Jesús Quintero vuelve al juego que más le gusta
Regreso: desde hoy, a las 23, el periodista español Jesús Quintero, creador de "El perro verde", estará en Azul Televisión.
"La televisión se ha convertido en el mercado persa de las ondas", dice Jesús Quintero en diálogo telefónico con La Nación desde Sevilla. El periodista español jura que jamás se deslizará por el tobogán del facilismo para conseguir rating a cambio de vulgaridades. "La TV está siempre metida en la misma trampa: el prejuicio de que las propuestas de buen gusto son para la minoría y que lo fácil y malo es para la mayoría -se enoja-. Recuerdo que cuando empecé en este trabajo, alguien me dijo que hablara como si me dirigiera a mi madre. Me lo dijo dando por descontado que mi madre era tonta." Desde entonces, Quintero no ha hecho más que remar contra la corriente del éxito veloz y descartable. Para su regreso a la pantalla argentina -hoy, a las 23, por Azul Televisión-, eligió un clásico: "El perro verde", su prestigioso ciclo de entrevistas, esta vez producido en la Argentina por intermedio de Vocación S.R.L. "Espero que pasen por allí presidentes, estrellas del espectáculo y del deporte, sabios, guerrilleros, rebeldes, canallas, aventureros, hombres buenos, marginales." Sin embargo, para ver los diálogos de Quintero con los invitados locales todavía habrá que esperar. Los tres primeros domingos se presentará una selección de "los mejores momentos y personajes" de "Cuerda de presos", un ciclo de TV que cosechó numerosos premios internacionales y que fue el resultado de los tres meses que el periodista pasó "visitando el infierno de la cárcel".
-¿Qué lo llevó a querer meterse en lo que usted llama el infierno de la cárcel?
-El deseo de conocer al hombre en momentos límite. Siempre me han interesado los seres humanos que tienen algo que contar y que generalmente son los que para bien o para mal pueden confesar que han vivido. Los presos saben por experiencia lo que es una situación límite y yo soy de la opinión de que al ser humano se lo conoce en las situaciones límite. En condiciones normales, todos podemos ser excelentes personas. Para saber de lo que somos capaces, tenemos que vernos con el agua al cuello y con la bota de la vida en la boca. Alguien dijo "Soy hombre, luego soy cómplice". Y, como sostuvo Withman, "no hay un rebelde que vaya esposado a la cárcel a quien yo no acompañe y no hay muchacho acusado de robo sin que yo también esté en el banquillo". En democracia, los presos son nuestros presos y los locos son nuestros locos.
-¿Qué aprendió sobre la libertad después de haber hecho esta experiencia?
-Aprendí que la cárcel es una vergüenza para la humanidad; que los jueces con los mismos elementos de juicio pueden llegar a conclusiones distintas respecto del destino de un ser humano. Nunca olvidé que estaba entrevistando a los verdugos y por lo tanto no me olvidaba de la víctima. Pero entre cigarrillo y cigarrillo y cárcel y cárcel yo quería conversar con los prisioneros. Uno se pregunta si la culpa es de la sociedad o de la bestia interior. Yo creo que la culpa es de la sociedad, de la educación, del mercado que nos lo ofrece todo, pero nos niega los medios para conseguirlo honradamente. La violencia está en nosotros, pero se desarrolla mediante un aprendizaje. La única forma de aprender a odiar es siendo odiado. Los violentos de hoy son las víctimas de la violencia de ayer. La mayoría de los delincuentes han sido víctimas de maltratos en la infancia, o se han desarrollado en un ambiente hostil y falto de amor. La mayoría de las mujeres que están en la cárcel ha llegado allí por culpa de la droga, por venderla para ganarse la vida y sacar adelante a sus hijos o por robar y prostituirse para conseguir una dosis.
-¿El hombre quiere vivir aunque sea privado de la libertad o hay un punto en el que la muerte asusta menos que la vida entre rejas?
-Nadie que no haya estado en la cárcel sabe lo que es estar un día privado de libertad. Los presos con largas condenas a los que entrevisté, en general sienten que al cabo de veinte años ya le han pagado a la sociedad por el daño cometido. La cárcel destruye y aniquila al ser humano. Muchos preferirían no vivir a estar metidos durante veinte años en el infierno infantilizante de la cárcel. Creo que una persona a partir de dos o tres años de cárcel, está destruida para siempre y los que salen muchas veces terminan volviendo a hacer lo mismo porque la sociedad no los acoge.
-¿De dónde viene su pasión por el género de la entrevista?
-Cuando iba a la ciudad en tren con mi padre, yo pasaba mucha vergüenza porque él le preguntaba a todo el mundo por su vida. Eso me hacía poner muy colorado. "Pero, papá, tú por qué tienes que preguntarle a nadie quién es, de dónde viene o a dónde va?", le decía. Luego han pasado los años y he terminado como mi padre, preguntando. La entrevista es el lugar por donde puede comenzar el alumno más ignorante con un cuestionario y también el lugar al que debe llegar el consumado profesional. El mundo de la comunicación está lleno de preguntas y respuestas. Alguien dijo que una gran pregunta es la mitad de una respuesta. Se trata de hacer las mejores preguntas del periodismo para encontrar las mejores respuestas. En los medios siempre hay uno que pregunta y otro que contesta, pero en la mayoría de los casos son entrevistas muy fugaces hechas a especialistas en la nada que van a los medios para vender un libro, un disco, una pintura o una canción. Casi nadie se detiene a contemplar al otro. Lo que quiero es buscar al otro y que ese encuentro pueda ser útil a los demás y para eso, nada es mejor que la entrevista. Siempre me pregunto para qué sirve lo que hago y hasta ahora no he caído en hacer una televisión vacía y sin sentido donde las cosas corren como un grifo y donde van pasando morbo, fútbol, crímenes, tráfico, violación y todo envuelto en la maquinaria infernal de la televisión. La TV es el medio más poderoso de este siglo y con el que podríamos conseguir grandes cosas, pero todavía no lo hemos logrado.
-Usted dice hacer una televisión intimista. ¿Qué siente cuando ve la caricatura de esa TV expuesta en los reality-shows?
-Sucede que hablando en necio al vulgo, se consiguen audiencias millonarias. La TV que apela a las lágrimas fáciles, al morbo, al sentimentalismo y a los bajos instintos tiene sus propias máximas: mientras más grosero sea el producto, mejor; mientras más se ridiculice a la condición humana, mejor; mientras más vergonzante sea la cara que se presenta de la vida, más audiencia y más publicidad. Conozco las claves del éxito fácil, el que no exige talento ni profesionalidad ni inteligencia. Pero me negaré siempre a entrar en ese juego. Juego a un juego más ambicioso que el de ser líder de audiencia. Me interesa más hablar para diez personas atentas que para diez millones de gente distraída sin sensibilidad y sin criterio.
Definición: "Juego un juego más ambicioso que el de ser líder de audiencia. Me interesa más hablar con diez personas atentas".
Más leídas de Espectáculos
Una temporada fugaz. El reality de parejas conducido por Alejandro Fantino finalizó sin cubrir las expectativas de público
En su primera visita a la Argentina. El joven prodigio del violín que cautivó a Plácido Domingo y sueña con tocar con todos los grandes
De no creer. El increíble cambio de Emma Vich a cuatro meses de la final de Gran Hermano