiento Fundación Proa / Hasta el 3 de septiembre.
Mira cómo mueve...
El arte cinético (y universal) de un venezolano anclado en la orilla del Riachuelo.
Se mueve. ¿conmueve? Sobre ese juego de palabras –que parece ser la clave para pensar la muestra– planeo recorrer la retrospectiva de Soto en Proa. El cielo estaba diáfano el día que me fui a La Boca, más turística que nunca, vuelta del mercado de lo porteño, al siempre amable espacio de la Fundación Proa. Y aunque el espejo de agua del Riachuelo ya no hiede como hasta hace un tiempo ni dibuja arco iris en el aceite de la superficie (imagen que bien podría haber pertenecido a Soto), y el amarillo del toldo contrasta contra el celeste en la terraza con piso de damero de la galería, para mí el sol caía con insidia sobre los párpados y las cosas. Todo para resaltar algo evidente: la percepción es una experiencia implacablemente subjetiva.Jesús Rafael Soto es un artista venezolano contemporáneo (nació en 1942) que desde los años 50 abandonó la figuración y la pintura y se sumergió en las búsquedas del arte cinético. Fascinado por el cubismo de Braque, Soto, instalado en París –donde fijaron sede los artistas del movimiento– encaró la investigación que se basaba en integrar el movimiento al plano pictórico y, después, a la tridimensionalidad. En línea con el famoso artista argentino del cinetismo, Julio Le Parc, Soto trabajó el mecanismo por el cual la obra truca la mirada del espectador generando movimiento donde no lo hay. Mediante planos elevados de la superficie que intercalan colores contrastados, o varillas que cortan en sentido oblicuo un plano rayado, la visión se marea y las líneas ondulan.
Con materiales que son signos de una época, como el plástico acrílico o la tanza de nylon, las obras de Soto generan, desde el estatismo, una vibraciónque sugiere movimiento. Una de las veintisiete obras de esta muestra –tal vez la más imponente– es una esfera hecha con tanzas de techo a suelo pintadas, desde el centro hacia fuera, en escala descendente. Es un sol rosado que cobra cuerpo a la distancia, y al rodearlo. El efecto es innegable. Pero la pregunta que me hacía un rato atrás se me despertó por lo siguiente: no hay ninguna grieta, en la obra de Soto, por la que pueda colarse algún rasgo de subjetividad.
Desde ya, no era la idea. Pero es extraño ver las fotos del catálogo en las que el artista luce unos bigotes anchos y toca una guitarrita criolla junto a un amigo. Este arte no dice nada del origen venezolano de su autor. Y no tendría por qué decirlo. Se trata de un arte universal, insertado para siempre en un momento de la historia del arte. Al amigo que me acompañó a ver la muestra el sol rosado("Sphère Concorde", de 1996) le pareció conmovedor. Yo, que prefiero el error y las fisuras, me quedo con sus primeras obras, donde la búsqueda recién empieza y la ingenuidad de los recursos es más evidente.
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