Javier Villafañe fue un creador con alma de niño
Trotamundos: a los 86 años un artista múltiple que fue poeta narrador y músico pero ante todo un gran titiritero.
Javier Villafañe que falleció ayer a los 86 años como consecuencia de un paro cardíaco -se hallaba internado en el sanatorio Del Valle- era un hombre de rimas ternuras y de rico historial de vida.
Autor de coplas y poemas de refinado lirismo fueron sin embargo las marionetas las que le dieron fama y renombre.
Villafañe había nacido el 24 de junio de 1909 en una casona de Almagro. Hijo de madre soltera y anarquista había tenido otros dos vástagos burlándose de las costumbres victorianas de la época.
Atraído desde muy niño por el mundo mágico de los muñecos Javier a los cinco años armó sobre una silla cubierta con una sábana su primer teatro.
"Los personajes -recordaba- los hacíamos con medias puestas en los dedos". Años después adolescente tardío quedó encantado con los títeres de un teatro de la Boca unas pesadas marionetas que hablaban el genovés de los inmigrantes.
A los 24 años se consideraba ya poeta. Y junto con otro joven vate también soñador y aventurero llamado Juan Pedro Ramos se compró un viejo carro repartidor de hielo y lo transformó en un bello teatro de títeres que poco tiempo después recorrería las calles de Buenos Aires tirado por la Guincha una yegua mansa.
Un largo camino
Con la andariega Javier y Juan dieron funciones de títeres en los más recónditos lugares del país.
El primer títere fue Maese Trotamundos. "Nació -añoraba- en 1933 y me acompaña desde siempre. Es el títere que está más en contacto conmigo. Es con quien me siento más identificado".
Y así Javier Villafañe continuó su vida inventando y publicando decenas de cuentos poesías canciones obras de títeres y relatos recogidos en todo el mundo.
Ganó muchos premios. Viajó por todo el mundo. Compartió una mesa con García Lorca Cortázar y Atahualpa Yupanqui. Conversó con el rey de España. Apreció el contacto con los seres anónimos hasta los más oscuros. Estudió la historia de los títeres. Dio conferencias. Es decir vivió intensamente para el arte.
Tuvo además una existencia sentimental agitada. Ocho mujeres declaradas por ahí y muchos otros fuertes enamoramientos. También tuvo diez hijos y pasó varios años de exilio obligado en Venezuela.
La mirada memoriosa de Javier Villafañe le permitió abarcar todos los temas posibles y personajes universales: soldados con sus novias fantasmas diablos zorros sapos perros caballos y pájaros. Hombres mujeres y niños en historias cotidianas de amor y de tristeza de encuentros y desencuentros.
Comprometido con cada momento de su tiempo los escritos de Villafañe revelan a un escritor preocupado por el hombre en relación con sus sentimientos su soledad y su inserción social.
Una fuerza notable emanaba de ese hombre sencillo jovial de mameluco azul y barba blanca con un humor tierno y una mirada calma llena de tantos paisajes.
Una fuerza que se volcaba en la expresividad de sus manos y en los tonos dramáticos de su voz instrumentos claves del titiritero que ha vuelto a su patria cargado de cuentos de todas partes.